Tema recurrente, pero invevitable cada fin de año (Para entender mejor esta última frase no hay que perderse el post de mañana, en el Benjamín lo explicó ya hace un par de años).
Mientras me llega la depresión correré yo también, comenzaré el año corriendo por las calles de un Madrid que se despereza y que antes de engullirnos a todos mañana en el metro a las 7 de la mañana, nos cederá sus calles para correr. Quizá buscamos todos lo que nos dice Benjamín en este texto, quizá cada uno busque una cosa, pero esta tarde miles de corredores recibiremos el año como se merece, con una San Silvestre en pleno mes de agosto.
La vida empieza mañana
Por Benjamín Prado. El Clic. El País.
En cualquier otro momento del año quizá nos tendríamos que preguntar hacia dónde corren las personas de la imagen, pero no hace falta porque estamos en el último día de agosto y septiembre, que es el mes de los grandes proyectos y las esperanzas aplazadas, nos da la respuesta: esas mujeres y ese hombre corren hacia una nueva vida, hacia la versión mejorada de ellos mismos que soñaron este verano junto al mar y en la que se veían más felices, más saludables y, sobre todo, más parecidos a quienes siempre desearon ser. ¿O es que alguien piensa que el adverbio siempre se puede escribir con las letras del sustantivo septiembre por pura casualidad?
Comienzan los días laborables y los despertadores a las siete de la mañana
Quien tiene una meta tiene una razón para correr, y por eso los dos deportistas que vemos en primer plano sonríen con la boca llena de optimismo mientras huyen de la palabra vida, escrita en grandes letras rojas sobre el edificio que hay a sus espaldas. La tercera no da la impresión de tenerlo tan claro, porque parece moverse con menos convicción que sus acompañantes y ni va tan bien uniformada como la otra mujer, cuya ropa delata una voluntad firme de ponerse en forma, ni parece haberse echado a la calle tan impulsivamente como el hombre de azul, que no quiso perder el tiempo en buscar una indumentaria adecuada y va vestido de centauro urbano, mitad peatón y mitad gimnasta.
Quien tiene una meta tiene una razón para correr, y por eso los dos deportistas que vemos en primer plano sonríen con la boca llena de optimismo mientras huyen de la palabra vida, escrita en grandes letras rojas sobre el edificio que hay a sus espaldas. La tercera no da la impresión de tenerlo tan claro, porque parece moverse con menos convicción que sus acompañantes y ni va tan bien uniformada como la otra mujer, cuya ropa delata una voluntad firme de ponerse en forma, ni parece haberse echado a la calle tan impulsivamente como el hombre de azul, que no quiso perder el tiempo en buscar una indumentaria adecuada y va vestido de centauro urbano, mitad peatón y mitad gimnasta.
Pero hay un cuarto personaje en la fotografía que también es un habitante característico de septiembre, un ciudadano al que la perspectiva ha hecho pequeño en comparación con quienes lo rodean y que lee algo con gesto ensimismado, igual que si estuviera a mil kilómetros de los gigantes que lo rodean, lejos de todo aunque esté en el mismo mundo de líneas y círculos perfectos por el que corren sus compañeros de reparto. Imagino que leerá unas instrucciones, un folleto publicitario o un esquema, cualquier cosa que también sea el primer paso de una nueva vida, el inicio de un camino que muchos seguimos en estas fechas esperando que nos lleve a un nosotros mejor: voy a aprender idiomas, o a pintar, o a tocar un instrumento; voy a hacer una colección de libros, de sellos, de discos; voy a ponerme en forma, voy a viajar, voy a beber menos, a dejar el tabaco, voy a comer mejor...
Se acabó el verano y mañana empiezan los días laborables y los despertadores a las siete de la mañana, pero si uno además de iniciativa tiene perseverancia, también puede comenzar algo magnífico: una nueva vida que nos corrija, nos amplíe y nos haga sentirnos bien. ¿Qué hacen los protagonistas de esta foto? Corren para no dejarse atrás.
1 comentario:
Hola, Meadow, un comentario para explicar otra de esas cosas raras que suelen venir a mí como clavos a un imán: ese texto que se llama "La larga noche" no lo he escrito yo, y no tengo ni idea de por qué ha salido en El País firmado por mí... ¿Seré sonámbulo y por las noches me levanto a mandarle artículos al periódico? Por lo demás, se acabaron las vacaciones y el miércoles regreso a Madrid, esa ciudad sin playa ni amigos en pantalones cortos que tan poco me apetece ahora mismo. Lo que más echaré de menos, en cualquier caso, será ver a mi niña Dylan todos los días, para regresar al hoy sí / hoy no de la tutela compartida. Todo lo demás se puede cambiar por otra cosa.
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