Juan Urbano nos ha despertado esta mañana con una reflexión de mucha altura y algunas frases cargadas de él: "siempre es más sencillo creer con los ojos cerrados que con ellos abiertos", "si hay una palabra en el diccionario de la RAE de doble dirección esa es la palabra respeto". Un artículo que habla de autobuses, de onyangas, de okapis, de la ONU, de Aluche e incluso de Dios de su falta.
Dios no existe, pero ha muerto
Por Benjamín Prado. El País.
Mientras desayunaba, vio pasar el 201, que es la línea de la EMT donde los evangélicos han puesto un anuncio que dice que Dios existe, y mientras lo veía perderse por Arturo Soria, rumbo a Hortaleza y la Gran Vía, se dijo: "Claro que sí, no faltaría más, si existen el okapi, la ONU y la onyanga, por qué no iba a existir Dios, sobre todo para quien pueda pagárselo, como hace la gente de esa asociación llamada Alternativa Española (AES), cuyos responsables han afirmado que por cada autobús ateo que salga a la calle, ellos contratarán dos". El okapi es ese animal de las selvas del Congo que parece una mezcla de jirafa, caballo y canguro; la ONU es ese organismo internacional que mira para otra parte cuando los genocidios los cometen sus amigos; y la onyanga, que significa "cebolla del desierto", es una flor del periodo jurásico que crece en Namibia, vive hasta 1.200 años, tiene aspecto de molusco con las pinzas rojas y puesto boca arriba y se come asada. Pero, ¿y Dios? ¿Cómo es y dónde está? ¿Por qué no le tiró un rayo a Nietzsche, que lo acusó de haberse muerto? Para entretenerse y dar tiempo a que se enfriara el café, Juan Urbano se hizo el cura, levantó las manos y se respondió: "¿Pero es que no te das cuenta, hijo mío, de que reconocer su muerte es reconocer su existencia? ¿Y no ves que si reconoces que existe reconoces que no puede morir, puesto que es inmortal?". Claro, claro, se dijo, volviendo a ser él, y por eso quieren que la religión se imparta en los colegios y las matemáticas en las iglesias: para decir que Dios existe y que dos más dos es igual a depende.
A Juan le divertía mucho la guerra de los autobuses, y estaba descubriendo un montón de cosas más raras que el okapi y la onyanga, por ejemplo la existencia de todas esas asociaciones que combatían por el más acá tirándole a Dios de la túnica, a un lado la Alianza Evangélica Española, el Centro Cristiano de Reunión o el Observatorio Antidifamación Religiosa, y al otro, la Unión de Ateos y Librepensadores; unas poniendo en los autobuses que Dios existe y otras, que no; y las de los creyentes quejándose de que la publicidad de sus enemigos es agresiva, ofende a millones de cristianos y usa de manera intolerable el espacio público y los transportes municipales para avasallarlos. Naturalmente, no se les habrá ocurrido que, por esa regla de tres, a lo mejor otras cosas como las procesiones de Semana Santa y las misas multitudinarias del Papa o de los obispos en las plazas públicas de Madrid y de otras ciudades también atropellan cada dos por tres a los no creyentes, por no hablar de los millones de euros que le da el Estado a la Conferencia Episcopal para que tengan suelto. A lo mejor es que siempre es más sencillo creer algo con los ojos cerrados que con ellos abiertos, y que por eso hay quienes de tanto mirar al cielo terminan por no entender la realidad, pero en cualquier caso, nunca sobra recordar que si hay una palabra en todo el diccionario de la RAE que no sea de una sola dirección esa palabra es respeto. Imagínense, si ya es difícil lograr el respeto mutuo en la vida normal, cómo será en la espiritual. Será porque si hay una cosa que no se pueda entender ni pueda tolerarse desde la fe es la falta de fe.
Pero Juan Urbano es un hombre que cree en el poder educativo de la experiencia, y decidió que quería saber desde dentro cómo eran los autobuses al Paraíso; así que después de hacer unos recados, se puso en la parada del 493, que le llevaría por Fuenlabrada, Leganés y Aluche como la ballena a Jonás por el río Tigris, en un vehículo con un cartel que dice "Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo". Pues eso, Dios existe y en los ríos hay ballenas, Dios es para algunos la evidencia invisible, como escribió Victor Hugo, y para otros es un invento, aunque estos últimos arriesgan poco, la verdad, porque si al final sí que existe, y dado que es misericordioso, los perdonará, mientras que a los otros, los que aceptando que existe le traicionan, les puede meter una condena de la eternidad y un día en el infierno. Si ya lo dijo Heine: "No hay que preocuparse: Dios me perdonará; es su oficio".
Por cierto, que los pasajeros del 493 eran tan normales como cualquier otros. No tenían halo, ni nada.
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