La policía no es tonta
Por Benjamín Prado. El País.
Eso es lo que se les decía antes a los que pensaban que te la iban a dar, o que no te enterabas, o que eras fácil de confundir: ¿pero tú te crees que la policía es tonta? Pues ahora, la frase podría ser igual, sólo que cambiando a la policía por la presidenta de la Comunidad de Madrid: ¿pero tú te crees que Esperanza es tonta?
Pues claro que no, la esperanza puede ser audaz, como dice Obama; o puede ser el sueño que tienen los hombres cuando están despiertos, como decía Aristóteles; puede ser lo último que hay que perder o el último refugio de los que ya lo han perdido todo; pero no puede ser tonta. Y eso vale las dos veces, cuando va escrita en minúscula y cuando es un nombre propio. Porque tal vez Aguirre sea la gran Esperanza blanca del PP y tal vez no, pero es lista, ágil, dura, tramposa y, en resumen, tan mala enemiga de sus amigos que alguno de ellos debe de estar ahora mismo en casa, sentado en el borde de la cama, sin afeitar, vestido con un pantalón de pijama a rayas y una camiseta de tirantes y emborrachándose con el tinte que ella se pone en el pelo, igual que hacía Woody Allen en Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar, cuando para olvidar a la oveja de la que estaba enamorado se cogía una cogorza de Woolite.
Quizás el que se esté dando a la bebida sea el vicealcalde, repitiendo entre sorbo y sorbo, ante el espejo de encima de la cómoda, eso de "vinieron a por el presidente del PP en Madrid, y yo no hablé; vinieron a por Telemadrid, y yo no hablé; vinieron a por la Cámara, y yo no hablé; vinieron a por Ifema, y yo no hablé; vinieron a por Caja Madrid, y yo no hablé; vinieron a por Rajoy, y yo no hablé; vinieron a por el PP, y yo no hablé; y me montaron una gestapillo para espiarme; y ahora vienen a por España". Si le dan la vuelta al discurso, verán que si Aguirre y los suyos fueron a por todo eso y se lo llevaron... es que la policía no es tonta.
Esperanza va por todas, y si con las letras de Aguirre se puede escribir la palabra guerra, no es por casualidad. Ahora la gran batalla es por el control de Caja Madrid y ése es un partido raro, en el que los jugadores de los dos equipos se cambian las camisetas mientras juegan, y cuando parece que les han metido un gol, en lugar de lamentarse pegan saltos y besan el escudo del rival. Esperanza quiere al frente de la entidad financiera a uno de los suyos y Rajoy y Gallardón quieren a Rato; pero a la vez el PSOE, que parecía más cerca del alcalde que de la presidenta regional, también quiere a Rato y Zapatero dice que no se opone a su candidatura, o sea, que la apoya echándose a un lado para dejarla pasar. Centra Messi y remata Cristiano Ronaldo. La conclusión que mi amigo Juan Urbano y yo hemos sacado de todo esto es que el encuentro está amañado, porque el uniforme de los dos conjuntos lo paga el mismo patrocinador: la banca, cuya sombra es el Estado.
"Y cuando digo eso estoy diciendo lo que piensan millones de personas", concluye Juan Urbano, "que se dan cuenta de que en este mundo la única ideología es la economía y el carnet del partido es la tarjeta de crédito".
Bueno, ustedes ya lo conocen y saben que es un hombre algo sentencioso, pero la verdad es que tampoco estarán demasiado en desacuerdo con él, ¿a que no? Yo les voy a confesar que cuando me siento delante de la televisión y me pongo a mirar las noticias que hablan de la pelea por Caja Madrid, soy igual que mi madre cuando mira un partido de fútbol: a los diez minutos ya estoy preguntando cuáles son los nuestros y con quién va cada uno. Eso sí, de lo que estoy seguro es de que la máquina va a seguir funcionando, sin importar quién haga de chófer, porque acabo de ingresar un cheque en la propia Caja Madrid y me han cobrado una comisión de cuatro euros con setenta y cinco. Así que no se preocupen y, si tienen que apostar, apuesten por Esperanza. Como dice Dylan, no hace falta ser meteorólogo para saber de qué lado sopla el viento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario