Este es uno de los mejores artículos de Benjamín Prado, de Juan Urbano, en El País. Lo escribió hace hoy 3 años. Hace 3 años lo leí, y puedo asegurar, sin que me tiemble la tecla, que es el texto de Benjamín Prado que más me ha calado. No tanto por el tema sino porque en él entendí que ni yo mismo soy capaz de expresar mis propios pensamientos como lo hace Benjamín. Leyendo este artículo pensé que eso es lo que yo siempre he pensado, que esas eran mis ideas... y que él me las había encontrado. Es una sensación rara, pero te deja marcado.
Cambiémosle la fecha, pongamos 2009, ¿es o no es verdad? Hoy comienza un nuevo año.
Sorprende y sobrecoge. No os confundáis, pese a que lo parezca (maldito eco), el texto es de hace tres años, pero nada ha cambiado.
Aquí empieza 2006
Por Benjamín Prado. El País 1/09/2005
Hoy es 1 de septiembre, el primer día del próximo año. Sí, porque en contra de lo que digan los almanaques y las agendas, para muchos la verdadera nochevieja fue ayer, el último día de su verano, y hoy comienzan una vez más los de lunes a viernes que se repiten como si cada uno fuera el eco de los demás. Claro, y ésa debe ser la razón de que dentro de la palabra "septiembre" esté oculta y como al acecho la palabra "siempre".
Los días son largos, pero la vida es corta, dice un proverbio, y ésa es una verdad que uno asume, más que nunca, justo en esta época, al final de sus vacaciones. Si se fijan, es que dentro de la palabra "vacaciones" está la palabra "canción", pero también está la palabra "vacío", y eso es justo lo que la mayor parte de la gente sentimos hoy, de vuelta en Madrid y a nuestras casas: que la última canción ya se ha acabado y el sitio donde se celebraba la fiesta ya está vacío, hueco de nosotros y viceversa, hasta el año que viene. Qué le vamos a hacer.
A Madrid se vuelve con nostalgia y sintiendo que le gotea a uno en el corazón el líquido negro de las malas noticias que hablaban ayer de bosques destruidos o accidentes fatales en Afganistán y hablan hoy de los cientos de muertos que dejan los huracanes, los incendios y los fanáticos en Nueva Orleans, París y Bagdad; pero también se vuelve con energía, con las bodegas del espíritu llenas y, sobre todo, con ganas de estrenar cosas, de ver qué son y qué van a hacernos las novedades que se avecinan, los últimos libros de escritores que nos importan, la película de Win Wenders sobre el blues y el documental de Martin Scorsese sobre Bob Dylan, el disco de los Rolling Stones y el de Joaquín Sabina. Por ejemplo.
En Madrid nos encontraremos cien obras públicas en marcha, algunas tan monumentales como la del famoso soterramiento de la M-30, y los horrores de tanta zanja, martillo neumático y excavadora en las que ruge el monstruo del subsuelo, nos van a caer encima como una enfermedad. De hecho, algunos irán directamente de la piscina al ambulatorio, víctimas de lo que se conoce como depresión posvacacional. Y no se olviden que, tal y como están las cuentas de la Seguridad Social, ponerse malo es, según dicen, boicotear al Estado. A quién se le ocurre.
De hecho, una de las discusiones políticas que nos esperan es la que va a surgir del cruce de la Sanidad con los impuestos. ¿Querrá la Comunidad de Madrid, como propone el Gobierno, asumir más responsabilidades recaudadoras y a cambio ayudar a financiar la Sanidad? ¿Aceptarán los responsables del PP en la capital la propuesta del Ejecutivo de gravar la gasolina y la luz para paliar el déficit sanitario que generan y sufren las autonomías? Es difícil. Pero, en cualquier caso, será una batalla interesante porque, al fin y al cabo, de lo que se trata esta vez es de nuestra salud y nuestro dinero, y ya se sabe que esas dos cosas son, junto al amor, lo único que realmente importa. Ándense con cuidado, que las urnas son transparentes y a través de ellas se les ve el plumero.
Septiembre es el tiempo de los regresos, y como todo regreso puede ser una segunda primera oportunidad, es también el mes de los buenos propósitos y los planes de mejora. Sería fantástico que aprovecháramos la circunstancia, por ejemplo, para vigilar nuestro uso de este planeta, ahora que acabamos de saber que el agujero de ozono que nos mira desde los cielos del Polo Sur como si fuera el ojo gigante de la muerte ocupa una extensión equivalente a la de Europa, y para asumir en lo que respecta a ese tema algún tipo de responsabilidad personal: por ejemplo, obligarnos de una vez a limitar la contaminación dejando el coche en casa; ahorrar electricidad o agua y volcarse en las energías renovables; plantar un árbol al mes; destinar algún dinero a Greenpeace o, pongo por caso, a Unicef. Esas cosas, y otras similares, serían un gran modo de contribuir a que el infierno se vaya transformando poco a poco, no diré en el paraíso, porque en los paraísos no hay relojes de fichar, ni nóminas, ni monos de trabajo, pero sí en un purgatorio aceptable.
Igual si todos, los que mandan y nosotros, tratamos de ser más responsables, más limpios y más justos, el año que viene, al volver a Madrid, podremos pasar de la playa a la oficina sin detenernos en el ambulatorio. Hagamos de este 2005 un gran 2006.
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