jueves, 29 de julio de 2010

Serpientes de verano

O lo que es lo mismo, la política local en un julio muy caluroso. Aburrido hasta la médula. Menos mal que ahí siguen Juan Urbano y Benjamín Prado (el uno refrescándose en alguna fuente, en la playa el otro), para abanicarnos con el rescate de las frases de Canetti o Bergamín, salpicadas por sus mordaz mirada y su lengua veraniega.


Demócratas hasta la muerte
Por Benjamín Prado. El País.

Llega el verano y se van las noticias. Y Juan Urbano piensa en ese aforismo cruel de Elias Canetti cuyas nueve palabras dan vueltas dentro de su cabeza, desde el día en que las leyó, igual que si fueran peces en un acuario: "La muerte es terrible, pero ¿con qué podríamos sustituirla?". La ausencia de noticias no es terrible, y tiene antídoto: otras noticias. Así que los partidos del verano los juegan los reservas, y no solo en los periódicos deportivos, donde la información da marcha atrás hasta el rumor y las páginas se llenan de fichajes imposibles para que los aficionados juguemos en la playa a cambiarle la camiseta a los futbolistas. El Congreso cierra, pero el asesino de John Lennon vuelve a pedir la libertad condicional; y el hijo del psiquiatra de Marilyn Monroe le cuenta a la prensa los remordimientos que siempre tuvo su padre por haber dejado sola a la actriz el día de su muerte; y el de Susan Sontag, da los diarios secretos de su madre a una editorial, para hacerse famoso y ganar unos dólares metiendo la cuchara en su tumba. Y luego están los viajes, la gastronomía, los conciertos, los festivales de teatro y, en la despensa, los ecos de un año en el que nos vinimos de rojo del Mundial, de amarillo del Tour y de Wimbledon con la ensaladera debajo del brazo.

Lo único que deja una mancha en la ropa de invierno es la política, con una crisis sin resolver, una tasa de paro dramática, un mercado de trabajo en el que vuelven a ser los años setenta y una huelga general que se ha montado por esa razón para el 29 de septiembre, que es el día en que nacieron Cervantes y Unamuno, pero también en el que murieron Zola y Auden. ¿Qué va a desaparecer, a sobrevivir y a cambiar ese día de este año?

En la Comunidad de Madrid, el mal sabor de propina lo dejan el archivo de la causa abierta por espionaje contra el equipo de la presidenta Esperanza Aguirre y la imagen de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, en su última comparecencia pública de este curso, marchándose de vacaciones con una pala al hombro después de haber echado tierra sobre ese asunto del que, por desgracia, y como tantas otras veces, se puede decir que está clarísimo para todo el mundo menos para una persona: el juez encargado de investigarlo. Así que borrón y cuenta nueva, el magistrado deja el calabozo abierto y un coche en marcha en la puerta, y la jefa de los conservadores obliga al vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, y al ex vicepresidente del Gobierno regional, Alfredo Prada, a retirar el recurso contra esa decisión. Disciplina de partido, se llama eso, pero a Juan Urbano y a mí siempre se nos vienen palabras menos suaves a la boca, en estos casos.

El vicealcalde de Madrid está suspendido temporalmente por el Comité de Derechos y Garantías, ja, ja, ja, qué bueno, por haber llamado a Aguirre por algunos de sus nombres en EL PAÍS. Al final de esta grotesca película de serie negra, el poli bueno y el poli malo de la historia han hecho su papel, y mientras uno le ofrecía perdonarle el año de castigo si se mantenía lejos de los tribunales, el otro lo ha amenazado con llevarle a ellos si no pedía públicamente perdón por haber dicho la verdad. Qué imagen tan lamentable da esa gente a la que no resulta difícil diciendo de la democracia lo mismo que el poeta José Bergamín decía del PCE: "Yo con los comunistas, hasta la muerte, pero ni un paso más". Es porque él además de comunista, era católico. ¿Y ellos? ¿Qué son ellos, además de demócratas?

jueves, 22 de julio de 2010

No fue un accidente

La mirada de Benjamín se posa sobre esos lugares poco comunes, sobre esos temas que no se debaten en ningún sitio, Juan Urbano y él muestran en la pantalla del periódico aquello que consideran inaceptable y que, aunque lo es, en raras ocasiones se explicita de este modo.
¿Están los accidentes laborales entre los temas que más preocupan a los españoles? En la pluma de Benjamín y en las páginas de El País, sí.
Un ataúd en la oficina
Benjamín Prado, El País.

Siempre hay alguien detrás de la catástrofe. Si se quema el hotel Ritz, es que el sistema de seguridad no ha funcionado, o los inspectores no han hecho bien su trabajo, o las alarmas no han cumplido su cometido, o ninguna cámara vigilaba las cocinas, que suelen ser las habitaciones donde el fuego conspira contra los habitantes de la casa. Si cae una atracción en el Tibidabo y muere una niña de 15 años, alguien no revisó como debía el mecanismo. Si los arrogantes controladores aéreos vuelven a chantajear otra vez al país entero, dándose de baja por enfermedad hasta que les paguen otro euro, será porque algún médico con el sentido deontológico de un prestamista les ha dado esa baja. Y así todo: hay periodistas que pueden decir auténticos disparates cada día en un periódico o una radio, porque alguien se los publica o les pone un micrófono en la mano.

Hay políticos que espían a otros políticos porque sus jefas se lo ordenan. Y por desgracia, hay obreros que mueren o sufren accidentes terribles porque las empresas que los contratan no cumplen con su obligación primera, que es tomar las medidas que garanticen que uno no vaya a salir del trabajo dentro de un ataúd o, en el mejor de los casos, en ambulancia.

"Es que están completamente desprotegidos, y más en esta época, en la que se pone a trabajar a cualquiera en cualquier puesto, tanto si está cualificado para él como si no, porque hay que atender a los turistas y cubrir los puestos de los compañeros que están de vacaciones", dice Juan Urbano, que me ha traído a la cafetería donde desayunamos los recortes del diario que reflejan que en los últimos días han muerto un hombre de 62 años, arrollado por el tractor que utilizaba para las faenas del campo, en Jaén; y otro de 35, al caer del tejado del centro comercial Carrefour de Andújar.

El lunes, una trabajadora rumana perdió la mano en un torno mecánico de una fábrica de Paracuellos del Jarama. Y el martes, una mujer de 47 años sufrió una lesión muy grave en su brazo derecho, al quedar atrapada entre los rodillos de una máquina de la panificadora donde prestaba sus servicios, en Algete, y es muy probable que no lo recupere, puesto que según el parte médico que han dado en La Paz, la extremidad se encontraba "en estado catastrófico".

La frialdad de las cifras explica el infierno, y en España, de enero a abril, han muerto 241 trabajadores en accidentes laborales. Y en lo que respecta a las heridas graves se sigue, más o menos, en el mismo lugar en el que estábamos el año pasado, cuando la media fue de 18 percances al día, así que pasaremos de los dos mil dramas, todos ellos tan estremecedores como el de las dos mujeres que fueron atrapadas por las máquinas que manejaban en Algete y en Paracuellos del Jarama.

Y siempre hay alguien detrás, un paso más allá de las llamas del hotel Ritz, y de la enfermedad de los controladores, y de los parques de atracciones convertidos en cementerios; y, naturalmente, de los accidentes laborales. Y a esos es a los que hay que ir a pedir las explicaciones.

miércoles, 21 de julio de 2010

La poesía y el folklore

La semana pasad colgábamos el vídeo, hoy transcribimos el poema (viva la palabra, y la letra) que Benjamín publicó en su libro Marea Humana, y del que, en aquella noche Flamenca, nos explicó el por qué:

"Machado llevaba en su bolsillo cuando murió el principio de un poema que no sabemos cómo hubiera sido. Solamente decía:


Estos días azules
y este sol de la infancia

Yo, jugando con esos versos que nunca acabó, intenté hacer este pequeño homenaje, se llama:

El derrotado
(Antonio Machado)

Estos días
azules
y este sol
de la infancia
y el hombre
que al mirarlos
sólo ve
sangre y nieve,
ve que ya
no le importan
ni son suyos
ve
que ya
no los tiene.

Es un hombre
que vino
desde un país
a oscuras.
Es
el hombre sin nada,
el que ya
sólo quiere
agua sin ríos
pastos sin caballos
y muerte sin campanas..
Sólo muerte.

Estos
días
azules.

A lo lejos,
se escucha
el correr
de una fuente
y él
lo transforma
en himnos,
en soldados que cantan,
en la música roja
de un corazón que hierve.

Adónde
puede ir
quien
lo ha
perdido
todo,
quien perdió
su bandera,
su libertad,
su gente,
quien
no quiere
olvidar
lo que
pudo
haber
sido,
quien no puede
saltar
el muro
de su frente.

Estos días
azules
y el hombre
que al mirarlos
sólo ve
sangre
y nieve,
ve que no son de entonces
ni son suyos,
son
de
un
tiempo
perdido
y
de
un
país
sin
suerte.

viernes, 16 de julio de 2010

Benjamín Flamenco

Benjamín y Argentina actuaron en el festival Suma Flamenca, del que informamos, y al el que no pudimos asistir en directo. Pero Mariana Speranza nos facilitó esta extraodinario vídeo. Para revivir en diferido este pequeño fragmento de poema y cante, como si hubiéramos estado allí. Disfrutadlo.



jueves, 15 de julio de 2010

Con educación

Una semana da para bastante. Y cuando los literatos se meten en política la opinión gana terreno a la literatura y los dimes y diretes epistolares se cruzan. Eso es lo que pasó tras el articulo de Benjamín Prado sobre Alberti, que tuvo respuesta en un artículo de Andrés Trapiello, la contraréplica en una carta al director de Benjamín, respuesta de Trapiello, y ¿punto final? de Benjamín en una nueva carta. Todo con relativa educación, aunque esta definición dependerá de los colores de quien lo lea.

Tal y como es la EDUCACIÓN, la que debería ir en mayúsculas pues es la que soporta a todo un país, la del sistema educativo nacional, la que critica, y con razón, Benjamín en su artículo del jueve en El País. Aquí hay poca discusión posible, que triste educación reciben los chavales hoy en día en los institutos, y no vamos a mejor.

Descansa en paz, educación
Por Benjamín Prado. El País.


"No hay barco más peligroso que el que quiere hundir su capitán, y eso es la educación en España", dice Juan Urbano nada más cerrar el periódico, que ha comprado como cada mañana en el quiosco que hay en la esquina de su calle y que acaba de leer en el bar donde hemos desayunado: como saben, él es aún de los que piensan que merece la pena levantarse media hora antes para poder leer la parte que más le interese del diario antes de ir a trabajar, puesto que, según él, "hay que saber lo que sucede para poder saber lo que te pasa". Le miro y veo que tiene un gesto acrobático entre la ira y la resignación, porque acaba de enterarse de que el año que viene los Institutos de la Comunidad de Madrid dispondrán de 1.500 profesores interinos menos, porque la Consejería de Educación ha sacado las tijeras para cortar lo que siempre cortan los políticos cuando la cosa se pone de color hormiga: la cultura y la educación, que son las dos cosas que menos les importan. Antes, cuando una nave se hundía, alguien gritaba eso de las mujeres y los niños primero, pero ahora eso es impensable, porque se consideraría una expresión machista y, a un nivel más ejecutivo, porque lo único que saben gritar los Gobiernos del mundo cuando la crisis empieza a morder es: ¡Los bancos! ¡Los bancos primero!

Educación y Cultura siempre han sido palabras grandes y ministerios pequeños, pero además la obsesión privatizadora de la presidenta de la Comunidad de Madrid y de todo su equipo siempre las ha tenido en su punto de mira, a ellas y a la sanidad, porque donde otros vemos un servicio, ellos ven un negocio, que suena parecido pero es justo lo contrario, y lo demuestran una vez más con este recorte intolerable de profesores, que hará aún más mediocre las aulas de nuestro país, siempre en la cola de Europa en lo que a nuestros alumnos se refiere, como todo el mundo sabe y todos los informes recalcan. Como no hay mejor puñalada que la que se da por la espalda, la Consejería de Educación le ha comunicado esa brutal reducción de la plantilla docente a los 324 institutos de Madrid a principios de julio, cuando los maestros ya no estaban en los centros y no se podían defender. Qué nivel.

La Asociación de Directores de Instituto de Madrid, que representa a más del 80% de los centros, ha convocado una asamblea urgente, que no servirá de nada, para denunciar que la merma de entre cuatro y cinco profesores menos en cada centro público de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional les impedirá ahora "cubrir las mínimas necesidades educativas de los estudiantes", provocará su cierre en un futuro y, con vistas al pasado, significa "un retroceso de más de 10 años para la enseñanza pública". El tintineo que se oye estos días en los despachos más altos de la Comunidad de Madrid proviene de las joyas de quienes se están frotando las manos al ver juntas en la misma frase las palabras "pública" y "cierre", como podrán imaginar.

Los directores denuncian que no podrán poner en marcha los laboratorios o los talleres de trabajos manuales, ni dispondrán de personal suficiente para ofrecer refuerzos a los alumnos más rezagados, que ya sabemos que en España son una multitud, y que solo podrán, y aun eso a duras penas, impartir las asignaturas obligatorias. Desde la Consejería de Educación, como no podía ser más, niegan que haya recortes y que la parte contratante de la primera parte. Un triunfo político para ellos, ahora ya solo falta que coloquen un sacerdote en cada aula para suplir con unas buenas clases de religión todo lo que los institutos públicos ya no van a poder ofrecer. Qué gente, estos no dictan leyes, firman actas de defunción.

miércoles, 7 de julio de 2010

Desde la tribuna, por Alberti

La cuarta página de El País es una espacio reservado para las Opiniones más ilustres y más reputadas. Opiniones personales y con firma, que el pasado día 2 estuvo protagonizada por Benjamín Prado. Todos conocemos su admiración por Alberti, que es igual o mayor al odio que tiene al uso que se está haciendo del nombre y obra del poeta. No explico más, que sea Benjamín quien nos saque de dudas, y que lo haga tan bien como sólo él sabe.
Rafael Alberti: a la caza del poeta rojo
Por Benjamín Prado. Tribuna. El País.

En vida, Rafael Alberti se definía como un poeta en la calle y como un marinero en tierra; tras su muerte, lo han convertido justo en lo contrario: en una empresa fantasmal y en un barco lleno de agujeros. Las dos cosas dan el mismo resultado: un naufragio. Porque entre los ataques externos y el fuego amigo, su biografía se ennegrece día a día y sus libros están cada vez más lejos de sus lectores y de la verdad, puesto que algunos resultan inencontrables y otros están manipulados no se sabe si por sus herederos, sus editores, sus estudiosos o, más bien, por la suma de todos ellos.

Tras 38 años de exilio, declaró: "Me fui con el puño cerrado y regreso con la mano abierta"
Parece mentira, pero el nombre del autor de libros capitales como Sobre los ángeles, Baladas y canciones del Paraná, Retornos de lo vivo lejano, A la pintura y tantos otros, cada vez se cita menos a la hora de hablar de literatura y, en cambio, cada vez aparece más en los periódicos como parte de un escándalo o como víctima de un insulto. La tarea de desprestigiarlo parece haberse convertido en el deporte nacional, y da lo mismo abrir una novela, una biografía, un libro de poemas o un ensayo de algunos de nuestros autores más notables, para demostrarlo. Dan ganas de salir a defenderlo a pesar de su familia, cuya última versión es un gran ejemplo de que, cuando uno tiene mala suerte, la ropa limpia se mancha en casa.

En lo que debería de ser la casa de su obra, la Fundación Rafael Alberti, montada en El Puerto de Santa María con la bisutería de la que iba a abrirse originalmente en Cádiz, y por lo tanto sin ninguno de los tesoros artísticos que fueron trasladados a España, con dinero público, desde la casa del poeta en Roma, todo son sospechas y acusaciones de inmoralidad.

Los dos últimos episodios de esa historia negra son un nuevo caso de manipulación de la obra de Alberti y la denuncia que acaba de presentar el secretario de la institución, en la que señala gravísimas irregularidades cometidas por sus máximos responsables, entre ellas la de comprar serigrafías del autor de Noche de guerra en el Museo del Prado para revendérselas por cinco veces su precio de mercado a la propia Fundación. En cuanto a la censura que se ejerce desde hace años sobre los textos del maestro, que ya expliqué en su momento en mi libro A la sombra del ángel y en varios artículos publicados en este mismo periódico, esta vez le ha tocado a un estudio del arquitecto Joan Carles Fogo Vila titulado Los espacios habitados de Rafael Alberti que ha sacado la misma "fundición", como la llama José Manuel Caballero Bonald, con una serie de cambios y supresiones que son, más o menos, los mismos que sufrieron las últimas ediciones de las memorias de Alberti, La arboleda perdida, que la editorial Seix Barral sigue publicando en sus versiones tergiversadas: Luis García Montero y yo hemos sido tachados, también Teresa Alberti, a veces su hija Aitana, y en este caso nuevos enemigos-consorte como Almudena Grandes o Pedro Guerra. Qué miseria y, sobre todo, qué despropósito.

Sin nadie que lo defienda y en contra de las corrientes de opinión que nos arrastran, Alberti se ha convertido en la jaula donde todos los cazadores van a vaciar sus escopetas. Últimamente, la disculpa para atacarlo es Miguel Hernández, enfrentando el drama del poeta-soldado a la supuesta farsa de los "intelectuales de mono planchado y pistolas de juguete" -como los llama el biógrafo José Luis Ferris en Miguel Hernández: pasiones, cárcel y muerte de un poeta- que hicieron la guerra en la retaguardia, escondidos en la Alianza de Intelectuales Antifascistas de Madrid. En su biografía Oficio de poeta, por lo demás muy completa, Eutimio Martín lo acusa, con otras palabras, de egocéntrico y de oportunista, al aprovecharse de que su mujer dirigiera el Teatro de Arte y Propaganda para estrenar allí varias de sus obras, mientras que las del autor de Viento del pueblo se rechazaban; y eso a pesar de que el propio Martín reconoce que el teatro de Hernández no era gran cosa, mientras que el de Alberti está entre lo mejor que se escribió durante la contienda.

Siguiendo la misma línea, se deja entrever que Alberti no hizo todo lo que pudo por salvar a Miguel Hernández, pese a que luego se asume que fue el propio autor de Romancero y cancionero de ausencias quien se equivocó al elegir su huida, con lo que Martín repite el modelo que marcó Ignacio Martínez de Pisón en su obra Enterrar a los muertos, donde decía que Rafael no quiso salvar al traductor de John Dos Passos y, a la vez, llegaba a la conclusión de que su asesinato no lo pudo parar ni el presidente Negrín, puesto que fue el resultado de una lucha de poder entre dos poderosos generales rusos. Como remate, en la edición ampliada de su absorbente libro Las armas y las letras, Andrés Trapiello, que pese a su antipatía manifiesta por Alberti reconoce que este le ofreció su ayuda a Hernández para que pudiera salir de España en un avión de la República, aporta una foto del poeta gaditano, vestido de miliciano y dedicada al escritor ruso Ilya Erhemburg con la frase "la belle époque", de la que saca la conclusión de que para Alberti la Guerra Civil fue una fiesta. ¿No parece mucho más sensato deducir que de lo que habla Alberti es de su juventud, 25 años después de haber sido tomada esa imagen?

Si saltas del ensayo a la ficción, encuentras más de lo mismo.

Abres la última novela de Antonio Muñoz Molina, La noche de los tiempos, y Alberti es, sin duda, uno de esos señoritos hipócritas que lanzan vivas a la clase trabajadora mientras se cruzan de piernas y piden otra copa en la terraza del hotel Ritz; o te cuentan cómo él y su esposa viajaban a Rusia "costeados por el dinero de la República, y al volver se hacían fotos en la cubierta del barco, los dos levantando el puño cerrado, ella envuelta en pieles, rubia, con los labios muy pintados, como una Jean Harlow soviética con cara de pepona española".

O lees el último libro de poemas de Miguel d'Ors, Sociedad limitada, y en su poema 1938, encuentras esto: "Capital de la gloria. Una vez más los versos / doloridos de Alberti, con silbidos de balas / y sangre y trimotores y trincheras en donde / huelen los capotones a corderos mojados. / Y al fondo de estas páginas, en aquel horizonte / en que rasgan la noche lívidos fogonazos, / al otro lado de las alambradas, justo / donde la voz de Alberti señala al enemigo...". Son solo dos ejemplos.

Rafael Alberti fue un poeta colosal y un símbolo de la República, del Partido Comunista y de la Transición, cuyas primeras Cortes inauguró como vicepresidente de la Cámara junto a Dolores Ibárruri y cuya esencia tal vez resume mejor que ningún otro su gesto al descender del avión que lo trajo a España tras 38 años de exilio: "Me fui con el puño cerrado y regreso con la mano abierta".

Pero nada de eso hace que se le tenga el más mínimo respeto. Al contrario, hay tanta gente a la caza del poeta rojo, tantos buscadores de oro tratando de sacarle el último euro al muerto y tan pocos que quieran recordar su categoría literaria, civil y humana, que dentro de poco su nombre será parte de esa sombra que se ha echado sobre toda la parte de nuestro pasado que no se ha podido arrastrar al centro político. Un centro que funciona como un desagüe por el que lo mismo se cuela una Ley de Memoria Histórica que el prestigio de un escritor que, según sentencia del tiempo, llevaba el carné equivocado en la cartera.