lunes, 2 de agosto de 2010

Tsvietáieva, su poeta

En Babelia, el pasado día 24 Benjamín volvió sobre una poeta a la que admira sobremanera, poeta que ha aparecido en sus poemas, pero sobre la que también ha escrito parte de un ensayo (Los nombres de antígona) y ya escribió sobre ella en las páginas de ese suplemento cultural (21/09/2008)

Ahora viene para contarnos que "ella y Mandesltam llegarían tarde al futuro", o que " " y que nos presenta, en definitiva el libro que la hija de Marina, Adriana, ha publicado sobre su madre y sobre su dispersa obra. Seguro que las dos obras, la de Tsivitáieva y la de su hija merecen la pena. Aquí, por ahora, no conformamos con el artículo de Benjamín.


Madre y escritora
Por Benjamín Prado. Babelia. El País.

Poesía. Marina Tsvietáieva nunca pudo seguir un camino recto para llegar a una librería, y la existencia llena de obstáculos que caracterizó su vida y que la llevó al suicidio en 1941 también vale para su obra, que se abrió paso hasta nosotros a cámara lenta y en editoriales menores, aunque contase desde el principio con la admiración de autores como Rilke o Borís Pasternak. Tal vez la tendencia de cierta crítica a reducir los países a unos cuantos nombres, para hacerlos abarcables, la perjudicó: en el reparto, la Unión Soviética le tocó al propio Pasternak y, en todo caso, a la admirable Anna Ajmátova. Ella, igual que Ossip Mandelstam, llegaría más tarde al futuro, doble víctima de la incomprensión y del estalinismo, que la destrozó a ella y aniquiló a su familia.

Gran parte de su poesía, dispersa en publicaciones remotas, cartas y manuscritos regalados a diferentes amigos, o extraviada en los traslados forzosos que tuvo que hacer Tsvietáieva a lo largo de sus sucesivos exilios en Alemania, Checoslovaquia o, el último, en la ciudad tártara de Yelabuga -donde había sido evacuada por el avance nazi hacia Moscú-, se habría perdido de no ser por la perseverancia de su hija Ariadna, víctima ella misma de la represión, que se dedicó a reunirla con una fe infinita y que, cuando lo consiguió, al menos en parte, quiso contar su historia en este libro, Marina Tsvietáieva, mi madre, donde pone en claro a una mujer oscurecida por la escritora que era y por el drama que sufrió, de modo que la persona que describe su hija, tan real en el círculo de sus costumbres domésticas, resulta emocionante precisamente a causa de su normalidad.

Aunque no es eso todo, porque también tenemos un relato pormenorizado de sus devociones literarias por personajes como Block o Pushkin; de sus lecturas, sus desencuentros con primeras espadas como Maiakovski o Esenin, y su merodeo por los ambientes culturales de las ciudades en las que estuvo. No vivió nunca, según su propio plan, "con paciencia, como se parte la piedra; / con paciencia, como se espera la muerte; / con paciencia, como se acaricia la venganza"; pero escribió de un modo febril algunas obras esenciales como Poema del fin, Carta de año nuevo, Cazador de ratas o Poema de la montaña. Ariadna Efron nos enseña cómo, dónde y por encima de cuántas cosas lo hizo.

2 comentarios:

Sonia Betancort dijo...

Querido Benjamín! poeta! Gracias por estas palabras, siempre luminosas, que además demuestran que la poesía es un perfecto antídoto para todo lo que le sobra al verano.

Acabo de enviar al mail de este blog los poemas que me pediste hace un tiempo para la revista. Todavía no me he hecho con el número de Argentina, pero lo tomaré ahora como un delicioso ice tea.
Gracias por hacerme una invitación tan generosa, por estar tan cerca de nosotros, incluso en medios tan virtuales como éste. Por defender la poesía como se debe, como si nos fuera la vida en ello.

Muchos muchos besos
Sonia

Rafael Pavón Reina dijo...

Me ha dado mucha alegría encontrarme con un blog dedicado integramente a uno de mis poetas favoritos. Gracias. Lo he enlazado en mi blog de poesía. Un saludo.