sábado, 4 de diciembre de 2010

2x1

Estamos en Navidad (llevamos ya varias semanas, según la televisión y los centros comerciales) y las ofertas comerciales nos abruman. Por eso nos subimos al carro y en vez de una opinión de Benjamín Prado, y de Juan Urbano, ponemos dos, la de la semana pasada y la de ésta.

Ambas tienen a la economía y las deudas, las de Madrid primero, y las personales después, en el punto de mira de su forma de ver y de explicar las cosas.


7.000 millones y un fantasma. El País
Por Benjamín Prado. 25-11-2010

Dos personajes de una película de Mel Brooks están conspirando en la Casa Blanca y el primero le dice al segundo: "Hay que conseguir que el presidente se lo haga a su esposa o, de lo contrario, ¡se lo hará al país!". Por supuesto que esa escena es de los tiempos en los que aún se podían contar chistes sin que se te echase encima un colectivo -aunque tal vez sea mejor así y tenía razón el poeta Vicente Núñez cuando escribió que "todos los chistes son de derechas", en el sentido aún peor de la palabra-, pero sirve para explicar el miedo que Juan Urbano y yo hemos sentido al enterarnos de que el Gobierno no va a ayudar al alcalde de Madrid a barrer bajo la alfombra los 7.000 millones de euros que forman la deuda de la ciudad, que con tantas obras está hecha un queso de gruyère en todos los sentidos, porque un túnel es un agujero no solo en el subsuelo, sino también en la caja fuerte, y aquí si algo sobran son túneles. Alberto Ruiz-Gallardón salió de su reunión con el presidente hecho un estafado de Afinsa, de aquellos que cuando dejaron de poder canjear sellos de correos por euros se echaron a la calle a gritar "Zapatero dimisión", y nosotros nos ponemos a temblar. "Imagínate lo que se nos viene encima", dice Juan, "porque si Madrid ya era hasta ayer un lugar en el que la Policía Municipal se ha transformado en un ejército de recaudadores y toda la Administración está enfocada a multar y multar y multar para sacarnos el dinero por la espalda, no quiero ni pensar en lo que nos espera, porque como en esa escena de Mel Brooks, ahora Gallardón se lo hará a la ciudad". Ya lo saben: si pasas por debajo de la M-30 a 55 kilómetros por hora en lugar de a 50, 80 euros de sanción; si tu hijo se bebe una litrona en una plaza, 300 por vulnerar la ley antibotellón y otros 300 por el jaleo; y la tasa de recogida de basura; y el IBI por las nubes -que es una aliteración que le hubiera gustado al poeta postista Carlos Edmundo de Ory, que se murió en voz baja hace unos días, en el casi silencio que esta feria de las vanidades reserva para lo disidente, lo no etiquetable-, y la subida del transporte público que nos aguarda en la próxima curva...". Al llegar ahí, Juan Urbano prefiere tener mucho que callar a seguir hablando y le clava esos puntos suspensivos a la frase como quien sella una caja de madera para olvidar lo que hay dentro. Qué ingenuidad.

Vivimos en un capitalismo inmaterial, donde el dinero es invisible y las torres más altas están llenas de fantasmas, espectros que descienden hasta la Bolsa, entran en los Consejos de Ministros y envenenan la moral de los dirigentes políticos, que cuando el mar se pone bravo no navegan, solo flotan. Ahora el fantasma que más nos asusta y el que se aparece en todos los discursos, es el de "los mercados". Los mercados amenazan, dudan, advierten, sancionan, exigen... y los Gobiernos de Europa se tambalean. El resultado, como todo el mundo sabe, es que se empiezan a recortar derechos a los ciudadanos para que el sistema no se hunda. Esa especie de castillo de Kafka, el sistema, permite que las vacas flacas lo sean por todas partes excepto por el solomillo, que es lo que comen los ricos. Ustedes ya me entienden.

Los Ayuntamientos son gobiernos en miniatura, maquetas que imitan a los edificios, y en consecuencia nos podemos ir preparando, porque esos 7.000 millones que debe Madrid van a salir de nuestras carteras. Esperen y verán.

Vivir consiste en elegir el blanco. El País.

Por Benjamín Prado. 02-12-2010

Huir al sitio equivocado es seguir estando preso. Y para comprobarlo no hay más que ver lo fácil que resulta definir el capitalismo con una sola frase: cayó el muro de Berlín y fue sustituido por el Bundesbank. Sentado en el bar al que ha ido a tomar un café y a leer el periódico igual que cada mañana, Juan Urbano sostiene que, desde que la única ideología es la economía y el único pasaporte al que se presta atención en las fronteras es la tarjeta de crédito, las cosas han cambiado tanto que para entender lo que pasa hay que volver a leerlo todo del revés. Por ejemplo, le das la vuelta a lo que decía Aristóteles de que vivir consiste en elegir un blanco y apuntar hacia él toda tu existencia y asunto resuelto: ahora, la diana eres tú y el que te encañona es un banquero. Es mejor que no esperes a la policía, porque esa gente vive al margen de la ley y dos pisos por encima de la realidad, de forma que su negocio consiste en que si las cosas van bien, tienen beneficios, y si no, también. La crisis repta, no vuela, y por lo tanto muerde a ras de suelo pero no a los que están en los despachos más altos: no hay más que ver a los jefes de Iberia y British Airways, que por un lado anuncian que la fusión de las dos compañías les obligará a hacer algunos ajustes laborales y por otro se suben el sueldo un 56%. En todo el diccionario no hay dos palabras que estén más lejos una de la otra que "ellos" y "nosotros".

Hemos llegado a eso después de leer la noticia de una demanda por estafa que cinco familias ecuatorianas han presentado en un juzgado de guardia de Madrid contra el intermediario financiero con el que contrataron una hipoteca que primero los arruinó y ahora los tiene al borde del desahucio. Las víctimas firmaron el préstamo a través de una asesoría, que es como se llaman ahora los usureros, una supuesta Central Hipotecaria del Inmigrante, y pronto descubrieron que en este mundo una firma es el principio de un laberinto, porque todos los embrollos, mentiras y abusos posibles cayeron sobre ellos en cuanto el notario le echó la llave al despacho. Cualquiera que lea esa información se da cuenta de que estamos hablando de algo que si no es una estafa en sentido estricto, es de la familia, pero los bancos viven en otra esfera, de modo que ahora los echarán por morosos, se quedarán con los pisos y como estos valen hoy día menos que cuando fueron tasados, los clientes, a quienes hacían firmar comisiones millonarias, letras de cambio en blanco y, al parecer, avales que los responsabilizaban de su vivienda y de otra, asegurándoles que ese sistema de cooperativa solidaria los beneficiaba, seguirán teniendo que pagar la diferencia. Es decir, que su banco les quitará la casa, les sacará hasta el último euro, se quedará con los inmuebles hasta que el mercado vuelva a ser rentable y entonces los venderá a buen precio. Un buen negocio que, sin embargo, deja una pregunta en el aire: ¿Conocían los bancos todo ese proceso? ¿Eran, en consecuencia, cómplices de los timadores? Los denunciantes, que han recibido el apoyo de Izquierda Unida, de la asociación de ayuda a inmigrantes Conadee y de la Federación de Asociaciones de Vecinos, aseguran que sí y piden que su deuda desaparezca. Ojalá lo consigan y su triunfo cree escuela.

¿Qué es el capitalismo? Quitarle la ele a Aristóteles: vivir consiste en elegir un banco.

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