A la espera de que la técnica me permita seguir compartiendo el concierto de Benjamín Prado con todos los que no pudistéis disfrutarlo (o revivirlo, para quienes estuvimos presentes), toma el testigo Juan Urbano, que anda buscando el tiempo perdido...
Tenía razón ayer, este es de los que me gustan... de esos que expresan lo que uno siente, vive y padece, pero que no sabe explicar mas que en las palabras de otro, de Benjamín.
Y tú, ¿qué harías con una semana?
Tenía razón ayer, este es de los que me gustan... de esos que expresan lo que uno siente, vive y padece, pero que no sabe explicar mas que en las palabras de otro, de Benjamín.
Y tú, ¿qué harías con una semana?
Nos roban las semanas y la vida
Por Benjamín Prado. El País.
Desde que el mundo es mundo, se han debido de expresar millones de buenos deseos, pero para Juan Urbano ninguno es tan hermoso como el que inventó el autor de Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift: ojalá vivas todos los días de tu vida. Qué bárbaro, cómo tiene que quererte y cuánto le tienes que importar a alguien para que llegue a decirte eso, ¿no? Porque la verdad es que cada día está lleno de fuerzas que tiran de nosotros justo hacia el lado contrario, hacia la no vida, hacia el tiempo que se pierde en nada y las horas muertas, a la vez espesas e insustanciales. Seguramente no hay otra frase que exprese mejor la angustia de ver cómo los minutos pasan sin que pase nada que la frase hecha que habla de "ganarle tiempo al tiempo", lo cual, al ser imposible, resulta muy difícil de lograr. Rafael Alberti, que dormitaba a deshoras y que, como todos los insomnes, se ponía de mal humor cuando veía a otro descansar tranquilamente, solía intentar desprestigiarlo diciendo: "Chico, ¿tú te has dado cuenta de lo que derrocha esa gente que duerme nueve horas diarias? Eso son 270 horas al mes, 11 días y pico; o sea, 135 días al año... Es decir, que cuando tengan 60 años, ¡se habrán pasado 21 durmiendo!"
De manera que el estudio que acaba de hacerse público, según el cual los madrileños perdemos de media al año, gracias a los atascos, una semana de nuestra vida, a Juan Urbano le pareció una noticia realmente dramática. Una semana, ni más ni menos. ¿Se imaginan la cantidad de cosas que podrían haber hecho en muchas ocasiones si hubiesen tenido una semana más? ¿Qué habría pasado con aquella oposición si hubieses tenido otros siete días para estudiar los temas? ¿Serías hoy más feliz si la persona a la que querías te hubiese dado otra semana para hacerlo todo mejor y no perderla? ¿Te gustaría haber atendido otra semana a alguien que te importaba y que murió, para poder decirle las cosas que no le dijiste? Juan cerró los ojos para imaginar el relato de alguien que inventaba una máquina capaz de devolverle a las personas sus semanas perdidas, aunque sólo una: tenían que elegir qué semana deseaban recuperar, con quién, cuándo, para qué... Seguro que iba a tener una gran clientela y seguro que a todos sus clientes les iba a costar decidirse. ¿Ustedes qué harían?
El tiempo es oro, pero un oro al revés, que en lugar de hacernos más ricos nos roba, nos quita oportunidades, nos va arrebatando lo que queremos para cambiárnoslo por lo que necesitamos, qué usura. Porque casi da miedo preguntarse a cuánto ascendería la cuenta y qué saldo de vida nos quedaría si a lo que nos quita el tráfico le añadimos lo que nos quitan la burocracia, las enfermedades, los mil y un problemas que según avanzamos se convierten en nuestra sombra y de los que, como de cualquier sombra, no se puede escapar. No nos ayudan mucho los políticos que debieran gobernar para nosotros las sociedades en las que nos movemos y, más bien, las gobiernan contra nosotros. En Madrid, sin ir más lejos, el tráfico, ese horror que se lleva cada año una semana de nuestra vida pegada a las ruedas, está cada vez peor porque no hacen nada por arreglarlo, no se atreven a devolverle a las personas el espacio que les han arrebatado los vehículos, se limitan a poner multas y a llenar la caja fuerte municipal, permiten que suba el precio del transporte público hasta convertirlo en un mal negocio en lugar de en una buena alternativa. De modo que los embotellamientos de cada mañana y cada atardecer cada vez son peores y, a este paso, dentro de poco ya no nos hará perder una semana al año, sino ocho días, y después nueve, y un poco más tarde un mes... Menudo atraco, no hay derecho. Ojalá puedas vivir todos los días de tu vida. Ojalá no te los quiten.
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