Allí (La Habana, Cuba) está Benjamín Prado, como acaba de reconocer en el programa de radio Afectos en la noche, desde donde ha opinado sobre las preguntas de Zapatero (mañana la conversación, de 5 minutos, de Benjamín en la radio, aquí, en el blog).
Benjamín Prado (en una foto de 2003), como sabemos íntimo amigo y admirador de Alberti, también lo era de María Teresa. A ella dedicó un capítulo de su libro "Los nombres de Antígona" (del que no tardaremos en hablar aquí) y sobre ella escribió en "A la sombra del Ángel. 13 años con Alberti", y lo hizo en estos términos:
"El resumen de su larga historia es que tras escribir veinte libros, participar muy activamente en la defensa de la República y desarrollar una frenética actividad editorial, civil y periodística en los años de su destierro argentino e italiano, la autora de Memoria de la melancolía, Juego limpio y Morirás lejos cayó presa del Alzheimer y su salud mental se deterioró hasta el punto de que no sabía quien era, ni reconocía a los suyos".
El 9 de Octubre de 2003 el Instituto Cervantes de París organizó una mesa redonda por el centenario del nacimiento de María Teresa. Allí estuvo Benjamín Prado, con, Luis García Montero, y la periodista Rosana Torres, como moderadora.
Allí le pudimos escuchar (y ver en este vídeo) lo siguiente:
"La vida tormentosa, complicada y larga de una mujer admirable, que además tiene una vida que parece sacada de una novela romántica, y un final trágico como suelen tener muchos personajes románticos de las novelas. María Teresa León, que fue una mujer admirable, que además es el síntoma de una generación de mujeres admirables, de esa generación de mujeres que surgió de la República, de la Institución Libre de Enseñanza. Mujeres como Rosa Chacel, Dolores Ibárruri, Margarita Nenkel, como la propia María Teresa León y tantas otras, como María Zambrano, por ejemplo".
"María Teresa León nació en 1903, en Logroño. Su nombre, para los curiosos, que gustan de bucear en los interminables santorales de nombresque se ponen en España era: María Teresa de Jesús Juana María del Rosario Lucila León Goiri.
Es una niña que tiene una vida doble. Por una parte es una hija de un militar adicto y seguidor del general Primo de Rivera, de hecho en algunas páginas de memoría de la melancolía recuerda que la gustaba mucho y le parecía muy atractivo uno de los hijos de Miguel Primo de Rivera, que era José Antonio Primo de Rivera, quién lo iba a decir, con lo que iba a caer luego.
Por otra parte pertenecía, por la parte de su madre a una familia con bastantes lazos con la cultura. Por ejemplo la prima carnal de su madre, que era doña Oliva Goiri, era María Goiri, que fue la primera mujer en España que asistió a la Universidad. Ella lo cuenta en uno de los capítulos de Memoría de la Melancolía, de sus memorias.
Esa vida volcada desde muy niña en la cultura hace que, por ejemplo, de pequeña uno de los regalos de cumpleaños que le hacen a María Teresa León fuera llevarla a ver a Emilia Pardo Bazán. En aquellos momentos los dos grandes novelistas del XIX, en mi opinión, son Benito Pérez Galdós y Doña Emilia Pardo Bazán. Cuando es una niña la llevan a que la escritora le regale y le dedique un libro y cuando es un poco mayor una de las cosas que solían hacer por las tardes María Teresa y su madre era ir a ver a Benito Pérez Galdós, que estaba en el Parque del Oeste tomando el Sol.
María Teresa es una lectora incansable desde niña, leía cosas de Víctor Hugo, de Alejandro Dumas, y muy pronto empezó también a escribir algunos cuentos, algunos relatos y a formar una idea literaria de su propia vida que luego volverá a reaparecer en sus libros, donde habla de su colegio, de su infancia, de las diferencias entre las clases sociales que hay desde el principio.
Al ser hija de militar María Teresa vivía sometida a los continuos cambios de destino de su padre, colaborador estrecho de Miguel Primo de Rivera y que se lo llevaba allá donde iba. En Burgos ella conoce una especie de aristocracia, de provincias, realmente, que hace que a ella no empiece a gustarle ese tipo de vida, en el que parece haber dos clases de personas. Las personas que lo tienen todo y las personas que no tienen nada.
Cuando se traslada a Madrid ella conoce la casa de los primos de su padre, de doña María Goiri, que es la mujer de Don Ramón Menéndez Pidal. Es como decir la casa de la sabiduría en la España de aquella época. En aquella casa conoce a gente como Francisco Jiménez de los Ríos, ideólogo, a Machado a Bartolomé Cossío, a Américo Castro y se contagia de ese mundo en el que todo parece estar destinado y provenir de la inteligencia y de la cultura y el respeto inteligente y cultural de las cosas, donde todo se basa en el conocimiento y en la experiencia cultural.
Poco después trasladan a su padre a Barcelona y allí va a tener la desgracia de conocer a su primer marido, Gonzalo de Sebastián Alfaro (no era militar, como se dice en algunos libros y tratados, era hijo de militar, era más bien un sinvergüencilla al que el padre tenía algunas noches que mandar a los soldados de su regimiento para que lo buscaran por los prostíbulos de la ciudad, y demás historias). Con él tiene dos hijos, y sobre todo tiene muchas crisis, las inevitables que tiene que haber entre una persona sin gran educación ni interés por la cultura y las de una persona cuyas preocupaciones estaba dirigidas de continuo hacia la literatura.
Ella publica un primer libro de relatos que se llama Cuentos para soñar. Por cierto, he dicho un libro de relatos, pero no es tal, es casi una novela. Los dos primeros libros de María Teresa León, que son Cuentos para soñar, como pequeñas novelas partidas en trozos, protagonizados, en algunas ocasiones, por una protagonista común. Empieza una colaboración en el diario de Burgos. Hace un viaje por Argentina, en el que se dedica a dar conferencias y donde se ve que en ese momento es ya una mujer muy informada. En una entrevista que la hacen en el diario La Nación ella dice, cuando le preguntan por sus gustos literarios dice: "Creo que es digno de atención el movimiento modernismo de Andalucía. Me agradan sobremanera Alberti (que luego sería su marido), García Lorca, Altolagurirre y no debo olvidarme de ese viejo siempre joven, Juan Ramón Jiménez. Entre los novelistas, Pérez de Ayala me gusta mucho y me alegro que haya sido incorporado a la Academia, es decir, siempre que no se anquilose en esa admirable institución.
Cuando vuelve a España escribe un artículo en la Gaceta Literaria en el que cita entre sus autores favoritos a Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo. Estamos hablando de una momento en el que Borges no ha publicado prácticamente nada, ha publicado dos libros más argentinistas que luego él mismo repudió y que eran Fervor de Buenos Aires y una de enfrentes. Y algunos ensayos que el propio Borges no quiso que volvieran a editar y como siempre ocurre, ha reeditado la viuda. (No me tiren de la lengua con ese tema).
En cuanto a Oliverio Girondo solo había publicado dos libros en ediciones muy limitadas. Es admirable que en ese momento María Teresa llegue a Argentina y tenga un finísimo olfato para lo que van a ser luego escritores que están en cualquier enciclopedia de la literatura en lengua española.
Cuando vuelve a España, sintiendo, como ella dice en "Memoria de la Melancolía": "el alma arañada con las uñas que algunos hombres usan para tratar a las mujeres..." Se separa de su marido. No puede aguantar más la serie de infortunios que vive con alguien que ni la conoce, ni la comprende y además no la trata bien, decide dejar a su familia y venirse a Madrid.
En Madrid ella se instala casi en la casa de los Menéndez Pidal y empieza a vivir de ese mundo que la fascina, se empieza a reunir con las mujeres que en aquellos momentos llevaban la voz cantante en la literatura española y en la intelectualidad española, con María de Maetzu, María Goiti, María Martínez Sierra, María Baeza, Cenobia Campubril, la mujer de Juan Ramón Jiménez, y con doña Blanca de los Ríos. Sigue visitando de vez en cuando a Emilia Pardo Bazán, y se relaciona con las mujeres del Liceu Grup, que venía a ser una especie de filial de la Institución Libre de la enseñanza, la residencia de estudiantes, donde las mujeres intentaban buscar no solo un sitio protagonista de la literatura, sino un sitio para ellas en la literatura española. (hasta 10:53)
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