viernes, 27 de febrero de 2009

La corrección y la corrupción

Parece mentira, pero es verdad. Se puede escribir sobre política de un modo distinto. Se puede escribir bien y además, poedmos llegar a entenderlo a la vez que nos culturizamos. Debían pensar en Benjamín para las noticias políticas, al igual que lo hicieron una vez para los deportes. Se podía hablar del fútbol sin decir solo que es fútbol. Se puede hablar de la política mientras se habla también de Borges o Yourcenar, o incluso Pereza (a los que conoció en la noche Sabinera, ¿Verdad Víctor?).
Esencia de basura.
Por Benjamín Prado. El País.

Por diversas razones, entre las cuales destaca la palabra cementerio, el ser humano es melodramático por naturaleza. A Borges, por ejemplo, el paraíso y el infierno le parecían desproporcionados, porque en su opinión los actos de los hombres no merecen tanto. Y a Marguerite Yourcenar le pasaba lo mismo con la supuesta tendencia de la humanidad en general a la hipocresía, que consideraba una simple exageración fácil de desmontar: "La mayoría de las personas piensan demasiado poco como para poder permitirse el lujo de pensar doble".

Juan Urbano, que siempre se va a tomar en serio a alguien capaz de escribir algunos de los libros que escribieron Borges y Yourcenar, está seguro de que en el fondo tienen razón, pero la superficie de algunas cosas es tan fea y está tan llena de charcos, que no puede evitar tomársela en serio y deprimirse. "Con los pies fríos no se piensa bien", dice una canción de Pereza, y eso es justo lo que pasa.

Porque el problema es que algunos de los que sí tienen tiempo para pensar doble, y hasta triple si les hace falta, se dedican a la política, un arte que parecen entender como el camino más rápido al dinero. Igual Marguerite Duras cambiaba de opinión si leyera los periódicos de estos días, sin ir más lejos, y le faltasen dedos en las manos para contar la cantidad de veces que la corrección es la tapadera de la corrupción. La corrección es esa bandera hipócritamente blanca que llevan tantos en la mano mientras propagan con sus discursos lo que el maestro Ángel González llamaba el buenismo, esa corriente hecha de ideales elásticos, que siempre se pueden adaptar a lo que convenga, da igual si es un patriotismo de cabra y tambor o un feminismo populista: todo vale si vale un voto. La corrupción es lo que va por debajo de la corrección, y uno se queda de una pieza, por ejemplo, al ver lo que dicen que han hecho algunos de los sospechosos de la trama de espionaje y delitos urbanísticos que se investiga en Madrid y compararlo con lo que dicen, con esas arengas a su favor o contra, sus rivales, en las que todo es un alegato a favor de la honestidad. Tiene razón Borges, el paraíso y el infierno nos vienen grandes, y a algunos no les hacen falta ni Dios ni el demonio, porque tienen bastante con un ministerio y hasta con una concejalía: el poder ínfimo también corrompe absolutamente.

Juan Urbano llevaba días indignado con lo que leía en los periódicos, con los espías, los sobornos, las mafias de guante blanco que se mueven por los despachos más altos de Madrid. Ayer mismo le saltaron a los ojos varias noticias: una hablaba de los contratos que el recién dimitido alcalde de Boadilla adjudicó al despacho de abogados que asesora un ex ministro de Justicia del PP, por valor de más de 100.000 euros, para que defendiera al Ayuntamiento, que naturalmente cuenta con unos servicios jurídicos propios. Otra contaba que la Fiscalía Anticorrupción ha denunciado a la alcaldesa, el concejal de Obras Públicas y el jefe de Gabinete que ocuparon el poder en Tres Cantos entre 2003 y 2007 por actividades que "podrían ser constitutivas de delitos continuados de cohecho, falsedad documental, fraudes de funcionarios, tráfico de influencias, negociaciones prohibidas, delito contra la Hacienda Pública y blanqueo de capitales". Otra hablaba de los negocios de algunos familiares de la presidenta Aguirre en el mismo lugar, Tres Cantos, donde lograron beneficios del 285% comprando terrenos baratos que luego se recalificaban, se convertían en urbanizables y dejaban ganancias de 12 millones de euros. Igual es todo un montaje, una campaña de difamaciones, una cacería y todo eso que dicen los acusados, pero lo que se dice oler, no huele muy bien. Si esto en lugar de un artículo fuera uno de esos incomprensibles anuncios de colonia que acaban con una frase en francés, esa frase no podría ser otra que eau d'ordures, esencia de basura.

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