jueves, 31 de julio de 2008

En verano, mejor en la playa

Juan Urbano no anda por Madrid, seguro que estuvo disfrutando, la semana pasada, del homenaje que se le dedicó a Ángel González en Rota, y seguro que entre ola y ola anda estos días, leyendo el periódico, e intentando olvidarse de un Madrid que cada día tiene más boina. No obstante, ha asistido a su cita semanal.

El vigilante de las ruinas
Por Benjamín Prado. El País
Leía las noticias en la playa de Rota como quien ve girar la Tierra desde otro planeta, y no sabía qué le resultaba más raro, si el modo en que los bancos lloran mientras se enriquecen en medio de la crisis o la forma en que el ministro de Industria, Turismo y Comercio quiere combatirla: los del Santander, el BBVA y Caja Madrid se quejan porque sólo han ganado 4.730, 3.108 y 1.084 millones de euros entre enero y junio, y Miguel Sebastián sugiere que el problema se arregla bajando la velocidad de 120 a 100 kilómetros por hora en los accesos a las ciudades y abriendo el metro los fines de semana por la noche.
"O sea, que la economía es la econosuya, como siempre, porque el dinero puede cambiar de manos, pero nunca cambia de dueño", se dijo Juan Urbano, mientras se aguantaba las ganas de pedir un segundo café en el bar donde estaba desayunando, por ahorrarse un euro con cincuenta. Claro, es que cuando las cosas se ponen de color hormiga hay que cambiar de marcha, pisar el freno y reducir la velocidad, los días de vacaciones y la ración de comida, porque si no las monedas se nos van a volver cuadradas a la hora de subir la cuesta de septiembre.

Los políticos, sin embargo, nunca suben, siempre van hacia abajo y a favor de la corriente, tanto a la ida como a la vuelta, y si para conseguirlo hace falta volver a prometer lo que ya prometieron, pues se hace y punto. El Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, acaba de anunciar que va a convertir la antigua fábrica de ascensores de Boetticher y Navarro, levantada a principios del siglo pasado en Villaverde y que lleva abandonada desde 1993, en un centro de nuevas tecnologías. Es verdad que ya lo hicieron hace dos años y que entonces aseguraron que la obra estaría acabada en este 2008 que ya casi está marchándoseles de la estación; pero ¿y qué? No pasa nada, se nos vuelve a poner otra ronda de lo mismo y, si hay suerte, quizás esta vez haya algo dentro de los vasos.

Naturalmente, el proyecto incluye enormes zonas verdes y la construcción de 550 viviendas que, sin duda, no van a ser de protección oficial y que ayudarán a combatir la crisis inmobiliaria igual que la combate el Gobierno, que es ayudando a los constructores como nunca ayudaron a los ciudadanos que intentan ganar la costa nadando por una hipoteca llena de cocodrilos, pero nada de eso llamó la atención de Juan Urbano, sino la historia de un hombre que vive en ese edificio abandonado, entre las ruinas, y que afirma que seguirá allí hasta que lleguen las hormigoneras y las excavadoras, si es que esta vez llegan, porque a menudo la realidad se parece a esos versos de Ángel González que dicen: "Te llaman porvenir / porque no vienes nunca".

El caso de ese hombre, que vino de Nigeria a España en busca de un futuro sin saber que el porvenir no estaba lleno de oportunidades sino de escombros, le recordó mucho a Juan Urbano al de otro hombre que había conocido en Nicaragua y que trabajaba como vigilante de la catedral de Managua, que tiene unas grietas inmensas que le abrió el terremoto de 1972 y desde entonces está a punto de caerse. Cuando estuvo allí, le preguntó a ese hombre si podía entrar a ver la iglesia, y el otro le respondió que estaba prohibido, porque resultaba muy peligroso. "¿Y qué hace usted dentro?", le dijo. Y el otro contestó, desde detrás de la reja de la entrada: "¿Pues qué voy a hacer? Mirar al techo, para dar la alarma si empieza a caerse".

A Juan Urbano le gustaría que contrataran a ese hombre nigeriano como vigilante de la obra que transformará la antigua fábrica de Boetticher y Navarro en un centro de nuevas tecnologías, porque ése sería un hermoso final para esta historia. Seguro que lo haría bien.

Apuró su único café posible y se bajó a terminar de leer el periódico a la playa, que de momento es gratis. Qué mundo éste, pensó: los beneficios suben, la velocidad baja y las promesas están siempre en el mismo sitio. Pero si algunas cosas empiezan a salir de entre las ruinas y a algunos seres humanos se les rescata de entre ellas, quizás estamos en el buen camino.

miércoles, 30 de julio de 2008

De Ángel González por Benjamín Prado

Benjamín Prado nos ha sacado de nuestro error y ha sido su propio corresponsal. Como él mismo dice: "Yo leí lo que él llamaba "su sintonía", que es el que empieza: "Para que yo me llame Ángel González"...

Ahí va... (extraído del libro "Ángel González. Antología de poesía para jóvenes" cuyo prólogo, selección y entrevista es de Benjamín Prado).

Su sintonía (así lo llamaba Ángel González), y así lo publicó en "Aspero mundo"

Para que yo me llame Ángel González
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huída hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
estos que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

domingo, 27 de julio de 2008

De Ángel González por Almudena Grandes

Tal como nos ha comentado el mismo Benjamín Prado (muchas gracias por estar al quite y disculpa la confusión) , este fue el soneto que leyó Almudena Grandes en el homenaje de Rota a Ángel González. Nos ha chivado Benjamín que Almudena "siempre dice que con otros poemas aprendió a admirar a Ángel, pero con ése aprendió a quererlo"

Se me hiela la voz en la garganta.
Mi voz más dulce, con la que solía
hablar de amor a solas, se me enfría
aprisionando todo lo que canta.

¿O es una voz distinta ésta que tanta
tristeza dice que emsombrece al día?
En lentos remolinos de agonía
mi voz, ceniza densa, se levanta.

¡Fino polvo sutil de mi tristeza
conducido en pausados giros quedos
a las más nimias cosas por el viento!

Todo ya es gris, y tengo la certeza
que, de tocarlo todo, vuestros dedos
tendrán la mancha de mi desaliento.

sábado, 26 de julio de 2008

Album fotográfico del homenaje a Ángel González en Rota

Nuestros corresponsales en Rota nos han hecho llegar estas fotografías del homenaje a Ángel González del pasado 24 de julio.

Pincha sobre la imagen para acceder al álbum completo.

Homenaje a Ángel González en Rota. Benjamín Prado

viernes, 25 de julio de 2008

Benjamín Prado leyendo a Ángel González

Tras tanto homenaje a Ángel González, solo nos faltaba ver cómo Benjamín Prado le recita. Este vídeo corresponde a la cita del pasado día 17 en El Escorial, en el homenaje que se le rindió en El Escorial, en los cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid.

Lugares propicios al amor, de Ángel González,
por Benjamín Prado


jueves, 24 de julio de 2008

Rota, idem sin Ángel González


31/07/08
Poema de Ángel González recitado por Benjamín Prado en Rota



27/07/08
Soneto de Ángel González con el que Almudena Grandes recordó al poeta en Rota.

26/07/08
Álbum fotográfico del homenaje a Ángel González.

25/07/08
Nos cuentan desde Rota que el homenaje a Ángel González fue todo un éxito. Los poemas leídos por García Montero, Almudena Grandes, Juan José Tellez, Felipe Benítez Reyes y Benjamín Prado (un soneto de Ángel González que en breve adornará las páginas de este blog) o las canciones de Ruibal, Paco Cifuentes o Ángel Corpa. La mujer de Ángel González, Susana Rivera, también quiso estar presente y participar en el homenaje.


Quien da nombre a este blog se felicitó a sí mismo y a todos los allí presentes por poder estar en un lugar como Rota y con una gente como aquella rindiéndole homenaje a alguien como Ángel González. Con su habitual estilo cautivador y fílmico, el poeta y escritor madrileño, volvió a destapar su faceta de cuenta anécdotas y regaló a todos con alguna de sus andanzas, como aquella en la que iban cuatro en un coche, Benjamín Prado, Joaquín Sabina, Ángel González, y la botellita (aquella que les ayuda a Joaquín y a él a inventar alguna que otra canción). Circulaban por Rota, con rumbo fijo a la perdición, porque así fue como acabaron, girando el volante siempre al mismo lado y pasando siempre por delante del mismo bar. Joaquín gritaba por la venta "socorro que me han secuestrado", mientras el copiloto Ángel fumaba impasible. La algarabía en el interior del vehículo aumentaba cada vuelta (se sigue acrecentando el mito del nefasto sentido de la orientación de Benjamín, que ya se intuye en el libro A la sombra del Ángel). Finalmente Benjamín pregunta al maestro por qué no se une a la fiesta y por qué va tan callado y fumando tan tranquilamente, a lo que el asturiano responde, "a mi dejadme en este bar y dentro de dos vueltas me recogéis"...

No volverá a protagonizar anécdotas de estas, pero sigue irradiando sentimiento cada vez que alguien abre uno de sus libros y poniendo el vello de punta cada vez que alguna voz entona sus versos.


(No sabemos si aún seguirán dando vueltas con el coche).

Homenaje en la Feria del Libro de Madrid. Homenaje en los cursos de verano de El Escorial.

Más información en el Diario de Cádiz

Valoración y opinión a cargo de Juan José Téllez en La Voz Digital.es

24/07/08
La semana pasada le veíamos y le leíamos en un homenaje organizado por él en la Complutense sobre Ángel González y hoy mismo podemos verle y disfrutrarle en Rota. Allí estará, junto a Benitez Reyes, Caballero Bonald, Almudena Grandes, García Montero... en el homenaje que la villa de veraneo de Ángel, de la mano de Izquierda Unida, le rinde al poeta.

En este artículo de Arantxa Cala, en el Diario de Cadiz, Benjamín Prado dice:

"Era un asiduo de los verano en Rota y yo sospecho que debe ser el único sitio en el que Ángel llegó a bañarse en la playa, aunque sólo hasta las rodillas. Venía aquí y hacía lo que más le gustaba que era estar con amigos, hablar de todo, incluida la poesía, estar con su mujer, Susana (Rivera) y comer cosas ricas, las que le solía hacer Almudena (Grandes)". "Aquí -añade Prado- estaba muy contento y volvía a Madrid muy nuevo y muy regenerado. Los recuerdos más bonitos que tengo de Ángel los tengo aquí, en la playa, por las noches".


Afortunados quienes esta noche puedan disfrutarlo. Si alguien quisera y pudiera enviar algo...

Ola política

Ya me extrañaba no haberme encontrado a Juan Urbano caminando estos días en los que solo el sol es de justicia en Madrid, porque no es justo que otros cojan ya vacaciones y yo no, no es justo que los nombres pequeños tapen a los grandes, no es justo pagar más por menos y moverte en transporte público aún peor... Había temas de sobra, pero Benjamín Prado hoy ha cogido el bolígrafo con la izquierda, y así le ha salido...

El otro nombre del PCE.
Por Benjamín Prado. El País.
Como cada verano, por las tardes Juan Urbano se sienta en la playa de Rota, en Cádiz, y lee hasta que el sol deserta de su luz amarilla, se pone de color naranja y hace ilegibles las palabras del libro. Ayer, sin ir más lejos, acabó una novela policiaca de Benjamin Black, que es el seudónimo que usa el narrador irlandés John Banville para publicar obras de género, titulada El otro nombre de Laura, y que cuenta la historia de un supuesto suicidio que no fue lo que parecía y de unos personajes que tampoco eran exactamente lo que daban a entender. El otro nombre de Laura era Deirdree y lo que ocultaba la segunda de la primera era tanto que nos hace darnos cuenta, una vez más, de que el ser humano es el único animal que sabe vulnerar las leyes del espacio y el volumen para esconder lo más grande dentro de lo más pequeño. Somos pura fachada.

Con el aroma del libro de Benjamin Black, que es el modesto autor de historias de detectives en el que se esconde el prestigioso John Banville, flotando en el aire, Juan Urbano vio que el periódico también traía algunas historias de ocultaciones, entre ellas, como siempre, casi todas las que forman la sección política; pero sobre todo le llamaron la atención dos: una, la que hablaba de un cuadro abandonado tras la Guerra Civil en una casa de la calle Alfonso XII y cuya enigmática modelo resultó ser la esposa de Santiago Casares Quiroga, presidente del Gobierno de la República entre mayo y julio de 1936; la otra fue la suspensión, por primera vez en 30 años, de la histórica fiesta del PCE, a finales de septiembre, en la Casa de Campo. Su conclusión fue que en realidad lo que le había ocurrido de tres maneras distintas a esas tres historias era lo mismo: Laura, Gloria -que así se llamaba la mujer de Casares Quiroga y madre de la actriz María Casares- y el PCE estaban o están en malas manos. Y las malas manos rompen lo que les dan, lo extravían, lo desarman o no saben cómo usarlo. Menos mal que no siempre lo hacen desaparecer para siempre, si me permiten el juego de palabras, porque a veces lo que han estropeado o perdido puede caer en otras manos opuestas a ellas, manos capaces de arreglar y encontrar, de reconstruir y poner en marcha lo que estaba parado.

El hombre que ha vuelto a arrastrar hacia la luz el cuadro de Gloria Pérez se llama José Antonio Buces y ha pasado años siguiendo la pista de ese retrato, hasta encontrar en Galicia la foto de la que fue copiado y dar con el nombre del artista que lo pintó, el académico de Bellas Artes Luis Mosquera, que tras el desastre de 1936 llegó a retratar a Francisco Franco y al líder del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer. Los hombres que han tirado del PCE hacia la oscuridad tienen varios nombres y un defecto común: la ambición. Porque parece que ha sido sólo ambición personal de poder, de conservar ciertos puestos y ciertos sueldos que iban con sus cargos, lo que les ha llevado a ser los peores rivales de sus aliados y a hundirse con las siglas históricas del PCE atadas a la espalda. A fuerza de perder elecciones internas y no aceptar sus derrotas, han levantado un muro entre ellos y la realidad y se han quedado solos, convertidos en los propietarios de su propia prisión y nada más que en eso.

A Juan Urbano, que siempre que había podido fue a la fiesta del PCE, le dio lástima que este año no fuera a celebrarse, y se le puso amarga la cara cuando leyó las razones, o tal vez no fuesen razones sino sólo disculpas, que daban los organizadores incapaces de organizarla: "debilidad organizativa"; "condiciones económicas inasumibles"; "dificultades para su ubicación"... Las palabras entonces no sirven, son palabras, que escribió Alberti y cantó Paco Ibáñez, más de una vez, en esa misma fiesta.
No sé si el PCE volverá a estar de fiesta alguna vez, aunque parece difícil si no cambia de manos y también de espíritu, porque los tiempos han cambiado y obligan a cambiar con ellos a todo el que no quiera quedarse al margen de la realidad, en el limbo del pasado. Pero seguro que debe de haber por ahí personas como Quirke, el protagonista de la novela de Benjamin Black, y como José Antonio Buces, el rescatador del cuadro de Luis Mosquera, que tengan la paciencia, la inteligencia y la fuerza necesarias para recordar que hubo un tiempo en el que el otro nombre del PCE fue Libertad.

martes, 22 de julio de 2008

Sabina sin Bombín. A vuelta de correo

El otro día cayó en mis manos el libro de Joaquín Sabina "A vuelta de correo", donde el cantante/poeta hace un repaso a la correspondencia que se cruzó con tanta gente... entre ellos, Benjamín Prado. Es mucho el material que ahí aparece y que recoge Sabina de su relación con Benjamín Prado, y como no puedo ponerlo todo ( o no por ahora) aquí va un texto que el de Madrid escribió al de Úbeda cuando el Marichalazo... Se publicó en El País el 6 de septiembre de 2001.

Sabina sin bombín
Por Benjamín Prado. El País.
Lo primero que habría que saber es si cuando estaba en la cama del hospital llevaba puesto el bombín, porque eso lo explicaría todo. No me preocupan las botellas de suero, ni las máscaras de oxígeno, ni los electrocardiogramas, ni siquiera esos despóticos camisones blancos que te dejan el culo al aire y, en consecuencia, te vuelven obediente, un poco derrotista. No, a mí lo que me preocupa es el bombín, saber si cuando lo metieron en la UCI del Ruber Internacional con una afección de neuronosequé, Joaquín Sabina llevaba puesto ese sombrerito con el que parece una mezcla de tahúr, Jimmie Rodgers, duque inglés y personaje de 13 Rue del Percebe. Me apuesto algo a que sí se lo dejó puesto; y si no fue el bombín sería otra cosa, un paquete de tabaco escondido en la almohada, una armónica Hönner entre los termómetros y las agujas o unos pantalones de falsa piel de leopardo puestos debajo del pérfido camisón. Imposible imaginarse a Joaquín Sabina afligido y sumiso, rodeado de gladiolos, con el ¡Hola! en la mano y los ojos puestos en un televisor de monedas.
A mí me gusta Joaquín y soy su medio-hermano/medio-compinche desde el ochenta y pocos, lo cual, la verdad sea dicha, empieza a ser fácil ahora que, como diría nuestro amigo y maestro común Jaime Gil de Biedma, de casi todo hace ya veinte años. Desde luego, Sabina me gusta, para empezar, por lo mismo que a muchos de ustedes: por su talento, su cruce de Bob Dylan y Campoamor, de Gardel y Neruda. Y Joaquín, el tipo que hay de Sabina hacia adentro, me gusta por muchas razones de tipo personal que no voy a contarles ahora y que incluirían algunas canciones hechas a cuatro manos, algunas madrugadas en un estudio de grabación, un extraño viaje a Guadalajara con Rafael Alberti, muchos conciertos, muchas cenas mexicanas, dos mil noches y un par de nocheviejas en el bar Elígeme, una nevera saqueada en un hotel de Cádiz y un millón de copas, canciones y poemas compartidos en esas casas sucesivas que ha ido teniendo en Madrid y por las que uno siempre puede dejarse caer cuando el resto de los refugios ya han cerrado, con la seguridad de que te van a recibir con los brazos abiertos y gritándote desde lo alto de la escalera: '¡Me encanta que vengas a horas intempestivas!'.

Pero les iba a decir que una de las razones por las que me gusta Sabina es porque resulta difícil imaginárselo en un hospital, seguramente porque Joaquín es justo lo contrario de todo eso, lo contrario del dolor, las enfermedades, el pesimismo, el miedo. He dicho Joaquín pero podría haber dicho sus canciones, porque una de las cosas que he descubierto sobre él en estos veinte años es que no hay ninguna diferencia entre unas y las otras: a este hombre lo pueden acusar de lo que sea, menos de ser un falso o un mentiroso, y apostaría algo a que, además de por su talento, la gente lo quiere por su rareza, por ser uno de los pocos seres de carne y hueso que aún habitan el paraíso de cartón piedra del negocio musical, tan lleno de espantapájaros, toreros de salón, flores de un día, mujeres disecadas y horteras de diseño. Galdós parecía estar hablando de él cuando dijo que hay personas que son como una flor tropical trasplantada al duro Norte.

Y, por supuesto, Joaquín está en este artículo porque Joaquín es Madrid, o al menos el viejo Madrid, aquella ciudad excitable que, a partir de cierta hora, pertenecía a los que no quieren ser de ningún sitio, los que sólo buscan un lugar donde ser felices con lo que hay, con lo que se puede tener alargando la mano. Felicidad es la palabra que mejor explica a Joaquín Sabina, lo explicaba cuando lo conocí tocando en un bar de debajo del Viaducto y lo explica ahora que llena plazas de toros y campos de fútbol de aquí, de Buenos Aires, de Ciudad de México. Llámenle lo que consideren conveniente, envuélvanlo en cualquiera de esos adjetivos que parecen definirlo también, golfo, calavera, vividor o crápula, y estarán diciendo lo mismo, estarán hablando de alguien que busca la felicidad sobre todas las cosas, una felicidad a la que no le hacen falta ni chalés ni ferraris ni perros de raza, sino sólo un par de amigos y un cenicero. A veces, para llegar adonde uno quiere sólo hace falta darse cuenta de que, como el propio Sabina dice en uno de los sonetos que publicará dentro de unos meses, 'dos y dos suman todo menos cuatro'. ¿Saben lo que lleva Sabina debajo de su bombín? Otro bombín.

viernes, 18 de julio de 2008

Homenaje a Ángel González




Benjamín Prado fue el impulsor del homenaje que, en los Cursos de Verano de El Escorial de la Universidad Complutense de Madrid, se rindió a Ángel González. No pude asistir, pero he recabado información del acto que dejo a disposición de todo aquel que esté interesado en este gran poeta.




Benjamín Prado:
"Angel se ha muerto lo imprescindible, pero sus poemas no se han muerto en absoluto"

Enlaces relacionados:





jueves, 17 de julio de 2008

Entre El Escorial y las multas

Hoy Jueves Benjamín Prado está organizando una jornada especial en los cursos de verano de El Escorial, en homenaje a Ángel González. Espero encontrar informción fresca y abundante para compartir con todo aquel que quiera leerla.

Pero Juan Urbano, que sigue por Madrid, se ha asomado, como cada jueves a las páginas de El País.

Socorro, que viene la policía
Por Benjamín Prado. El País.
Juan Urbano venía hecho un trueno tras sufrir uno de esos abusos reglamentarios a los que la Policía Local de Madrid nos tiene tan acostumbrados a todos: había dejado el coche estacionado unos minutos en el fondo de una gasolinera de la calle de Alberto Aguilera, pegado a una pared y en un lugar donde no molestaba a nadie, para ir a comprar el periódico, y cuando volvió, una avinagrada dependienta había llamado a la policía y le habían puesto una multa ni más ni menos que de 180 euros "por interrumpir gravemente la circulación", un embuste que le hizo pensar que la ley en nuestra ciudad es una suma de normas abusivas y guardias mentirosos que, eso sí, cumplen con su trabajo esencial, que por lo visto es el de proporcionarle un buen negocio al Ayuntamiento. No hay más que acordarse de las denuncias hechas hace muy poco por los propios policías, que se quejan de que sus jefes les obligan a poner a diario un número de sanciones muy alto y a los que vuelven a la comisaría sin ellas los castigan dándoles los peores puestos para dirigir el tráfico, las intersecciones más incómodas, los cruces más peligrosos, las avenidas más embotelladas... Vaya, así que los policías no son policías, sino simples recaudadores.
O, ya puestos, simples ladrones, como al parecer lo son el comisario, los agentes y los guardias civiles que dirigían las tramas corruptas de Coslada y El Molar, en un sitio extorsionando a los empresarios y a las prostitutas y, en el otro, traficando con la droga que le quitaban a los camellos. Por mucho que le costase, Juan Urbano tuvo que estar de acuerdo con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que dice lo que todos pensamos cuando califica esas tramas de "lamentables y escandalosas siempre, pero aún más cuando los ladrones son los guardianes del orden, de nuestra seguridad y de nuestros derechos y libertades".

Qué condena al aire libre, ésta de vivir en una ciudad donde los policías indignos llenan de manchas su uniforme y de sospechas el de todos sus compañeros, donde unos sangran a los ciudadanos para llenar la caja fuerte del Ayuntamiento y otros se convierten en los forajidos a los que deberían perseguir mientras corren no tras ellos, sino tras su dinero. Bueno, menos mal que aunque los primeros sean impunes porque los defiende la burocracia, a los segundos les echan el guante de vez en cuando y acaban en la cárcel y en los juzgados, como ha ocurrido en esos dos casos, el de Coslada y el de El Molar.

Para calmarse y buscar un cobijo intelectual donde esconderse de su propia ira, Juan Urbano metió la mano en su despensa de filósofo y se acordó de una frase de Nietzsche que dice que el remordimiento es como la mordedura de un perro en una piedra: una tontería. A él le parece que si los aforismos se pudieran silbar, ése sería la sintonía de todos los cínicos de este mundo, y por lo tanto no está en absoluto de acuerdo con él. Pero, por desgracia, hay mucha gente que sí parece adaptarse como anillo al dedo a la idea de Nietzsche, un tipo apocalíptico a cuyas teorías les ocurre a menudo como a su apellido, que les sobran consonantes y cuando se expresan en voz alta suenan a juramento en alemán, pero que no era ni mucho menos tonto y conocía la condición humana hasta en sus más viscosos rincones. ¿A los policías-recaudadores les pesarán sus multas arbitrarias en la conciencia? ¿Y a los policías-malhechores les quemarán las manos las monedas manchadas que se meten al bolsillo? ¿O, más bien, los primeros considerarán que al fin y al cabo ellos sólo cumplen órdenes y los segundos se dirán que el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón? ¿Es eso lo que habrán estado pensando los guardias civiles y el antiguo jefe de la Policía Local de El Molar mientras dormían, estas últimas noches, en los calabozos de la Comandancia de la Guardia Civil de Tres Cantos? A lo mejor deberían intentar lo contrario, ser como el perro de Nietzsche y dedicarse a morder piedras, porque así aprenderían que los dientes no están en la boca para dar dentelladas a todo lo que se mueve, sino para alimentarse.

Juan Urbano se fue a casa a preparar su recurso a la multa abusiva y mentirosa que le habían puesto, y soñó que no sólo se la iban a quitar, sino que al agente que se la había puesto le pedirían explicaciones sus superiores: ¿cómo y por qué convirtió usted un lugar apartado en una vía muy transitada? Y, claro, también soñó con que el refrán se vuelva del revés y los ladrones que roban a otro ladrón no tengan ni un minuto de perdón. Tal vez alguno de esos dos sueños se convierta en realidad. O tal vez los dos. O tal vez ninguno.

martes, 15 de julio de 2008

A la sombra del Ángel 13 años con Alberti (II)



Benjamín Prado, en una entrevista concedida a el diario El Mundo poco antes de sacar este libro dice que "este libro está escrito desde el recuerdo y la admiración, como un auténtico homenaje a un maestro de literatura". Sin duda lo es.


Dos roles, dos personajes, hijo y padre

Pero para el lector que coge el libro de Benjamín Prado con ansia y con admiración, para quien llega al libro como admirador de Prado y no de Alberti, A la sombra del ángel, es un libro escrito por un hijo sobre su padre.



Benjamín Prado evoluciona en este libro tal como lo hizo su relación con Alberti. Con la admiración incondiconal a todo lo que su idolo hace, sin preguntas, sin titubeos, sin esfuerzos, con idolatría. Empieza a entender y a cuestional algunas actitudes, algunas relaciones de Alberti con sus congéneres, empieza a ver dónde puede echarle una mano, y se convierte en su aliado. El pedestal sigue ahí, pero el benjamín ha crecido. Tanto que al final es capaz de juzgar. La nebulosa de los focos del perfecto artista se esfuma y se ve al hombre, tal como es, con sus defectos. No deja de admirarlo, no puede llegar a pensar mal de él, a romper su relación, pero ya está a su nivel. Por eso este libro. Ahora puedo escribir sobre él, se lo merece, y lo hago porque quiero, no porque sea lo que él quiera. Contradigo a Sabina, Benjamín ya no es tan Benjamín, se ha hecho mayor.
La adolescencia de un Benjamín.

Esa es la estructura del libro. Una primera parte (que es la que tocaré en este post) en la que Benjamín Prado cuenta, desde los ojos joviales del fan que ve que no solo conoce a su ídolo, sino que además convive con él, se hace su amigo, su confidente, su colega de juergas, y sobre todo, su mano derecha, aquella con la que se aprende a escribir.

En esta primera parte nos muestra a un Alberti vivaz, ocurrente, divertido, ingenioso, un Alberti que en parte es tal como cualquier puede pensar que es un escritor. Una persona de vida algo desordenada, con una casa aún más desordenada, y con unos amigos también poco cuerdos. Un escritor que ha vuelto del exilio y que ha recabado en Madrid, en la calle de la Princesa, en un pequeño apartamento. Un escritor que adora la literatura, que vive para la literatura (y como puede de lo poco que la literatura, en esos primeros años, le ha dado).

Aquí Benjamín Prado se muestra fiel a su cometido "Este libro es una celebración de Rafael Alberti, no un ajuste de cuentas con nada ni con nadie", y nos deja uno de sus icebergs "¿Para qué perder el tiempo describiendo a las arañas de los muros, cando puedes describir las vidrieras del palacio?"
Vidrieras que Benjamín nos pinta de muchos colores, pero en el que predomina el color vida. " Siempre me hago la misma pregunta acerca de cada personaje [de mis novelas] ¿cuál es, por encima de todas las demás, la palabra que podría definirlo?" dice Benjamín, "ninguna palabra definía mejor a Rafael Alberti que la palabra vida".
"[...] su inagotable capacidad de sorpresa y celebración", en cada cosa, en cada encuentro con los grandes poetas del siglo a los que un gran poeta del siglo conoció. "Porque Alberti, era cien por cien poeta incluso cuando escribía prosa".

Benjamín Prado va desgranando a lo largo de las páginas del libro las anécdotas que vivió o que escuchó de boca de Alberti, a la par que va enumerando su obra, destaca sus principales libros y cita algunos versos (no demasiados, ya que los versos de Alberti están bajo protección, aunque eso es harina de otro post, el más cruel).

También cuenta como Rafael le dedicaba poemas cuando se enfadaba con él, como aquel en el que dice: " Benjamín / Benjamín / Benjamín / Poeta sin fin / violin / hacia el confín / poeta sincero / fiel / escudero / de Rafael".
Una repaso de anécdotas y vivencias de Benjamino (como le llamaba Alberti) con el poeta. Desde las muletillas graciosas, "Es la hora de Ibsen", "No olvides el abrigo, hace mucho Freud", ... los encuentros con personalidades, con políticos... sus viajes literarios por las carreteras españolas de recital en recital (muchos con Nuria Espert), hasta los momentos más duros, como el accidente de tráfico que en plena calle Alcalá dejó secuelas en la pierna y en el ánimo de Alberti.

Un crack que inició una decadencia. Un momento bisagra en su vida y en la de Benjamín Prado, que ve que puede ayudar a su maestro, que puede devolverle parte de lo que este le ha dado, pero que también muestra el perfil más íntimo de cada persona, allí donde nos igualamos todos. Allí donde los ídolos siguen siéndolo, pero empiezas a encontrar razones para que así sea...

domingo, 13 de julio de 2008

A la sombra del Ángel (I) 13 años con Alberti

Hoy comienza una serie de post sobre un libro de Benjamín Prado, "A la Sombra del Ángel, 13 años con Alberti", Aguilar 2002. Él mismo dice "Este es un libro sobre mí que trata de Rafael Alberti: es la historia íntima de un hombre legendario visto muy de cerca y durante mucho tiempo, pero siempre desde mis ojos; y no es, de ninguna manera, ni una biografía del autor de Sobre los ángeles, ni, en un sentido estricto, unas memorias mias, sino una mezcla de las dos cosas..."

Yo quería haber introductido estos post con algún breve resumen, pero un día me encontré con alguien que lo dijo tan bien y al que estamos tan acostumbrados a escuchar su voz, que preferí no pisarle la palabra y dejarle no solo hablar, sino que fuera el protagonista de este primer post sobre el libro. Si Benjamín Prado escribe un libro sobre Alberti, Joaquín Sabina presenta el libro de Benjamín Prado. (Podéis verlo en You tube a partir del 1:59, o rememorar el texto de Benjamín Prado hacia Sabina, que protagonizó un post, y seguir escuchando al de Úbeda... o leerlo, que la literatura, leída, es más).

Joaquín Sabina: "Benjamín entre tantas cosas fue escudero, amigo, hermano, padre, hijo, sobrino y sobre todo chófer de Rafael Alberti los últimos años de la vida de Alberti, los previos a su nefasta boda con María Asunción Mateo, no sé si aquí hay alguien de la familia, pero tenemos un libro de reclamaciones a disposición de nuestra distinguida clientela. El caso es que es responsable de la boda, nefasta, sino también de su muerte y de su enfermedad, porque Benjamín, que no se caracteriza por el sentido de la orientación sino de su fantástica pluma, dicha en todos los sentidos, una noche el semáforo estaba no sé como, pero él creyó que estaba en daltonia, pero en daltonia no hay semáforos y le pegó una hostia al pobre Rafael Alberti, manchó de sangre su camisa de flores y lo dejó varado en un hospital".

Estos son unos versos para el Benja y su relación con Rafael Alberti que yo tanto envidio, aunque gracias a Benjamín pude conocer al viejo Rafael, y alguna noche, que también está contada en este libro, fuimos juntos a mear en la tapia de la Real Academia Española. Me ganó, meaba más largo que yo:

Llenaba los baúles de dibujos
llevaba el corazón manga por hombro
blasfemaba en cristiano sin tapujos
no salíamos, oh lujo, de su asombro.

Qué retorno tan vivo y tan lejano,
qué singular, qué tú, qué diferente
qué cadáver tan dulcemente humano
que nosotros, qué luz, qué de repente.

Quisiera yo a la sombra de este tronco
brindarte al cielo este bulero, ¡maestro!
qué más decir, tan póstumo y tan ronco
sin padre al que rezarle un padrenuestro.

Experto en emociones con saliva
con tal de que no apesten a negocio
quién pudiera vivir en carne viva
lo que vivió mi socio con su socio.

Qué duermevela de canela en llama
qué pirata, qué verbo, que osadía,
qué posdata en el albúm de una dama,
qué serenata de melancolía.

El viento que arrasó las arboledas
no empañará el cristal de la memoria
al final la verdad es lo que queda
cuando ruedan las babas de la historia.

No hay más noble mester que el de escudero
de un juglar con camisa de harlequín.
Nunca fue Rafael tan caballero,
nunca fue Benjamín tan Benjamín.

sábado, 12 de julio de 2008

Cada paso que se da bajo el sol nos acerca a la nieve

Aquí, en esta misma página, la de Benjamín Prado, un gran poema (para Javier Marías), y aquí, en una página algo más allá, un gran análisis.

Viaje al reino de Redonda
Por Benjamín Prado. Iceberg.


Una noche
el poeta Lawrence Durrell me dijo:
- Dormir no tiene muros.
Un día,
Dylan Thomas escribió para mí:
- No temas a las hélices que hacen girar tu voz
Hoy viajo hacia la isla de Redonda.
Una tarde,
pensé que cada paso que se da bajo el sol
nos acerca a la nieve.
Una noche supe que la verdad
está tan lejos de Jerusalén
como antes lo estuvo Berlín.
Hoy zarpo hacia las playas de Redonda.

No busco los placeres sin cicatriz de Ítaca;
no busco un paraíso y las patrias no existen,
no son más que un espacio entre dos extranjeros:
voy a dejar atrás todo lo que nos ciega,
nos vacía,
lo que es dulce en los ojos y acre en el corazón.
Cuando llegue a la Redonda
enterraré en su arena
los puñales que el mundo ha clavado en mi espalda.
-Nunca seas soberbio
-me aconsejó una noche el poeta John Gawsworth-,
pero defiende siempre tu verdad.
Seguiré estas palabras -
para llegar al reino de Redonda.
Allí seré feliz,
allí estarán ya juntos mis sueños y mi vida

jueves, 10 de julio de 2008

Próxima estación...

Me enganché a Benjamín Prado, en el túnel. Y no es que estuviese saliendo de ningún proceso depresivo y las palabras del poeta madrileño me ayudaran a salir, es que sus libros cayeron caducos, hoja a hoja, entre estación y estación en mis dos horas de suburbano diarias...

La vida cambia y ahora actualizo el blog desde el AVE... es lo que tiene la tecnología, que sirve para hacer lo mismo de siempre, pero en otros sitios distintos.

Ya dudo de que Benjamín haga muchas horas de metro al día, por razones varias, pero me parece muy acertado hablar de obras y de infraestructuras para algo más que para pegar voces o sacar pecho (según el color).

Ya unió Literatura y libros en sus artículos sobre la Eurocopa, hoy une las obras y la literatura. Como reza su poema "Lo mismo y lo contrario".

Un túnel que va a dar en un libro
Por Benjamín Prado. El País.


Miraba las fotografías del nuevo túnel estrella de Madrid, que es una conexión ferroviaria de Cercanías entre las estaciones de Atocha y Chamartín, e imaginaba a los miles de viajeros que lo usarán para ir cada mañana, bajo tierra, a sus trabajos o a sus casas: 250.000, según los políticos que se reunieron para vender cada uno su vagón del tren.
Así que debemos de alegrarnos porque la ciudad va a tener un cuarto de millón de personas más felices cada día, lo cual es importante en este mundo apresurado en el que, además de la polución ambiental o la acústica, existe la polución temperamental, esa nube negra de mal humor que a veces, sobre todo en las horas punta, llena las calles de electricidad negativa y malas ondas.

Mucha gente se subirá a ese tren de Cercanías y tendrá la oportunidad de enriquecer su vida porque el tiempo es oro, como recordó en la inauguración de la obra la ministra de Fomento, y de adelantar posiciones en la carrera contra el tiempo de cada día laborable: ya se sabe, porque lo dijo el empresario multimillonario Rupert Murdoch, que vivimos en una época en la que ya no es el grande el que gana al pequeño, sino que es el rápido el que gana al lento, y a Juan Urbano le pareció que eso iba a misa, cómo no, si en el siglo XXI son los economistas y los empresarios los que deciden de qué lado sopla el viento y, por lo tanto, es a quienes más atentamente conviene oír.

Pensó eso y después, ya puestos a ironizar, hizo lo que hace siempre, que es llevarlo todo al rincón de la filosofía, y se dijo que tal vez era hora de ir corrigiendo las ideas básicas del pensamiento occidental, tomar, por ejemplo, a Francis Bacon y donde dice que "el conocimiento es poder", tachar la palabra "conocimiento" y cambiarla por la palabra "velocidad". Qué mundo éste.

Los viajeros del nuevo túnel van a llegar en apenas 8 minutos de Atocha a Nuevos Ministerios y en 12 desde Atocha a Chamartín, y según calculan en Renfe, los pasajeros que vengan de Parla y Aranjuez se ahorrarán 10 minutos al no tener que hacer los lentos transbordos que ahora hacen para ir al centro y norte de Madrid, a Colmenar Viejo, San Sebastián de los Reyes, Alcobendas y Tres Cantos. Y también le recortarán minutos de viaje a sus relojes los usuarios de la C5, la que va de Móstoles a Fuenlabrada, al incrementarse la frecuencia de trenes y los que se beneficien de la descongestión de línea 1 de Metro, que se liberará más aún a mediados del año 2009, cuando entre en servicio el intercambiador de Sol.

Juan Urbano se preguntó en qué iban a invertir todas esas personas el tiempo que ahorrarían cada mañana, y se dijo que tal vez podría aprovecharse que el Pisuerga pasa por Valladolid para hacer una campaña de fomento de la lectura en los transportes públicos. ¿Por qué no? ¿En qué podría gastarse mejor el tiempo que en aumentar la cultura de un país que sigue siendo el segundo que menos lee de Europa? ¿Qué les parece aumentar las bibliotecas dentro de las estaciones de Metro? O, incluso, seguir esa tendencia, que está tan de moda en otros países, de alentar a los usuarios a dejar libros que ya hayan leído en canastas, o algo así, donde otros puedan encontrarlos y leerlos a su vez, lo cual a Juan Urbano le parece una iniciativa maravillosa.
Aunque, claro, hay otras muchas cosas que podrán hacer los ciudadanos con esos minutos que volverán a ser suyos a diario. Podrán dormir un poco más. Podrán acostarse un poco más tarde y acabar un libro o una película. Podrán hacer el amor con sus parejas. Podrán llevar al colegio a sus hijos o desayunar con ellos.

Tiene toda la razón del mundo la ministra de Fomento, el tiempo es oro y en las ciudades del tamaño de Madrid hay que buscarle el subsuelo a la ciudad para hacer por abajo lo que ya es imposible hacer por arriba, que es quitarle las calles a los automóviles, porque es imposible o no interesa. Pues nada, si la única manera de avanzar es no viendo la luz del sol, todos al túnel y, en cuanto los ojos se acostumbren a la oscuridad, a abrir un libro y ampliar nuestra cultura de 12 en 12 minutos, que al fin y al cabo son 84 minutos a la semana, de lunes a viernes, y 336 al mes.
No se lo tomen a broma, porque a ese paso, en una década escalamos puestos en las listas en las que estamos los penúltimos. Un túnel puede empezar en Atocha y acabar en una novela de Juan Marsé o en un poema de Pablo Neruda, por qué no y qué bueno si eso pasa.

miércoles, 9 de julio de 2008

Es una tarde de verano...

Todos lo que ha ocurrido alguna vez... ocurre para siempre

Marga Gil en la Isla
Por Benjamín Prado. Todos nosotros

Es una tarde de verano. Tú hablas
de que las noches son extrañas en las islas.
Yo pienso de repente
—no sé por qué— en la casa de Marga Gil: la torre
cerca de la auto pista y e! desorden salvaje
del antiguo jardín abandonado.
Empiezo
a contarte esa historia,
la manera en que aún sigue dentro de mí
y tú dices:
—Como alguien que anda junto a un río y tiene
sobre su piel la sombra de los árboles.

Estamos en el año
1932 y Marga
se enamora de Juan Ramón Jiménez.
Es una chica oscura. Hay un túnel que une
su corazón y e! ruido de los bosques.
Un día entra en la sala.

Un día escribe
ya nada me separa de ti, salvo la muerte.
Luego, todo termina.
Casi podemos verlo: 28 de julio;
el cielo es muy azul;
puede que unas palomas escapen del jardín
al oírse el disparo.

Ahora los dos estamos en silencio.
Tú miras
la playa,
la marea,
el sol rojo lo mismo que una fuente
en donde un asesino se ha lavado las manos.
Yo pienso en Marga Gil.

Pienso en su miedo
de esa forma en que a veces
ves a un hombre que huele una rosa, imaginas
cómo esa rosa crece hacia dentro de ese hombre,
lo invade poco a poco con su aroma
dulce y enfermo.

Mucho tiempo después
yo entro cada mañana en esa casa,
bajo el desván,
me muevo por los cuartos vacíos,
subo a la torre que veré más tarde
desde un hotel de Nueva York, un día
de lluvia en Buenos Aires, un verano
en el puerto de Barcelona.

El mundo
es un lugar muy frío.
Hay terrazas vacías donde el viento devora
lentamente
los restos de la noche.

Tú y yo lo comprendemos.
Es un viento que viene del mar,
un viento frío
que llena el corazón de pequeños arpones
y de niños ahogados.

Es un viento que dice:
No se puede salir de una casa vacía.
Todo lo que ha ocurrido alguna vez
ocurre para siempre.

martes, 8 de julio de 2008

Benjamín Prado veranea

Nos hace ver las poesías como nadie, y qué mejor imagen que una playa, desde los ojos de Benjamín Prado...



La Playa

Por Benjamín Prado.



Miro la playa del color del puma.

Veo piedras que son

ojos,

semillas,

huesos,

pirámides deshechas,

mundos vacíos.



Antes,

miré las olas

y la espuma traía su desierto nevado

y el mar era un pretil interminable.



Después,veré tus huellas

y serán

cada una un fragmento de isla descifrada,

una porción resuelta del destino.



El sol se ha vuelto rojo.



Miro la playa del color del puma.

lunes, 7 de julio de 2008

Benjamín también llama hermano a Joaquín

En el siguiente poema se pueden leer unos de los versos más bonitos dedicados a Sabina (en negrita en el poema). En el siguiente vídeo se puede escuchar a Benjamín Prado dedicárselos en su cara (no perdáis de vista la emoción de Joaquín en su incómodo asiento).

Gracias a vampiressaHim, que colgó la presentación de Benjamín Prado y Joaquín Sabina en la feria del Libro de Sevilla, podemos seguir nutriéndonos y podemos seguir escuchando a ambos leerse.

En esta ocasión es Benjamín Prado quien lee una carta que él mismo escribió a Joaquín Sabina y que éste incluyó en su libro a Vuelta de Correo. En el título le devuelve el piropo que Sabina le dedicó en la portada de Iceberg donde en un dibujo escribía "Benjamín brother de Joaquín" (mirala aquí).

"Voy a leer un poema que le escribí después de que le diera aquello que él llama el Marichalazo..."

A mi hermano Joaquín, para que no se olvide
Por Benjamín Prado. Youtube, 0:55 al 1:45*

Una noche Joaquín tuvo el acierto
de esquivar el puñal de la gran dama.
Hoy siente que es un pájaro sin rama
un Nilo que ha acabado en el mar Muerto.

Se siente un buzo azul
atado a un puerto
y necesita
cosas que no ama.

Vértigos sin abismos
luz sin llama
miedos sin lodos
huellas sin desierto.

Yo he venido a decir que te equivocas
que aún es brillante todo lo que tocas
que aún puedes transformar la arena en oro.

Tú sabes que la vida,
igual que el arte,
si no está en ti
no está en ninguna parte.

Lo que importa es la isla
no el tesoro.

* A patir del 1:45 toma la palabra Sabina para leer un poema que le dedicó en su día a Benjamín Prado y a la relación de éste con Alberti. Se puede escuchar, pero la explicación (mi explicación) es harina de otra entrada, que no tardará en llegar.

domingo, 6 de julio de 2008

De arena y playa

Rareza veraniega la que acabo de descubrir tirando de los hilos de la poesía. Benjamín Prado colaboró con el diario El Mundo en el año 2003 (no es raro pues ya fue portada de este diario, y ya puse el post en esta blog), lo hizo en un especial estío caliente, caliente que el diario publicó.

El diario, además, le dedicó una caricatura con la cara color playa. Otra más para la pinacoteca del Blog.

En 2003 la chica capicúa se llamaba Astrid y andaba por Rota...


La mujer de arena

Por Benjamín Prado. El Mundo

Yo la llamo Astrid, no sé por qué. Tampoco sé de dónde viene, ni qué idioma habla, pero la quiero desde que la vi, hace un año, en una playa de Rota. Cada mañana, ponía su sombrilla cerca de mí, se desnudaba, nadaba un rato en el océano y después se tumbaba en la arena. La arena se pegaba a su piel húmeda y toda ella brillaba como un mineral. En mi vida había visto nada tan bello. Cuando se iba, yo me acercaba al lugar donde estuvo y a veces me tendía sobre su silueta. Después, empecé a guardar puñados de esa arena que era como el molde de la diosa. Así pude tenerla: cada mañana, memorizaba en la playa unos centínetros de su cuerpo y cada tarde los rehacía sobre mi cama, dándole su forma a la arena, amasando horas y horas aquella mezcla de tierra y agua hasta conseguir sus hombros, sus muslos, sus pechos, sus pies... Hace casi un año que acabé a Astrid y todas las noches nos amamos con dulzura y con furia, hasta convertirnos en estatuas deshechas. No sé si este año volverá a Rota. Astrid. Mi adorada Astrid, seas quien seas

sábado, 5 de julio de 2008

Bnjmn Prdo scrbe psia pr sms

No hay duda de que Benjamín Prado es un poeta innovador. Raro o Nunca le des la mano a un pistolero zurdo son dos claros ejemplos de ello. En el año 2003 Benjamín Prado ganó un curioso concurso, el de poesía por sms, organizado por Movistar.

Ganó el concurso con este poema:

Por Benjamín Prado
Dentro de este poema eres real
fuera sólo eres tinta.
Si yo te llamo existes,
si cuelgo eres un nº vacío.
Quererte es inventarte cada día

jueves, 3 de julio de 2008

Benjamín Prado está de despedidas

Tras darle el adiós a la otra España el pasado sábado en el artículo de opinión de hoy jueves en El País Benjamín Prado da el adiós a Dios. Un artículo que levantará ampollas, pero que no harán mella en su lengua endurecida a base de decir sus verdades.
Por cierto, sigue hablando de fútbol, oe, oe, oe.

Adiós a Dios.
Por Benjamín Prado. Escritor y campeón de Europa. El País
A eso de las ocho y media, cuando iba hacia casa con su chica, su hijo y la chica de su hijo, Juan Urbano se fijó en las otras personas, aquella gente a la que, por raro que parezca, no le importaba el partido de fútbol en el que España, oé, oé, oé, ganó la Eurocopa a lo grande, siendo la mejor desde Rusia hasta Alemania, cuando nuestros futbolistas salieron de la gran final peinados, igual que salía Tarzán del río en el que luchaba contra los cocodrilos.

Ahí estaban, con el paso cambiado y la espalda vuelta a la mayoría, y se fijó en ellos al pasar con el coche, observó a los que disfrutaban de la tarde sentados tranquilamente en las terrazas del paseo de Rosales, dando una vuelta por el parque del Oeste o caminando por la explanada casi vacía del Palacio Real. A Juan, que estaba viviendo ese campeonato pegado al televisor, como si le corriera por la sangre el rojo de la camiseta pero que, pase lo que pase, nunca deja de tener una mente asociativa, esos disidentes de la actualidad le hicieron pensar en las personas que son capaces de no seguir el paso de la multitud, los que no se dejan llevar y se atreven a ir a contracorriente. Y de ahí saltó al Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid y a la iniciativa que tomó en marzo esa corporación al poner al servicio de los ciudadanos un servicio jurídico para asesorarlos en el caso de que quieran apostatar, borrarse de la Iglesia católica: ahí te quedas, Rouco, como quien dice. Normal, porque resulta bastante extraño que la religión ya no sea una asignatura obligatoria para los niños pero sí para los adultos, que de una manera u otra la siguen teniendo alrededor toda su vida, toma Semana Santa, toma boda real o funerales de Estado oficiados por el arzobispo de Madrid, toma impuestos visibles e invisibles para financiar a la Iglesia, toma curas manifestándose en la Puerta del Sol, toma Conferencia Episcopal... Y si quieres apostatar, te ponen tantos problemas que la mayor parte de las personas que han pretendido hacerlo por iniciativa propia se rinden ante el papeleo que se les viene encima y que convierte las catedrales en laberintos a los que resulta imposible encontrarles la salida. Por eso está bien que una institución pública ofrezca ayuda a quien la solicite.

A Juan le gusta el nombre que le han puesto a ese departamento, Oficina de Defensa de los Derechos y Libertades Públicas, y también le gusta esa gente de Rivas-Vaciamadrid porque parece ir a su aire y no tener miedo a hacer cosas que sean políticamente incorrectas o que no sigan la onda que siguen todos los demás por comodidad, por no meterse en problemas y porque, al parecer, creen que hay cosas que mejor no tocarlas. En el Ayuntamiento gobernado por Izquierda Unida, se trabaja para que los datos personales de aquellos ciudadanos que lo soliciten desaparezcan de las bases de datos de la Iglesia católica, y los abogados municipales, que hasta ahora han recibido cerca de tres mil consultas de ciudadanos de toda España, pero también de Alemania, Francia, Portugal, Argentina, México y Miami, ya han tramitado más de doscientos expedientes y han remitido algunos de ellos a la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), ya que los obispados o arzobispados, por inaudito que parezca, se han negado a tramitarlos. Como todos los monopolios, la Iglesia tiene puerta de entrada, pero no de salida.

Ayer, el filósofo y campeón de la Eurocopa Juan Urbano, porque ahora todos somos así y podríamos añadirnos eso en las tarjetas de visita, maestro y campeón de Europa, enfermera y campeona de Europa, electricista y campeón de Europa... fue a la estación de cercanías y preguntó cuál era el siguiente tren para Rivas-Vaciamadrid. Pensaba apostatar, porque es su derecho y porque no le gusta que no le dejen marcharse de un sitio al que nadie le ha preguntado si quería ir, como supongo que le pasa a mucha gente que ahora, gracias a la Oficina de Defensa de los Derechos y Libertades Públicas que tiene abierta ese Ayuntamiento valiente, podrá quitarse de encima la obligación de pertenecer a la Iglesia católica, que es una organización muy respetable pero que no puede seguir estando por encima de la Constitución y de la ley. O sea, que si te interesa el partido, enciendes la televisión, y si no, nadie puede obligarte a ponerte la camiseta roja, oé, oé, oé.