Como cada sábado, segunda ración semanal en El País, en su análisis de España y de la Eurocopa.
Igual pero sin dados.
Por Benjamín Prado. La otra mirada. El País.
Por Benjamín Prado. La otra mirada. El País.
Hay frases que se vuelven más verdad cuanto más se dicen, y no hay más que mirar hacia Lisboa y ver la cara de cama deshecha que se la ha quedado a Cristiano Ronaldo, Deco y compañía para darse cuenta de que una de ellas es la que dice que el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y al final ganan los alemanes. De manera que, si no queremos que la crónica del España-Italia acabe como acababa la del Portugal-Alemania, asegurando que por mucho que cambie todo hay cosas que no cambian jamás, convendría que no nos tomáramos a broma la reflexión del delantero Podolski: "El fútbol es como el ajedrez, sólo que sin dados". Exactamente, es un juego de estrategia en el que no hay lugar para el azar y en el que suele resultar decisiva la fuerza mental, ese tipo de convencimiento, arrogancia o como se le quiera llamar que en Europa tienen como ningunos otros los alemanes y los italianos, cosa que nos recordaba el otro día Arrigo Sacchi afirmando que a la hora de competir en Italia sólo existe un verbo: ganar. O sea, que no hay más que darle la vuelta a esa idea para saber que la única manera de ganarles es compitiendo más que ellos. Eso o nada.
La pregunta que nos hacemos todos, por lo tanto, es ésa: ¿lograremos salir al campo sin complejos?, ¿seremos capaces de vencer a los italianos, a quienes España no gana en una competición oficial desde hace 88 años?, ¿se librarán nuestros jugadores del miedo a la camiseta azul o tendremos que leer el lunes una explicación a nuestra caída parecida a la que leímos el viernes, eso de que "Ballack es Alemania, pero Ronaldo, aún no es Portugal?". Ojalá no, aunque los síntomas que ha dado hasta ahora nuestro equipo son buenos, pero sin dejar de ofrecer dudas porque la selección parece buena a trozos y por momentos, pero no da la impresión de estar bien ensamblada, sino de estar en manos de un entrenador que se parece al inventor del emparedado en la época en la que lo describe Woody Allen: "Aquella noche, el conde de Sandwich logró colocar una rebanada de pan entre dos lonchas de jamón. ¡Aún estaba muy lejos de perfeccionar su obra maestra!".
Ochenta y ocho años, imagínense. No les ganamos desde 1920, cuando se firmó el Tratado de Versalles, se decretó la Ley Seca en Estados Unidos, se produjo la primera retransmisión de radio en Inglaterra y Benedicto XV canonizó a Juana de Arco. Casi nada. Lo pienso, me pongo a mirar mi biblioteca y me parece que el único escritor español que debió de verlo fue Francisco Ayala, que tiene 102 años. Hay que ver.
Ánimo y ojalá que mañana podamos salir libres de Italia y sentir que, al fin, se ha acabado la condena. A los 88 años y un día.
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