domingo, 29 de enero de 2012

Justo después de Yeats

Babelia empieza a convertirse en lugar de encuentro obligatorio para quienes seguimos los textos de Benjamín. Ayer nos volvió a dejar una crítica a un poeta, en esta ocasión a Heaney. Y logra lo que busca, abrir el apetito describiendo el manjar.

Dos poetas llamados Seamus Heaney
Por Benjamín Prado, en Babelia El País

Poesía. Se escribe para avisar a otros de que algo sucede, y uno de los versos de este nuevo libro de Seamus Heaney lo da a entender con toda la claridad que una poesía oscura como la suya desea permitirse: "La palabra misma es como una campana". O se escribe para recordar lo que ha pasado, y eso también ocurre a menudo en la obra del premio Nobel irlandés, donde la memoria y la Historia pelean por hacerse con el centro de cada libro: "Todo mi trabajo es un pulso entre lo lírico y lo cívico", ha declarado en más de una ocasión, y esas mismas fuerzas combaten en Cadena humana, un título ciento por ciento Heaney donde a veces la voz que habla es la de un niño que recuerda hechos y personajes de la infancia, como los pescadores de anguilas que veía a la orilla del río Foyle o los camioneros que llevaban carbón a las casas "en días que la vida iba preparando / para los días de lluvia"; y otras veces es la voz de un adulto que rememora el ambiente trágico que le tocó vivir en el Ulster, con los enfrentamientos entre protestantes y católicos, y que dejó en una marca roja y un firme deseo de luchar contra el olvido: "Lentamente / los muertos avanzan / hacia el futuro", dice. El mejor Seamus Heaney es ése, el que en el pasado ha visto tanta sangre derramada, que ahora, al ver las luces de freno de un coche piensa en "linternas rojas al alba en manos de patrulleros / del RUC andando por los caminos previos a la violencia", y que a continuación se pregunta para qué sirvió aquella guerra: "¿Y qué quedaría por enterrar, al fin y al cabo, / del Sr. Lavery, que voló en pedazos su propio pub / por llevar un arma cargada / (...) o del pobre Louis O'Neill / por estar aquel miércoles en el sitio erróneo / cuando sepultaron a los trece de Derry?". El autor de Viendo cosas se refiere a los sucesos del famoso Bloody Sunday, producidos en esa ciudad de Irlanda del Norte en enero de 1972, cuando los soldados británicos abrieron fuego contra 15.000 manifestantes que protestaban contra una ley que propiciaba el encarcelamiento sin juicio de cualquiera que fuese sospechoso de pertenecer al IRA. Al día siguiente, la Embajada británica en Dublín fue incendiada, el IRA hizo estallar varias bombas en Belfast y una diputada independentista abofeteó ante las cámaras al ministro del Interior británico, mientras le llamaba "hipócrita asesino". Ese ambiente pasa como un oscuro río subterráneo bajo los poemas más sobresalientes de Cadena humana. En el libro, donde resulta muy discutible la versión rimada de algunas canciones que ha hecho la traductora, porque a veces lleva los versos al borde del ripio, también está el otro Seamus Heaney, entregado a la nostalgia de un mundo idílico que tal vez no existió pero es seguro que no va a volver: "Entre el brezo y la caléndula, / entre el musgo y el botón de oro, / entre el diente de león y la aulaga, / entre el nomeolvides y la madreselva, / como entre el azul pálido y la nube / o entre el roble y los tejados / existí, allí estuve / yo en el lugar y el lugar en mí. / (...) Pero dónde volver a encontrar / ese mundo en otra parte, más allá (...)". En cualquier caso, un gran poeta encuentra grandes versos incluso en sus textos menos brillantes, y Heaney tiene la mirada de los maestros, sabe reconocer la emoción y el drama allí donde estén: "Cuando las campanas fúnebres redoblan, / la hierba se pone a temblar. / Pero sólo entonces, / no cada vez que cualquier vieja campana / suena". Saber inventar y saber reconocer: dos de las grandes virtudes que debe tener un poeta de su categoría, cuyo apellido, en Irlanda, se escribe justo después del de Yeats.

sábado, 21 de enero de 2012

Bejamín y Juan, no Urbano, Palomo

Benjamín vuelve a El País con Juan... sería un titular que a todos nos gustaría leer. Sería una gran noticia que Juan Urbano volviera a sus páginas. Pero no, parece que esa noticia no es ni siquiera rumor.

Mientras tanto hoy podemos leer en la sección de Sociedad, un reportaje de Benjamín sobre el "hágalo usted mismo" de los artistas, el way of life de los artistas en esta época en la que "las monedas ruedan hacia atrás". No es Juan Urbano, es Palomo, el protagonista de hoy. Pero sigue siendo Benjamín Prado y su particular manera de escribir y de ver las cosas. También nos gusta.


Los creadores sucumben al modelo Juan Palomo
Por Benjamín Prado, en El País

Hay dos maneras de afrontar la crisis: echar el freno o correr en dirección contraria al abismo. Y una tercera que consiste en hacer las otras dos a la vez, para reducir gastos mientras se multiplican las alternativas, y que no es otra que el clásico Do it yourself! de los norteamericanos, nuestro ¡hágalo usted mismo!, una doctrina que empezó como fórmula de ahorro y acabó en tendencia cultural, porque lo que se había inventado para solucionar problemas domésticos con unas lecciones de mecánica, electricidad o bricolaje, terminó por ser uno de los principios del movimiento punk.
 
La estética que pusieron de moda bandas como Ramones, The Clash o el grupo de Patti Smith consistía en usar ropa de segunda mano y decorarla uno mismo, cortarse el pelo con unas tijeras de cocina y tocar instrumentos de ocasión reparados en el garaje de casa. Aunque a veces se llegaba al escenario por caminos más oscuros: los Sex Pistols grabaron su primer elepé con un equipo que le habían robado a Bob Marley en Londres; y su guitarrista, Steve Jones, alardeaba de no haber comprado ninguna de sus famosas Gibson Les Paul, porque de las cuatro que tuvo, tres se las llevó de los camerinos de Rod Stewart, Keith Richards y Brian Ferry, y la otra se la quitó de su coche a Mark Robson, después de un concierto de David Bowie y haciéndose pasar por policía.
Ahora que las monedas han empezado a rodar hacia atrás, vuelve la filosofía de la autogestión, que en sus inicios fue, entre otras cosas, un movimiento anticonsumista, y el mundo de la cultura es otra vez un buen ejemplo de la fuerza con que hemos regresado al mito de Juan Palomo, aquel Robin Hood andaluz que le hacía la guerra por su cuenta a las tropas de Napoleón. "Hombre, imagínate, si hoy en día al que te compra un disco le haces la ola, le subes las bolsas del supermercado a casa y le barres el cuarto de estar, cómo no vas a guisártelo y comértelo tú mismo, con lo poco que hay para repartir", dicen los hermanos David y José Manuel Muñoz, del dúo Estopa, que lo han hecho casi todo en su último disco, Estopa 2.0, desde componer, cantar y tocar hasta producir, y han logrado un éxito que, sin embargo, simboliza a la perfección el declive de la industria: de su primer trabajo, se vendieron 1.400.000 copias; del segundo, Destrangis, 800.000; de ¿La calle es tuya?, 700.000; de Voces de ultratumba, 560.000; de Allenrok, 260.000; y de éste último, por ahora y a pesar de haber llegado al número uno de las listas, tan solo 40.000. No parece un inventario, sino una cuenta atrás.
"El trabajo de un músico en estos momentos es muy fácil de resumir", dice Rebeca Jiménez, en plena promoción de su segundo disco, Valiente. "Te subes al coche por la mañana, conduces 300 kilómetros, llegas al garito en el que vas a actuar esa noche, montas, pruebas sonido, tocas, vendes cedés y camisetas y te vuelves a poner al volante cuando amanece, para regresar a casa. Y al día siguiente, otra vez a buscar una sala, a llamar diciendo quién eres, cuando ya te conocen, o si no, como suelo hacer yo, fingiendo ser tu secretaria, para que ella, que se llama Ana, negocie si te vas a llevar un porcentaje de la taquilla y te pagan el hotel o te alquilan el local y te dan la recaudación". La autora de Todo llegará no comparte en absoluto la idea de que la necesidad afila el ingenio: "Es peor salir al escenario con la cabeza llena de números que llena de canciones y sola que con tu grupo, porque eso significa que no vas a poder mostrar nada más que una parte del disco que has hecho. Pero ahora mismo no hay elección: o eso o nada. Y siempre es mejor moverse mucho para avanzar muy poco que quedarse parados".
Los hermanos Muñoz andan "tan indignados como casi todo el mundo con esa gente que nos ha llenado la vida de charcos en los que ellos no van a meter nunca el pie", pero sí que le ven ventajas a la autogestión, y están contentos de haber prescindido, como tantos otros compositores en los últimos tiempos, de la figura del productor para hacer su disco: "Un día vimos un cartel de se vende en la sucursal de La Caixa que había en los bajos de la casa de mi padre, en el centro de Sant Feliú, y no lo pensamos dos veces. Nos tiramos a la piscina, lo compramos y lo convertimos en un estudio para hacer allí el disco, a nuestra manera. No nos arrepentimos, porque hemos hecho exactamente lo que nos apetecía, hemos discutido nada más que entre nosotros y hemos sido nuestros únicos jefes, como cuando componemos, cada uno en un sofá y enfrente del otro, igual que cuando éramos niños y dormíamos en el mismo cuarto. Igual se trataba de hacer de la necesidad virtud, como suele decirse, pero como el resultado es un disco cien por cien nuestro, desde el hueso hasta la cáscara, pues ha merecido la pena".
Si quien les tuviese que responder fuera su colega David Bustamante, lo haría para no estar muy de acuerdo: "No tengo nada claro que con menos gente al lado uno sea más libre. Para mí, por ejemplo, un productor es tan importante que en Mio he buscado a dos, para que me dieran cosas distintas; a un lado, Mauri Stern, que quiere un sonido más limpio, más moderno, y al otro Christian Leuzzi, que es más orquestado, más romántico. ¿Y sabes por qué? Pues al final, para ser más yo mismo, porque en muchas ocasiones tú puedes saber qué quieres pero no cómo llegar a ello, y necesitas que alguien te lleve. Para eso existen los profesionales. Por poner un ejemplo: hay una canción en Mío que se llama Como tú ninguna, que al principio era muy latina y a mí no me acababa de convencer, porque me gustaba por dentro pero no por fuera. Mauri la oyó y me dijo: 'Oye, ¿y si le damos completamente la vuelta y la transformamos en una balada rock?'. El resultado es que se convirtió justo en la canción que yo soñaba. Pero, por supuesto, eso lo haces si te lo puedes permitir; y si no, haces la mitad. La crisis está por todas partes, y yo la veo con mis propios ojos, porque en esta promoción ha desaparecido un tercio de las personas que andaban a mi alrededor en otras, y eso es muy, muy triste".
Con casi cinco millones de parados en España, hay muchas personas que tienen que asumir tareas que antes hacían otros, como ocurre en el mundo de la educación, donde los profesores se multiplican para combatir la falta de personal, ocupándose de la biblioteca de sus institutos o de las actividades extraescolares en su tiempo libre. Y lo mismo pasa en cientos de empresas y pequeños negocios, donde la mitad de empleados tiene que hacer el doble de cosas y a cambio de un sueldo menor, para intentar sobrevivir. Con este panorama, y regresando al ejemplo de la cultura, los medios de comunicación jalean a los artistas que se hacen famosos por su cuenta, siguiendo otra estela muy norteamericana, la del self made man, el ciudadano que se hace a sí mismo, y ponen ejemplos que parecen cuentos de hadas, como el del cantautor Pablo Alborán, que pasó en solo 10 meses de tocar en bares de cincuenta metros cuadrados a llenar polideportivos, a ocupar 15 semanas el número uno de las listas de éxitos y a ganar cinco discos de platino. Los vídeos que había colgado en YouTube registraron millones de visitas y sus conciertos a agotar las entradas. "Lo cual quiere decir que cuando decimos eso de que hacemos algo solos, no es verdad, dice, porque eso es imposible. Sin la ayuda de la gente que cree en ti, no irías a ningún lado. Yo he tenido mucha suerte y a muchas personas que se han portado muy bien conmigo, por ejemplo Diana Navarro y Estrella Morente, y eso es tan importante como el talento que uno pueda tener. Hacer las cosas a tu manera y con tus propias manos es fabuloso, pero si no hay ayuda, no hay oportunidades".
Internet, el espacio virtual donde se gestó el milagro de Alborán, es un territorio en el que siempre se ha fomentado la autosuficiencia y se ha combatido a los intermediarios, y está lleno de promesas de futuro para los emprendedores, una palabra de moda y, por lo tanto, codiciada por los embaucadores: monte su propia floristería; cree su propia empresa en diez pasos; consiga una franquicia; cómo montar una pyme; deje de buscar empleo y hágase empresario; o, entre otras muchas, publique un libro y conviértase en escritor. Algunos editores virtuales se ofrecen a albergar los originales que les envíen y a imprimir los volúmenes bajo pedido. "Nosotros eliminamos las barreras tradicionales -anuncian- y te permitimos vender tu trabajo directamente al público. Podrás acceder a un mercado global, ser visible en las redes sociales y estar presente en las listas de Amazon y Barnes & Noble. Ya nunca más tendrás que ir de un sitio para otro buscando a un editor que quiera publicar tu obra". Naturalmente, también hay atajos al paraíso del espectáculo: "Si compones tus propias canciones y quieres escucharlas no solo con tu guitarra y tu voz sino con arreglos, batería, bajo, guitarras, teclados e instrumentos de viento, envíanos tu música grabada en el móvil u otro dispositivo y por solo 60 euros transformaremos tu canción en una grabación profesional, para que puedas promocionarte en Internet o por las casas discográficas. Si nos envías tres canciones tuyas o más, cada una te saldrá por 50 euros".
En la Red también se dan consejos para filmar una película, como es lógico, pero la directora Icíar Bollaín, que estos días presenta Katmandú, un espejo en el cielo no cree que en el cine sea tan relativamente fácil hacer una obra artesanal: "Puedes ser Bob Dylan solo con una guitarra, pero no Orson Welles con un móvil. Y mucho menos para hacer un largometraje. En el mundo del documental y de los cortos, sí que se hace un cine de guerrilla, que yo también hice cuando empezaba, y que ahora, en esta época digital, es más accesible a cualquiera y tiene más posibilidades. Antes se trataba de hacer un corto de 35 milímetros y ahora puedes rodar una película con un teléfono, colgarla en Internet, donde siempre hay mucha hojarasca, y lograr que la vea cualquiera. Pero la intención es la misma, intentar que alguien repare en ti y mostrar no algo hecho, sino un indicio de lo que podrías hacer si tuvieras la oportunidad y los medios necesarios. Porque sin ellos, no se puede hacer cine, en esta profesión hacen falta productores y un equipo, cámaras, actrices y actores, extras, presupuestos para viajes, hoteles, etcétera. Sin todo eso no puedes irte a Nepal para rodar Katmandú, una historia del cielo o a Bolivia para hacer También la lluvia, que han salido adelante con el mínimo dinero posible, pero que habrían sido inviables con un euro menos".
El capitalismo se tambalea por falta de liquidez, pero sobre todo por falta de respuestas. "Es que nos han engañado, apunta la actriz Natalia Dicenta, aún de gira con la obra Al final del arco iris, donde interpreta a Judy Garland, y a punto de sacar su disco de jazz Colours. "Nadie nos contó que tendríamos que ser emprendedores, que si queríamos salir a flote deberíamos aprender márketing, producción... Nos han abandonado en mitad del camino. En el teatro, la situación es dramática. Muchas compañías, en el mejor de los casos, consiguen estrenar, pero después no les salen funciones, porque ni en los ayuntamientos ni en las empresas privadas hay dinero para pagar giras; de modo que la cadena se va deteniendo. Los productores empiezan a debernos dinero de lo que ya habíamos firmado y a ofrecer, como mucho, compartir los gastos en los proyectos que tuviéramos en perspectiva. Así que, efectivamente, hay que empezar a montárselo solos y con unas tijeras en la mano. En la música, en lugar de una banda, llevas a un pianista; y en el teatro, haces monólogos. Hay que aceptar que la época en que podías quedarte en casa y esperar que viniesen a llamarte, ha pasado a la historia. "Casi lo que decían los Ramones, en su disco Rocket to Russia: "Los tiempos han cambiado / ahora son mejores / y alguien va a tener que pagar lo que eso cuesta". Si sustituyes "mejores" por su contrario, esa canción vuelve a contar la verdad.
Finalmente, el miedo nos hace conservadores, y otro de los peligros de la crisis es que solo se apueste por lo que parece seguro, en lugar de por lo que merece la pena ser descubierto. "En el teatro", concluye Natalia Dicenta, "hoy en día todo es más difícil para la mayor parte de los actores y las actrices, porque por lo general los productores solo quieren a famosos de las series de televisión, para atraer al público. Y eso es una catástrofe, porque lo contrario de lo conocido no es lo desconocido, sino lo diferente, o lo nuevo, y si eso no tiene su espacio, estamos perdidos".
Son los riesgos de la autogestión, del ¡hágalo usted mismo!, tan contrarios al mundo de especialistas en el que vivíamos hasta que el espejismo se derrumbó.

viernes, 20 de enero de 2012

Pura lógica, a la imprenta de naranja

Lo adelantó el propio Benjamín en Facebook.
Solo queda esperar que las máquinas impriman más de 500 mentiras de las suyas, de las nuestras.

Por cierto, el lector habló y el maesto escuchó, en una vuelta de tornas 2.0.

De Naranja la portada. Muchísimas gracias a todos por vuestros votos. Así da gusto.

El valor de lo diferente: Nicanor Parra

Para Cuadernos Hispanoamericanos, la Revista Cultural, e imprescindible, que dirige Benjamín Prado le ha costa salir de 2011 casi tanto como poco arrancar el nuevo año. Los número de diciembre y enero han llegado casi a la par, y lo que fue una desazón por la tardanza del primero se ha compensado con la alegría de tener 2 regalos en periodo inesperado.

Cada página de los Cuadernos tiene mucho más que textos, tienen literatura. Y para que me creáis empiezo por el principio, por el Editorial de Benjamín Prado... si el comienzo es así, cómo será el final.

Nicanor Parra y algo más
Por Benjamín Prado, en Cuadernos Hispanoamericanos 738, diciembre 2011

El que no se rinde puede ser derrotado, pero no puede ser vencido, y eso es lo que ocurre con la poesía del último Premio Cervantes, el chileno Nicanor Parra, cuya fidelidad a los principios que alentaron desde los años treinta hasta ahora su escritura se ha mantenido a lo largo de los años y de los libros, a veces en las condiciones más adversas y sobreponiéndose siempre a modas, dictaduras, prohibiciones y olvidos. Los dos tomos de sus Obras completas que ha sacado Galaxia Gutenberg, uno en 2006 y otro este 2011 que ahora termina, son una apabullante demostración de dos mil doscientas páginas del modo en que ha mantenido en pie sus convicciones, a lo largo de siete décadas, el autor de Poemas y antipoemas, Canciones rusas o Sermones y prédicas del Cristo del Elquí o de la antología Chistes para desorientar a la policía poesía, un título en el que la palabra tachada dice tantas cosas como su sustituta. Parra tiene noventa y siete años pero aún es demasiado joven para quienes no pueden comprender ni su ironía, ni su perpetua subversión, ni su carácter "profundamente democrático, liberal y ecologista desde mucho antes de que se pusiera de moda serlo y esquivo a cualquier militancia", como lo define el director de la revista The clinic, que se llama así porque salió a la calle en el momento en que el general Pinochet estaba detenido en un hospital de Londres y que en un momento dedicó un importante monográfico al poeta.

Parra nunca dejó de ser el innovador que quiso "construir una montaña rusa dentro de la poesía", pero tampoco el transgresor que decoraba las calles de Santiago de Chile, en los años cincuenta y junto a Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky, con los combativos murales quebrantahuesos, que eran una suma de recortes de periódico que al mezclarse dejaban ver la parte invisible de la realidad, que siempre le ha interesado por encima de todo a este indagador: "Responde sol oscuro / ilumina un instante / aunque después te apagues para siempre". La poesía de Nicanor Parra es contestataria, es politica y es sobre todo, como podrá comprobar cualquiera que la atraviese de lado a lado, una lucha feroz contra todas las limitaciones del ser humano, las espirituales, las intelectuales y las biológicas: "Qué es el hombre / Nada / si se le compara con el todo / Todo / si se compara con la nada: / Nacimiento más muerte: / Ruido multiplicado por silencio". Su receta teórica es breve, pero lo abarca todo, como podemos ver en uno de sus Discursos de sobremesa: "1% de inspiración / 2 de transpiración / & el resto... / suerte".

Al publicar, en 1972, sus Artefactos, que son poemas visuales, Parra pensó que su famosa antipoesía había llegado al límite; pero el golpe de Estado de los militares le puso en otro camino, que es el que emprendió en dirección contraria a Góngora, es decir, no "entre espinas crepúsculos pisando" sino justo al revés, y de ese descenso a la realidad más oscura, salen su Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, donde reconocía que "a pesar de que vengo preparado / realmente no sé por dónde empezar", pero advertía también, de manera más que simbólica: "pronto me podrán ver / nuevamente vestido de civil". Un camino similar al que siguieron sus Discursos de sobremesa. Lo admirable de Parra es que incluso en esas circunstancias siguió inventando, metiéndose a los rincones de cada cosa, sin acomodarse y sin caer en la repetición: en todo el diccionario no hay una palabra que resuma mejor su poesía infatigable que el sustantivo búsqueda.

En un país de poetas superlativos como es Chile, nadie duda que el nombre de Nicanor Parra va en la misma estantería que los de Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, del que en Also Sprathc Altazor dice haberlo aprendido "prácticamente todo (...) / incluidas algunas malas costumbres"; y Pablo Neruda, de quien se considera "algo + que parientes lejanos / pero bastante menos que hermanos siameses". En cualquier caso, de ellos heredó la seguridad en el poder de la poesía y un punto de arrogancia: "Escribo, / luego tú existes".

Sus obras completas & algo +, que es el título general que le ha puesto a los dos tomos de Galaxia Gutenberg, no se llaman así por casualidad: el extra que anuncia, por supuesto, se refiere a los objetos, las fotos y los collages que reúne su trabajo, dentro del cual la sola escritura no es suficiente; pero al mismo tiempo sugiere que la poesía que él inventó una y otra vez, es algo al margen, distinto, heterodoxo, original. Ese añadido, esa ampliación de los territorios de la literatura también ha sido galardonado por el Cervantes, que esta vez reconoce el valor de lo diferente. Nincanor Parra escribió un hermoso poema a su hermana Violeta que está lleno de versos que sirven para definirlos a los dos. ¿O acaso no es él también un "árbol lleno de pájaros cantores", alguien que escribe "como quien bebe una copa de vino" y a quien se podría decir, sin temor a equivocarse: "basta que tú los llames por sus nombres / para que los colores y las formas / se levanten y anden como Lázaro"? Qué gran noticia, que a Nicanor Parra se le haya metido el Cervantes en el apellido.

martes, 10 de enero de 2012

Indicios

El sábado lo publiqué en italiano, hoy en castellano, el poema lo merece

Indicios
Por Benjamín Prado


En el rosal asoman las uñas del leopardo.

En las hojas caídas

se oye volar aún a las palomas muertas.

El reloj cava un pozo en el hombre dormido.

Eso es lo que aprendí

aquella noche, al observar mi casa.



Vi la ceniza,

el musgo,

vi el cuchillo oxidado;

vi el cuerpo que se borra al alisar la sábana

y la flor que se hunde en las islas del moho

y la gota de sangre que crece en la cereza.



Eso es lo que aprendí

aquella noche:

vi que el color rojo

esperaba los dedos de la mujer herida;

vi la estrella de mar

enterrada en la palma de la mano;

vi el reptil repartido entre las uvas.



Fue entonces,

cuando el viento

sopló desde el jardín su cáncer verde;

cuando en la taza rota habían pasado cien años;

cuando mi piel fue un río de la luna.



Aquella noche,

al observar mi casa.

Aquella noche en que busqué respuestas

como el silencio busca hombres dormidos

donde ensayar la muerte.

sábado, 7 de enero de 2012

Indizi del nuevo año

Empezamos el año bloguero y vamos a celebrarlo a nivel internacional. Los Reyes me han traído un regalo en forma de pequeño y muy valioso libro, de 2.000 ejemplares numerados, que fue publicado por la editorial Via del Vento en el año 2001.

De él extraigo un poema que, en ese libro, aparece como "inediti" junto a "L'uguale e il contrario". No lo entiendo del todo, pero me emociona, y creo que esa puede ser una buena definición de poesía que me gustaría compartir con quienes, un año más, seguís leyendo esta página y siguiendo a Benjamín.

Indizi
Por Benjamín Prado
Nel roseto s'affaciano le unghie del leopardo.
Sulle foglie cadute
si sentono volare anoca i colombi morti.
L'orologio scava un pozzo nell'uomo addormentato.
Questo è ciò ho conosciuto
quella notte, nell'osservare casa mia.

Ho visto la cenere,
il muschio.
Ho visto il coltello ossidato.
Il corpo che si cancella nel lisciare il lenzuolo
il fiore che sprofonda nelle isole della muffa
la goccia di sangue che cresce nella ciliegia.

Questo è ciò che ho imparato
quella notte:
ho visto che il colore rosso
aspettava le dita di una dona ferita;
ho visto la stella di mare
sotterrata sul palmo di una mano;
il rettile sulle uve.

È stato allora,
quando il vento
soffiò dal giardino il suo cancro verde;
quando nella tazza rotta erano passati cento anni;
quando la mia pelle è stata un fiume della luna.

Quella notte,
nell'osservare casa mia.
Quella notte in cui cercai risposte
come il silenzio cerca uomini addoramentati
dove provare la morte.