Arranca con una escena delirante: la retirada en 2005 de la última estatua de Franco en Madrid entre gritos a favor y en contra, para adentrarse, de la mano de la periodista Alicia Durán, en la investigación de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha en enero de 1977, en las conexiones de ese atentado con la extrema derecha italiana y con la red Gladio (organización anticomunista promovida por la CIA), la guerra sucia contra ETA y en las gestiones que realiza una pareja para recuperar el cadáver de un familiar republicano, fusilado y enterrado en una cuneta en la sierra madrileña y desenterrado después y trasladado en secreto al Valle de los Caídos. ¿Se pueden relacionar políticamente todos esos acontecimientos?, ¿nos encontramos ante una nueva teoría conspirativa? En principio puede parecer un puzle, armado a base de juntar noticias que se publican en los periódicos cada mañana, pero no conviene dejarse llevar por las primeras impresiones. Benjamín Prado consigue armar una trama de investigación periodística, en la que manda la intriga bien dosificada y con algunas dosis de humor, y arropado por un puñado de personajes tan sólidos como capaces de mantener al lector en vilo hasta la última página. Estupenda la jueza, severa con los casos de divorcio y descreída políticamente, y su amiga, "la camarada Grandes", una arqueóloga empeñada en desenterrar el pasado más reciente. Sus conversaciones y sus opiniones sobre los hombres, que llenan sus vidas, quitan un poco de hierro a una inquietante trama política en la que se mezcla ficción y realidad, basada en la idea de que se esconde algo sucio en el patio trasero de nuestra democracia. Además de los personajes femeninos, Prado rescata en un papel estelar a Juan Urbano, el personaje central de Mala gente que camina. Los partidarios de la Ley de la Memoria Histórica encontrarán en esta novela la respuesta novelada a muchos de sus sueños y pesadillas.
Rafa Pons
Hace 14 horas
2 comentarios:
Muy entretenido el libro desde luego, pero ¿desde cuándo los comunistas han sido demócratas? Está muy bien eso de intentar ahora arañar votos destapando o inventando trapos sucios de la transición. Y olvidan convenientemente, que si nos vimos y nos vemos en esta situación, mucha culpa la tienen ellos, que si se hubieran dedicado a ganar la guerra en vez de hacer purgas y pactos con los nazis otro gallo nos hubiera cantado.
La transición no necesita levantar demasiadas alfombras para descubrir los 'trapos sucios' que dejó y aún deja llenos de tinta. El problema de la transición, creo yo, es que se presenta como época 'pasada' y el error es pensar que es sinónimo de 'acabada'. Con todos mis respetos, no creo que se trate de recolectar nada, sino de subsanar por Justicia, nunca será tarde, pero más vale pronto que arratrar cadáveres imponiendo un olvido que cuela como el NODO, es decir, nada.
Publicar un comentario