miércoles, 7 de enero de 2009

Arraigos en la noche

Esta semana, por las fechas que fueron, y según nos ha informado el equipo de Afectos en la Noche, Benjamín Prado no estuvo en el programa. Pero sí la semana pasada, en la que el tema alrededor del cual giró la conversación fue el arraigo.


En esta ocasión el programa comenzó con un proverbio árabe: "Prefiero vivir un día en la tierra que me vio nacer, que cien años en la historia”. Decía Silvia Tarragona “hoy les preguntamos por el arraigo. ¿tenemos esta necesidad de pertenencia, con una tierra, con una sociedad que se comunica como nosotros, que tiene nuestras mismas costumbres...?”. “Ernesto Sábato afirmaba que la historia no es mecánica porque los hombres son libres para transformarla, y confesó que cuando la verbalizó pensaba en los inmigrantes”. “Los hijos y nietos de quienes tuvieron que marchar, exiliados, por la dictadura, pueden solicitar la nacionalidad española”.

Benjamín Prado. Estas fiestas las he pasado familiares, tranquilas, y con esa mezcla de tristeza y compañía en la que consiste las navidades. El tiempo pasa, la gente envejece pero como dice mi madre, mientras estemos todos juntitos... La condición del exiliado es muy triste, la conozco muy bien porque llevo tiempo trabajando con la poesía de los poetas exiliados españoles, muchos salieron con el nombre de exiliado, que da más prestigio político e ideológico, pero otros salieron con el nombre más humilde de emigrantes, pero no conviene olvidarse de ellos.

B.P. La clave del asunto es que no se piense que darle la nacionalidad a los hijos y nietos de los exiliados no es darles nada, es devolverles lo que les corresponde. Es un acto de justicia. Este ha sido un país de exiliados, emigrantes, y a veces debemos no ser tan prepotentes, y a veces las neveras no te dejan ver el bosque. Conviene ver qué es lo que está pasando y por qué la gente viene a este país.
B.P. Estaba pensando que es verdad. La maravilla de América es que tu coges un avión y en 12 horas vuelves a aterrizar en tu casa, porque aterrizar en tu mismo idioma no es lo mismo que hacerlo en un país con un idioma distinto. Me ha emocionado mucho estar en México e ir a ver la tumba de Luis Cernuda, o en Uruguay e ir a punta del Este y ver la casita en la que Rafael Alberti escribió su poema La Paloma y otros muchos. Y he sentido una gran gratitud como poeta, como lector, al pensar que esos países acogieron a parte de la mejor poesía española del s.XX, les dieron casas, les dieron editoriales, y les permitieron hacer su trabajo. Lo que pasa ahora con los inmigrantes le pasó hace mucho a los españoles en otros países. Creo que hay que tener un sentido de la gratitud, porque muchas de las cosas que echó la dictadura de España nos las guardaron en América para que las pudiéramos tener de vuelta unos añitos después.

B.P. Se habló mucho del exilio interior en la época del franquismo. En la poesía española lo representaba mejor que nadie Vicente Aleixandre, su casa de la calle Vellintonia, era una especie de pequeña isla de libertad, dentro de tantas censuras y tantas prohibiciones. Cuando le dieron el premio Nobel se habló de que se lo iban a dar compartido con Alberti, un premio doble al exilio exterior e interior, pero no se hizo. Es verdad lo que ha dicho el último oyente, para ser exiliados no es necesario cruzar ninguna frontera, hay a quien los demás les convierte en minoría sospechosa y le dejan fuera de las reglas de la vida. Creo que no es un exilio, es diferente. He pensado muchas veces cuando la gente que tenía que marcharse salía como tenía que hacerlo... dejar tus libros, dejar tu casa, tus cuadros. A Juan Ramón Jiménez saquearon su casa, se llevaron sus libros, sus poemas inéditos, esa sensación de desarraigo, de que te lo arrancan todo. Llegas a un sitio al que llegas a un sitio y eres una persona casi casi desnuda, tienes que empezar desde el principio.

Juan Ramón Jiménez se acabó yendo a un sitio en Miami, por Coral Gables, donde las calles estaban inspiradas en España, se llamaban la calle Sevilla, la calle Huelva, y había una imitación, supongo que bastante cutre, del paisaje andaluz, pero le confortaba un poco. Hasta que punto buscar una mirada, un apoyo del pasado.

B.P. Una cosa que solían contar casi todos los exiliados republicanos es que ellos estaban convencidos de que la guerra iba a acabar con la victoria de los aliados y terminaría con la dictadura de Franco. No compraban muebles, pues estaban convencidos de tener que deshacer la maleta y volver. Desgraciadamente no fue así, se produjeron muchos actos de gran emoción y de gran nobleza. Hace poco estuve leyendo la biografía de Azaña, de Santos Juliá, se la recomiendo a los oyentes porque como lectura navideña está muy bien hecha. Cuenta el momento de la muerte de Azaña, el primer presidente de la República, y el régimen francés, que es colaboracionista, prohibe que se le entierre con honores de jefe de estado, aunque dice que se le puede poner una bandera pero que no sea la tricolor, tiene que ser la bandera rojigualda, de los enemigos de Azaña. Pero el embajador mexicano dice que eso sería una vergüenza y ofrece su bandera y Azaña se entierra con la bandera mexicana cubriendo el féretro. Son detalles de mucha emoción, nobleza y demuestra lo amigo que fueron de los españoles los pueblos americanos. Fíjate el caso del Winnipeg, el barco que fletó Pablo Neruda, llenó de exiliados y que fueron a Chile, por la parte de Talcaguano, donde fundaron una industria pesquera, y mucha gente tiene apellidos vascos. Son detalles de generosidad tan tremendos que debemos recordarlos siempre para que sepamos lo bien que nos han tratado en estos países.

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