El diario, además, le dedicó una caricatura con la cara color playa. Otra más para la pinacoteca del Blog.
En 2003 la chica capicúa se llamaba Astrid y andaba por Rota...
La mujer de arena
Por Benjamín Prado. El Mundo
Yo la llamo Astrid, no sé por qué. Tampoco sé de dónde viene, ni qué idioma habla, pero la quiero desde que la vi, hace un año, en una playa de Rota. Cada mañana, ponía su sombrilla cerca de mí, se desnudaba, nadaba un rato en el océano y después se tumbaba en la arena. La arena se pegaba a su piel húmeda y toda ella brillaba como un mineral. En mi vida había visto nada tan bello. Cuando se iba, yo me acercaba al lugar donde estuvo y a veces me tendía sobre su silueta. Después, empecé a guardar puñados de esa arena que era como el molde de la diosa. Así pude tenerla: cada mañana, memorizaba en la playa unos centínetros de su cuerpo y cada tarde los rehacía sobre mi cama, dándole su forma a la arena, amasando horas y horas aquella mezcla de tierra y agua hasta conseguir sus hombros, sus muslos, sus pechos, sus pies... Hace casi un año que acabé a Astrid y todas las noches nos amamos con dulzura y con furia, hasta convertirnos en estatuas deshechas. No sé si este año volverá a Rota. Astrid. Mi adorada Astrid, seas quien seas
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