A la espera de que llegue el concierto de Sabina mañana en Madrid y que veamos a los Pereza y a Benjamín sobre el escenario (¿alguien lo duda?), abramos boca con un texto de Benjamín Prado. La semana pasada publicaba la primera parte de lo que podemos leer en la Revista Rolling Stone de este mes. Es decir, lo que decían los Pereza, García Montero, León de Aranoa... y nos quedamos a las puertas de saber lo que escribió Benjamín Prado sobre Sabina.
Una gran ciudad cabe dentro de una canción. Por Benjamín Prado
En realidad no queda mucho que decir, porque a estas alturas de Vinagre y Rosas, la historia ya la conoce casi todo el mundo: Sabina y Prado se fueron a pasar ocho días a Praga y volvieron de allí con medio disco escrito; el maestro afirma que goza de una felicidad doméstica de la que no pueden salir las canciones de desamor que a él le gustan y como Benjamín acababa de dejar a una novia a la que en lugar de vivir abrazado vivía atado- con lo cual era como uno de esos presos que alsalir de la cárcel y cambiar un calabozopor el espacio libre se marean con la perspectiva-, su camarada le propuso marcharse al sitio que él quisiera a componer likearollingstones conra su ex-chica. Aceptó y el resultado son Embustera, Cristales de Bohemia, Tiramisú de Limón, Virgen de la Amargura, Agua Pasada y otras canciones escritas entre Praga, Rota y Madrid y que a los dos les sirvieron para levantarse, uno de su chaisse-longue y el otro de su tumba.
Joaquín suele definir las canciones que escribimos en Praga como "el núcleo duro" de Vinagre y rosas. Quizás haya quienes se pregunten, en consecuencia, qué parte del disco es culpa de la ciudad. La respuesta es que una está dentro del otro, porque le añadió su melancolía, su ambiente culto, su mezcla de majestuosidad y decadencia, la música de sus calles, la belleza trágica de su río, la sombra grandilocuente de sus torres y la rima inesperada de sus edificios, en los que conviven todos los estilos arquitectónicos imaginables. La expresión más clara de todo es es Cristales de Bohemia pero no es la única. Yo creo que si van a Praga y se llevan Vinagre y rosas en el MP3, disfrutarán aún más del uente Carlos, la Torre del Reloj, la Casa de Campana de Piedra, el cemeterio judío o el barrio entero de Malá Strana. Y los más mitómanos, los que quieran saber dónde escribió el disco de su Sabinísima, pueden ir al piso de arriba del Café Savoy, a la cafetería del hotel Kempinski Hybernská, a la Taberna del Soldado Svejk y, desde luego, al Darling Cabaret, del que les recomiendo salir en su limusina blanca: nunca he visto nada que sea a la vez tan macizo y tan serpenteante.
A los seguidores de Joaquín y al público en general les ha encantado Vinagre y rosas; unos y otros se han dado cuenta de la lucha feroz que se esconde dentro de esas canciones que surgieron de una guerra sin piedad y sin enemigos, que duró siete meses y acabó con ambos muertos pero felices y tan satisfechos como pueden estarlo dos personas que creen que siempre es posible encontrar una rima mejor o una estrofa más redonda.
Ser buenos compañeros de viaje, es lo que conseguimos Joaquín y yo desde el momento en que nos embarcamos rumbo a Praga hasta diez minutos antes de que la compañía de discos le quitara de las manos Vinagre y rosas. En todo ese tiempo, hemos vivido en una especie de combustión interminable pero también implacable, porque no dejaban de ocurrírsenos ideas pero sólo nos quedábamos con las más hermosas, que siempre son las que están más lejos y las que nunca se van contigo hasta las siete de la mañana. Para salir a perseguirlos tuvimos que encerrarnos, y él y yo hemos estado tan mutuamente presos que ahora padecemos un agudo síndrome de Estocolmo, del que habrá que curarse si queremos volver a nuestra vidas, porque ambos sabemos que lo que hemos hecho no lo podríamos hacer con nadie más en este mundo, pero también que eso no significa que lo volvamos a hacer. ¿O sí? Quién sabe.
Trabajar a cuatro manos no ha sido poner la mitad de cada uno en cada cosa, sino multiplicarse por dos, porque según el día, y dependiendo de quién estuviera más o menos en forma, nos turnábamos para hacer de liebre mecánica y así obligar al otro a correr el doble. Y les aseguro que cuando Joaquín acelera no es nada fácil seguirle. También es verdad que los dos somos buenos tramposos, y desde el principio recurrimos a todos los trucos posibles para salir de aquella aventura más amigos y con buen disco. Las dos cosas han pasado, pero, ¿qué quiero decir cuando digo trucos? Pues, por ejemplo, me refiero a saber combinar la anarquía con la rutina y la falta de contemplaciones con el respeto: lo primero, lo logramos no mirando el reloj entre febrero y septiembre y no poniéndonos fronteras de ninguna clase a la vez que nos inventábamos unas costumbres de circunstancias, como por ejemplo la de empezar a acabar cada día en los mismos lugares, cuando estábamos en Praga, por las mañanas en el Café Savoy y por las noches en el bar del hotel, que Joaquín bautizó como el Hopper's Bar. Lo segundo, lo conseguimos a base de no pasarnos una educadamente, y así yo dibujaba los ya famosos "corralitos" en los papeles donde escribíamos, para meter en ellos las palabras o las ideas con las que no estaba de acuerdo, mientras que él recurría a los verbos indios comprar/no comprar, para cerrarle la puerta a algo que me hubiese ocurrido y no le interesara. El mayor milagro de todos ha sido que tras discutir más de doscientos días y sus noches cada palabra de Vinagre y rosas, no nos hayamos peleado una sola vez, ni hayamos tenido un problema, ni hayamos caído en la vanidad, la soberbia o la avaricia, y lo mantengo. De hecho, al final de esas once canciones mi conclusión es que Joaquín es el tipo más decente de este planeta.
No escribimos lo que queríamos, sino much0 más. Y ahora, como hemos tenido gemelos sietemesinos nos los vamos a repartir, de modo que aquí estamos, ante todos ustedes, él con su disco, yo con mi libro y los dos con nuestras canciones. Esperamos que las tres cosas les gusten. Y, en cualquier caso, les aseguro que pueden confiar en ellas, porque no les van a contar ninguna mentira. Se lo digo con los corazones en la mano.
6 comentarios:
Grande Prado. Gran persona, gran letrista, gran poeta...
Confío en las canciones, me encanta el disco, me gusta mucho el libro, por motivos diversos, y me gustan vuestros corazones....
Gracias Meadow por la oportunidad que nos das a much@s de poder leer estos artículos
http://www.elpais.com/articulo/madrid/camerinos/familia/elpepiespmad/20091216elpmad_10/Tes
BEA
karmela, esa foto es de Los Corrales de Rota?
un saludo
Es preciosa, verdad? Son los Corrales de Rota, un día de verano al atardecer... La foto la hice con el móvil.
Un saludo
Gracias a ser tan fan de Sabina he descubierto a Benjamín Prado y no me extraña nada que hagáis tan buen equipo!Enhorabuena por el disco y el libro!
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