lunes, 27 de octubre de 2008

Prado prologa a Bryce

Un prólogo no debe quitarnos el hambre, sino abrirnos el apetito. Benjamín Prado, con cada uno de sus prólogos lo logra (ya lo hizo en Blueberry, o en Tren Nocturno, en el libro de Suicidas, o el de Quién nos cortará las uñas cuando hayamos muerto).
Leyendo el prólogo a cualquiera le apetece leer el libro de Bryce Echenique, porque Benjamín Prado insinúa, pero no muestra. No necesita contar el libro para hablar de él. Nos cuenta sus ingredientes, para que empecemos a salivar pensando en el sabroso plato que puede obtenerse de ellos.
Que aproveche...

Un mundo para Julius. de Bryce Echenique.
(La mejores novelas en castellano del siglo XX.
Biblioteca El Mundo)
Prólogo de Benjamín Prado.

Hay libros que pasan a formar parte de tu vida y hay libros que son tu vida, que tienen esa capacidad todopoderosa de las obras maestras para contarles a sus lectores, de un modo u otro y sean quienes sean, su propia historia. Un mundo par Julius pertenece a los dos grupos, desde su publicación en 1970, es, por un lado, una novela inolvidable por su estilo, su trama, su capacidad innovadora y, sobre todo, por la solidez, hondura y complejidad de sus personajes, y es, por otro lado, mucho más que la historia de un niño rico y huérfano, de su madre, un padrastro y sus dos hemanos en Lima, en los años cuarenta. Un mundo para Julios es la infancia, es un índice exhaustivo de los pequelos dramas, temores y deseos en que consiste la infancia de cualquiera, de su duda y su esperanza. Casi da ganas de ponerme norteamericano y escribir, "piense en cualqueir sensación o didea que haya tenido cuando tenía entre los cuatro o once años, y esa sensación o idea estará en este libnro, contada y explicada de norte a sur". Pero creo que no es necesario recurrir a este tipo de argumento, porque tenemos uno mucho más contundente y que consiste en asesurar que Un mundo para Julius puede ponerse al lado de Las aventuras de Tom Sawyer y las Aventuras de Huckelberry Finn, de Mark Twain, Oliver Twist, de Charles Dickens, o el guardián entre el centro, de J.D. Salinger, sin que pase nada, excepto que uno se da cuenta de que tiene su mismo tamaño, es otra cara del mismo diamante.

En el año 1993, Alfredo Bruyce Echenique le firmó a mi hijo mayor - que aún no ha llegado a la edad de leerlo- un ejemplar de Un mundo para Julius, y en esa dedicatoria describe la novela como un relato de "los esplendores y miserias de mi ciudad natal". Creo que esas dos son la palabras más exactas para definir el libro: esplendor y miseria. De eso trata Un mundo para Julios, de la forma en que todo está tan dividido como mezclado, desde la posición social hasta los sentimientos, dividido proque hay una raya que separa el éxito del fracaso y la abundancia de la escasez, mezclado, porque siempre hay algo de miseria oculta en el esplendor, y viceversa, a veces viceversa, que podría haber dicho Bryce.

El niño Julius, su madre Susan, sus hermanosSantiago y Bobby y por encima de todos ellos, su padrastro Juan Lucas, maravillos y detestable como ninguno, están del lado del esplendor, son multimillonarios que distfrutan de su dinero, son refinados, egoistas, fríos y crueles son como dice Bryce, (...) felices. Y de vez en cuando también son, excepto Juan Lucas, un poco desgraciados, a veces logran entrever algo nuevo al fondo de sus vidas, algo que les inquieta y les hace sentirse extraños, como quien golepa un muro y siente que está hueco, que ese muro es lo único que hay entre él y la oscuridad, enrte este lado del más allá y el vacío. A su manera, Susan, esa mujer frívola por cobarde, incapaz de amar del todo a sus propios hijos y a quien nada más interesa el placer como un velo, como una alambrada contra el dolor y la vejez, es el eje alrededor del cual gira esa idea central de Un mundo para Julius, la idea de que todo arde, todo se va acabando, por mucho que corras, nunca te alejas del final. Quizá por eso la historia de la famila rica, de aristócratas del dinero y el lujo que construyen palacios que no encesitan, poseen fábricas y plantaciones que ni siquiera conocen y pasan el tiempo de viaje por Europa o saltando, en Lima, de restaurante en restaurante y de cóctel en cólctel; quizá por eso su historia empeza con dos mueres ejemplares, la del padre de Julius y, sobre todo, la de su hermana Cinthia.

En el otro platillo de la balanza, está la servidumbre de la familia, esas cocineras, institutrices o jardineros llamados Vilma, Nilda, Decidida o Universo, gente que vive rodeada de opulencia de los otros, que ve pasar ese mundo suntuoso junto a sus vidas y apenas logra meter en él la cuchara, apenas logra mojarse los dedos en su río dorado. Bryce Echenique no deja ver el palacio completo, con sus salones y sus desvanes, sus alcobas y sus sótanos, por eso es sencillo olvidarse de Lima mientras leemos Un mundo para Julius o darse cuenta de que Lima es una ciudad transparente y que, a través de su ejemplo, podemos ver las injusticias y desigualdades de toda la humanidad.

El niño Julius, siempre amigo de los desheredados y siempre en busca del amor incalcanzable de su gélida familia, vive en equilibrio entre esos dos mundos, y él es nuestros ojos y nuestra conciencia, es quien nos llva de los comedores a las cocinas, quien sabe mirar esas cosas de siempre de las que trata Un mundo para Julius, cosas como el deseo, la injusticia, la soledad y el paso del tiempo, como si fuera la primera vez, como todos las hemos vivido y sufrido antes de ahora, cuando fuimos él. Hay muy pocos libros capaces de representar con eficacia el desconcierto, y éste es uno de los mejores.

Han pasado algo más de treinta años desde que se publicó la primera edición de Un Mundo para Julius y el libro de Alfredo Bryce Echenique ha resistido el paso de las décadas, las guerras y las modas, con la facilidad con que una catedral soporta una lluvia de verano. El llamado boom de la literatura latinoamericana es un movimiento lleno de obras excepcionales, y Un Mundo para Julius es una de sus cumbres, una de las menos erosionadas por el tiempo, un clásico que retrata, como solo puiede hacerlo las novelas que son imprescindibles, el esplendor y la miseria del género humano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sé por qué he tardado tanto en llegar aquí... Me habían hablado de este blog y alguna vez fui ave de paso en él, pero hoy llego para quedarme.

Abrazos,
Vanessa