Benjamín vuelve a El País con Juan... sería un titular que a todos nos gustaría leer. Sería una gran noticia que Juan Urbano volviera a sus páginas. Pero no, parece que esa noticia no es ni siquiera rumor.
Mientras tanto hoy podemos leer en la sección de Sociedad, un reportaje de Benjamín sobre el "hágalo usted mismo" de los artistas, el way of life de los artistas en esta época en la que "las monedas ruedan hacia atrás". No es Juan Urbano, es Palomo, el protagonista de hoy. Pero sigue siendo Benjamín Prado y su particular manera de escribir y de ver las cosas. También nos gusta.
Los creadores sucumben al modelo Juan Palomo
Hay dos maneras de afrontar la crisis: echar el freno o correr en dirección
contraria al abismo. Y una tercera que consiste en hacer las otras dos a la vez,
para reducir gastos mientras se multiplican las alternativas, y que no es otra
que el clásico Do it yourself! de los norteamericanos, nuestro ¡hágalo
usted mismo!, una doctrina que empezó como fórmula de ahorro y acabó en
tendencia cultural, porque lo que se había inventado para solucionar problemas
domésticos con unas lecciones de mecánica, electricidad o bricolaje, terminó por
ser uno de los principios del movimiento punk.
La estética que pusieron de moda bandas como Ramones, The Clash o el grupo de
Patti Smith consistía en usar ropa de segunda mano y decorarla uno mismo,
cortarse el pelo con unas tijeras de cocina y tocar instrumentos de ocasión
reparados en el garaje de casa. Aunque a veces se llegaba al escenario por
caminos más oscuros: los Sex Pistols grabaron su primer elepé con un equipo que
le habían robado a Bob Marley en Londres; y su guitarrista, Steve Jones,
alardeaba de no haber comprado ninguna de sus famosas Gibson Les Paul, porque de
las cuatro que tuvo, tres se las llevó de los camerinos de Rod Stewart, Keith
Richards y Brian Ferry, y la otra se la quitó de su coche a Mark Robson, después
de un concierto de David Bowie y haciéndose pasar por policía.
Ahora que las monedas han empezado a rodar hacia atrás, vuelve la filosofía
de la autogestión, que en sus inicios fue, entre otras cosas, un movimiento
anticonsumista, y el mundo de la cultura es otra vez un buen ejemplo de la
fuerza con que hemos regresado al mito de Juan Palomo, aquel Robin Hood andaluz
que le hacía la guerra por su cuenta a las tropas de Napoleón. "Hombre,
imagínate, si hoy en día al que te compra un disco le haces la ola, le subes las
bolsas del supermercado a casa y le barres el cuarto de estar, cómo no vas a
guisártelo y comértelo tú mismo, con lo poco que hay para repartir", dicen los
hermanos David y José Manuel Muñoz, del dúo Estopa, que lo han hecho casi todo
en su último disco, Estopa 2.0, desde componer, cantar y tocar hasta
producir, y han logrado un éxito que, sin embargo, simboliza a la perfección el
declive de la industria: de su primer trabajo, se vendieron 1.400.000 copias;
del segundo, Destrangis, 800.000; de ¿La calle es tuya?, 700.000;
de Voces de ultratumba, 560.000; de Allenrok, 260.000; y de éste
último, por ahora y a pesar de haber llegado al número uno de las listas, tan
solo 40.000. No parece un inventario, sino una cuenta atrás.
"El trabajo de un músico en estos momentos es muy fácil de resumir", dice
Rebeca Jiménez, en plena promoción de su segundo disco, Valiente. "Te
subes al coche por la mañana, conduces 300 kilómetros, llegas al garito en el
que vas a actuar esa noche, montas, pruebas sonido, tocas, vendes cedés y
camisetas y te vuelves a poner al volante cuando amanece, para regresar a casa.
Y al día siguiente, otra vez a buscar una sala, a llamar diciendo quién eres,
cuando ya te conocen, o si no, como suelo hacer yo, fingiendo ser tu secretaria,
para que ella, que se llama Ana, negocie si te vas a llevar un porcentaje de la
taquilla y te pagan el hotel o te alquilan el local y te dan la recaudación". La
autora de Todo llegará no comparte en absoluto la idea de que la
necesidad afila el ingenio: "Es peor salir al escenario con la cabeza llena de
números que llena de canciones y sola que con tu grupo, porque eso significa que
no vas a poder mostrar nada más que una parte del disco que has hecho. Pero
ahora mismo no hay elección: o eso o nada. Y siempre es mejor moverse mucho para
avanzar muy poco que quedarse parados".
Los hermanos Muñoz andan "tan indignados como casi todo el mundo con esa
gente que nos ha llenado la vida de charcos en los que ellos no van a meter
nunca el pie", pero sí que le ven ventajas a la autogestión, y están contentos
de haber prescindido, como tantos otros compositores en los últimos tiempos, de
la figura del productor para hacer su disco: "Un día vimos un cartel de se vende
en la sucursal de La Caixa que había en los bajos de la casa de mi padre, en el
centro de Sant Feliú, y no lo pensamos dos veces. Nos tiramos a la piscina, lo
compramos y lo convertimos en un estudio para hacer allí el disco, a nuestra
manera. No nos arrepentimos, porque hemos hecho exactamente lo que nos apetecía,
hemos discutido nada más que entre nosotros y hemos sido nuestros únicos jefes,
como cuando componemos, cada uno en un sofá y enfrente del otro, igual que
cuando éramos niños y dormíamos en el mismo cuarto. Igual se trataba de hacer de
la necesidad virtud, como suele decirse, pero como el resultado es un disco cien
por cien nuestro, desde el hueso hasta la cáscara, pues ha merecido la
pena".
Si quien les tuviese que responder fuera su colega David Bustamante, lo haría
para no estar muy de acuerdo: "No tengo nada claro que con menos gente al lado
uno sea más libre. Para mí, por ejemplo, un productor es tan importante que en
Mio he buscado a dos, para que me dieran cosas distintas; a un lado,
Mauri Stern, que quiere un sonido más limpio, más moderno, y al otro Christian
Leuzzi, que es más orquestado, más romántico. ¿Y sabes por qué? Pues al final,
para ser más yo mismo, porque en muchas ocasiones tú puedes saber qué quieres
pero no cómo llegar a ello, y necesitas que alguien te lleve. Para eso existen
los profesionales. Por poner un ejemplo: hay una canción en Mío que se
llama Como tú ninguna, que al principio era muy latina y a mí no me
acababa de convencer, porque me gustaba por dentro pero no por fuera. Mauri la
oyó y me dijo: 'Oye, ¿y si le damos completamente la vuelta y la transformamos
en una balada rock?'. El resultado es que se convirtió justo en la canción que
yo soñaba. Pero, por supuesto, eso lo haces si te lo puedes permitir; y si no,
haces la mitad. La crisis está por todas partes, y yo la veo con mis propios
ojos, porque en esta promoción ha desaparecido un tercio de las personas que
andaban a mi alrededor en otras, y eso es muy, muy triste".
Con casi cinco millones de parados en España, hay muchas personas que tienen
que asumir tareas que antes hacían otros, como ocurre en el mundo de la
educación, donde los profesores se multiplican para combatir la falta de
personal, ocupándose de la biblioteca de sus institutos o de las actividades
extraescolares en su tiempo libre. Y lo mismo pasa en cientos de empresas y
pequeños negocios, donde la mitad de empleados tiene que hacer el doble de cosas
y a cambio de un sueldo menor, para intentar sobrevivir. Con este panorama, y
regresando al ejemplo de la cultura, los medios de comunicación jalean a los
artistas que se hacen famosos por su cuenta, siguiendo otra estela muy
norteamericana, la del self made man, el ciudadano que se hace a sí
mismo, y ponen ejemplos que parecen cuentos de hadas, como el del cantautor
Pablo Alborán, que pasó en solo 10 meses de tocar en bares de cincuenta metros
cuadrados a llenar polideportivos, a ocupar 15 semanas el número uno de las
listas de éxitos y a ganar cinco discos de platino. Los vídeos que había colgado
en YouTube registraron millones de visitas y sus conciertos a agotar las
entradas. "Lo cual quiere decir que cuando decimos eso de que hacemos algo
solos, no es verdad, dice, porque eso es imposible. Sin la ayuda de la gente que
cree en ti, no irías a ningún lado. Yo he tenido mucha suerte y a muchas
personas que se han portado muy bien conmigo, por ejemplo Diana Navarro y
Estrella Morente, y eso es tan importante como el talento que uno pueda tener.
Hacer las cosas a tu manera y con tus propias manos es fabuloso, pero si no hay
ayuda, no hay oportunidades".
Internet, el espacio virtual donde se gestó el milagro de Alborán, es un
territorio en el que siempre se ha fomentado la autosuficiencia y se ha
combatido a los intermediarios, y está lleno de promesas de futuro para los
emprendedores, una palabra de moda y, por lo tanto, codiciada por los
embaucadores: monte su propia floristería; cree su propia empresa en diez pasos;
consiga una franquicia; cómo montar una pyme; deje de buscar empleo y hágase
empresario; o, entre otras muchas, publique un libro y conviértase en escritor.
Algunos editores virtuales se ofrecen a albergar los originales que les envíen y
a imprimir los volúmenes bajo pedido. "Nosotros eliminamos las barreras
tradicionales -anuncian- y te permitimos vender tu trabajo directamente al
público. Podrás acceder a un mercado global, ser visible en las redes sociales y
estar presente en las listas de Amazon y Barnes & Noble. Ya nunca más
tendrás que ir de un sitio para otro buscando a un editor que quiera publicar tu
obra". Naturalmente, también hay atajos al paraíso del espectáculo: "Si compones
tus propias canciones y quieres escucharlas no solo con tu guitarra y tu voz
sino con arreglos, batería, bajo, guitarras, teclados e instrumentos de viento,
envíanos tu música grabada en el móvil u otro dispositivo y por solo 60 euros
transformaremos tu canción en una grabación profesional, para que puedas
promocionarte en Internet o por las casas discográficas. Si nos envías tres
canciones tuyas o más, cada una te saldrá por 50 euros".
En la Red también se dan consejos para filmar una película, como es lógico,
pero la directora Icíar Bollaín, que estos días presenta Katmandú, un espejo
en el cielo no cree que en el cine sea tan relativamente fácil hacer una
obra artesanal: "Puedes ser Bob Dylan solo con una guitarra, pero no Orson
Welles con un móvil. Y mucho menos para hacer un largometraje. En el mundo del
documental y de los cortos, sí que se hace un cine de guerrilla, que yo también
hice cuando empezaba, y que ahora, en esta época digital, es más accesible a
cualquiera y tiene más posibilidades. Antes se trataba de hacer un corto de 35
milímetros y ahora puedes rodar una película con un teléfono, colgarla en
Internet, donde siempre hay mucha hojarasca, y lograr que la vea cualquiera.
Pero la intención es la misma, intentar que alguien repare en ti y mostrar no
algo hecho, sino un indicio de lo que podrías hacer si tuvieras la oportunidad y
los medios necesarios. Porque sin ellos, no se puede hacer cine, en esta
profesión hacen falta productores y un equipo, cámaras, actrices y actores,
extras, presupuestos para viajes, hoteles, etcétera. Sin todo eso no puedes irte
a Nepal para rodar Katmandú, una historia del cielo o a Bolivia para
hacer También la lluvia, que han salido adelante con el mínimo dinero
posible, pero que habrían sido inviables con un euro menos".
El capitalismo se tambalea por falta de liquidez, pero sobre todo por falta
de respuestas. "Es que nos han engañado, apunta la actriz Natalia Dicenta, aún
de gira con la obra Al final del arco iris, donde interpreta a Judy
Garland, y a punto de sacar su disco de jazz Colours. "Nadie nos contó
que tendríamos que ser emprendedores, que si queríamos salir a flote deberíamos
aprender márketing, producción... Nos han abandonado en mitad del camino. En el
teatro, la situación es dramática. Muchas compañías, en el mejor de los casos,
consiguen estrenar, pero después no les salen funciones, porque ni en los
ayuntamientos ni en las empresas privadas hay dinero para pagar giras; de modo
que la cadena se va deteniendo. Los productores empiezan a debernos dinero de lo
que ya habíamos firmado y a ofrecer, como mucho, compartir los gastos en los
proyectos que tuviéramos en perspectiva. Así que, efectivamente, hay que empezar
a montárselo solos y con unas tijeras en la mano. En la música, en lugar de una
banda, llevas a un pianista; y en el teatro, haces monólogos. Hay que aceptar
que la época en que podías quedarte en casa y esperar que viniesen a llamarte,
ha pasado a la historia. "Casi lo que decían los Ramones, en su disco Rocket
to Russia: "Los tiempos han cambiado / ahora son mejores / y alguien va a
tener que pagar lo que eso cuesta". Si sustituyes "mejores" por su contrario,
esa canción vuelve a contar la verdad.
Finalmente, el miedo nos hace conservadores, y otro de los peligros de la
crisis es que solo se apueste por lo que parece seguro, en lugar de por lo que
merece la pena ser descubierto. "En el teatro", concluye Natalia Dicenta, "hoy
en día todo es más difícil para la mayor parte de los actores y las actrices,
porque por lo general los productores solo quieren a famosos de las series de
televisión, para atraer al público. Y eso es una catástrofe, porque lo contrario
de lo conocido no es lo desconocido, sino lo diferente, o lo nuevo, y si eso no
tiene su espacio, estamos perdidos".
Son los riesgos de la autogestión, del ¡hágalo usted mismo!, tan contrarios
al mundo de especialistas en el que vivíamos hasta que el espejismo se derrumbó.