martes, 15 de julio de 2008

A la sombra del Ángel 13 años con Alberti (II)



Benjamín Prado, en una entrevista concedida a el diario El Mundo poco antes de sacar este libro dice que "este libro está escrito desde el recuerdo y la admiración, como un auténtico homenaje a un maestro de literatura". Sin duda lo es.


Dos roles, dos personajes, hijo y padre

Pero para el lector que coge el libro de Benjamín Prado con ansia y con admiración, para quien llega al libro como admirador de Prado y no de Alberti, A la sombra del ángel, es un libro escrito por un hijo sobre su padre.



Benjamín Prado evoluciona en este libro tal como lo hizo su relación con Alberti. Con la admiración incondiconal a todo lo que su idolo hace, sin preguntas, sin titubeos, sin esfuerzos, con idolatría. Empieza a entender y a cuestional algunas actitudes, algunas relaciones de Alberti con sus congéneres, empieza a ver dónde puede echarle una mano, y se convierte en su aliado. El pedestal sigue ahí, pero el benjamín ha crecido. Tanto que al final es capaz de juzgar. La nebulosa de los focos del perfecto artista se esfuma y se ve al hombre, tal como es, con sus defectos. No deja de admirarlo, no puede llegar a pensar mal de él, a romper su relación, pero ya está a su nivel. Por eso este libro. Ahora puedo escribir sobre él, se lo merece, y lo hago porque quiero, no porque sea lo que él quiera. Contradigo a Sabina, Benjamín ya no es tan Benjamín, se ha hecho mayor.
La adolescencia de un Benjamín.

Esa es la estructura del libro. Una primera parte (que es la que tocaré en este post) en la que Benjamín Prado cuenta, desde los ojos joviales del fan que ve que no solo conoce a su ídolo, sino que además convive con él, se hace su amigo, su confidente, su colega de juergas, y sobre todo, su mano derecha, aquella con la que se aprende a escribir.

En esta primera parte nos muestra a un Alberti vivaz, ocurrente, divertido, ingenioso, un Alberti que en parte es tal como cualquier puede pensar que es un escritor. Una persona de vida algo desordenada, con una casa aún más desordenada, y con unos amigos también poco cuerdos. Un escritor que ha vuelto del exilio y que ha recabado en Madrid, en la calle de la Princesa, en un pequeño apartamento. Un escritor que adora la literatura, que vive para la literatura (y como puede de lo poco que la literatura, en esos primeros años, le ha dado).

Aquí Benjamín Prado se muestra fiel a su cometido "Este libro es una celebración de Rafael Alberti, no un ajuste de cuentas con nada ni con nadie", y nos deja uno de sus icebergs "¿Para qué perder el tiempo describiendo a las arañas de los muros, cando puedes describir las vidrieras del palacio?"
Vidrieras que Benjamín nos pinta de muchos colores, pero en el que predomina el color vida. " Siempre me hago la misma pregunta acerca de cada personaje [de mis novelas] ¿cuál es, por encima de todas las demás, la palabra que podría definirlo?" dice Benjamín, "ninguna palabra definía mejor a Rafael Alberti que la palabra vida".
"[...] su inagotable capacidad de sorpresa y celebración", en cada cosa, en cada encuentro con los grandes poetas del siglo a los que un gran poeta del siglo conoció. "Porque Alberti, era cien por cien poeta incluso cuando escribía prosa".

Benjamín Prado va desgranando a lo largo de las páginas del libro las anécdotas que vivió o que escuchó de boca de Alberti, a la par que va enumerando su obra, destaca sus principales libros y cita algunos versos (no demasiados, ya que los versos de Alberti están bajo protección, aunque eso es harina de otro post, el más cruel).

También cuenta como Rafael le dedicaba poemas cuando se enfadaba con él, como aquel en el que dice: " Benjamín / Benjamín / Benjamín / Poeta sin fin / violin / hacia el confín / poeta sincero / fiel / escudero / de Rafael".
Una repaso de anécdotas y vivencias de Benjamino (como le llamaba Alberti) con el poeta. Desde las muletillas graciosas, "Es la hora de Ibsen", "No olvides el abrigo, hace mucho Freud", ... los encuentros con personalidades, con políticos... sus viajes literarios por las carreteras españolas de recital en recital (muchos con Nuria Espert), hasta los momentos más duros, como el accidente de tráfico que en plena calle Alcalá dejó secuelas en la pierna y en el ánimo de Alberti.

Un crack que inició una decadencia. Un momento bisagra en su vida y en la de Benjamín Prado, que ve que puede ayudar a su maestro, que puede devolverle parte de lo que este le ha dado, pero que también muestra el perfil más íntimo de cada persona, allí donde nos igualamos todos. Allí donde los ídolos siguen siéndolo, pero empiezas a encontrar razones para que así sea...

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