jueves, 5 de agosto de 2010

Hoy es jueves

Y como cada jueves, podrás encontrar el artículo de Juan Urbano, quien, acompañado por Benjamín Prado escriben en la sección de opinión de la edición de Madrid de El País.


Si te dijera la verdad te mentiría.
Benjamín Prado. El País.

Se acordó de esa frase genial de Woody Allen que dice que el movimiento se demuestra huyendo, y a él, al que como a tantas personas cobardes pero honradas de este mundo define mejor que ninguna otra cosa ese verso de Sabina que dice "mi manera de comprometerme fue darme a la fuga", le dio pereza salir corriendo del hospital de La Paz, en el que está ingresado por un asunto menor, una quemadura en la córnea que le produjo la visión accidental de tres minutos de telebasura, y decidió seguir su rutina de paciente de sanatorio. Así que se incorporó en su cama, fingió que tenía una galleta maría en la mano y la hundió en su café con leche también imaginario, no mucho, para que no se empapase demasiado y se quedara dentro de la taza, porque eso también tiene su técnica, ¿no se acuerdan de aquella película de Frank Capra titulada Sucedió una noche, en la que Clark Gable le enseñaba a Claudete Colbert a mojar magdalenas, con lo cual le daba a entender que los ricos se pierden lo mejor de la vida con tantas normas de comportamiento? Pues eso, Juan Urbano se tomó su merienda virtual y luego volvió a la lectura, porque si dijese que no se había tomado esa merienda sería un embustero, ya que cuando la noticia de que La Paz había empezado a ahorrar quitándoles el refrigerio a los enfermos llegó a los medios de comunicación, tanto desde el propio de la Seguridad Social como desde la Consejería de Sanidad se ha dicho, de viva voz y en un comunicado, que eso "es totalmente falso". Así que ya ven, los ciudadanos que están ingresados allí tendrán que responder, si alguien les pregunta por ese tema, lo mismo que dijo un hombre al que alguna televisión de esas que salen a la calle a ver qué piensa la gente de tal o cual cosa: "Si te dijera la verdad, te mentiría". No era Woody Allen, pero qué genialidad, ¿no?

Si es que en algunas ocasiones y sobre todo en esta época del año, con el calor que hace, lo mejor es reírse a la defensiva, porque de lo contrario habría que ponerse de un humor de perros, con lo que eso sube la temperatura, ya que bastante es que a uno lo maltraten como para que además le llamen cínico por quejarse. ¿Qué es lo que esos asusórdenes de la Comunidad de Madrid se atreven a calificar de rotundamente falso? ¿Que a los pacientes les han quitado la merienda? A falta de argumentos, volumen, deben de pensar, porque otras veces funciona; pero es una mala costumbre la que han adquirido muchos de nuestros políticos, desde que descubrieron que la retórica es al discurso lo que la caja de resonancia a la guitarra, y se han dado cuenta de que cuanto más huecas están las palabras, más suenan al golpearlas con un micrófono. Aunque les dé lo mismo, porque es obvio que se lo da, lo cierto es que resulta muy irritante que hagan eso, por la dosis de evidente desprecio que siempre va en el lote de la negación: al menos, si te molestas en buscar una disculpa, parecerás igual de mentiroso pero más respetuoso.

El hecho de quitarles la merienda a los pacientes de La Paz no es que en sí mismo parezca tan grave, pero sí lo es como indicio de la forma en que algunos quieren salir de la crisis, que es quitándole el chocolate al loro, y sobre todo es otra demostración, que podemos poner en la lista, de que cuando los poderosos han errado el tiro lo solucionan pintándoles una diana a los pobres cerca del corazón, a la altura de la cartera.

Juan Urbano y yo, que en estos precisos instantes, mientras ustedes leen esta columna, estamos jugando a las cartas en su habitación de La Paz, creemos que el teléfono rojo debería de sonar en el despacho de los que, otra vez, han pretendido culpar a perjudicados de los problemas que les causan y aplacarlos a voces, como tienen por costumbre, dado que la mayor parte de las veces su idea de la política sigue siendo que no hay que convencer sino aplastar: no deja de ser sintomático el modo en que, después de cualquier sesión parlamentaria, los periódicos publican una carrera de galgos, que es lo que parecen esas encuestas que intentan demostrar qué candidato ha ganado el cara a cara, sobre todo porque se considera más victorioso al que más haya sabido ridiculizar al oponente, desarmarlo de un latigazo verbal. Naturalmente, no tengo ni que decir que le he traído a Juan un bocadillo, porque estaba muerto de hambre. No era un bocadillo rotundamente falso, sino de jamón.

1 comentario:

Unknown dijo...

“La retórica es al discurso lo que la caja de resonancia a la guitarra” ¡Qué maravilla!, y cuánta razón.
Un beso para que Juan Urbano se recupere pronto. Ummm… ver, aunque sólo sean 3'de telebasura es un acto suicida… ¡Oh!, ¡qué terrible!

Marta Á.