jueves, 7 de marzo de 2013

Recalificando artículos

Retomo los textos que Benjamín Prado publicaba en la sección de Madrid de El País. Merecen demasiado la pena como para que solo estén en mi disco duro ocupando el espacio (eso de que la sabiduría no ocupa lugar era antes de medirla en megas).

Textos en los que, como el ejemplo de hoy, vemos que tienen mucho de actual y bastante de proféticos: "esa gente que lo cambia todo por dinero, sea lo que sea, porque para ellos que siempre van con un crucifijo en una mano y una bandera en la otra, no existe nada sagrado, aparte de los billetes de quinientos". Cuando los billetes de 500 existían, porque estamos hablando del año 2006.

Un año en el que, se hablaba de una palabra inexistente, 'recalificar', a la que, según Benjamín" habría que darle esta acepción: Tomar a los ciudadanos por imbéciles'. O si no, al tiempo" .

Pero no os lo cuento, os lo dejo para que lo disfrutéis...

Por qué la palabra recalificar no existe,
Por Benjamín Prado en El País. 10/05/2006
 
Se sentía como si aquel maravilloso verso de Góngora, "entre espinas crepúsculos pisando", hubiera
sido escrito para él, sólo que cambiando "espinas" por "escombros", porque en ese instante caminaba
por la calle de la Paz, hacia el teatro Albéniz, sin estar muy seguro de si al llegar ya estarían allí las
grúas, que eso es lo que suele suceder en Madrid cada vez que uno abre los ojos por las mañanas: o
sea, lo mismo que en el célebre relato de una línea que escribió Augusto Monterroso, "cuando se
despertó, el dinosaurio aún estaba allí", nada más que cambiando "dinosaurio" por "grúa",
"hormigonera", "o algo parecido". Juan Urbano dejó ese juego para ponerse serio, porque pensó que
aunque en este mundo todas las cosas pueden ser sustituidas por otras, algunas deberían ser
defendidas para que eso no les ocurra, por ejemplo, todas las que representan un bien
medioambiental o cultural. "Justo lo contrario de lo que hace esa gente que lo cambia todo por dinero, sea lo que sea, porque para ellos que siempre van con un crucifijo en una mano y un a bandera en la otra, no existe nada sagrado, aparte de los billetes de quinientos", se dijo, dejándose llevar por la cólera.

Es que Juan Urbano era, una vez más, presa de la sospecha. Le habían llegado rumores de que muy
pronto se iba a demoler aquel teatro histórico, y como recordaba que la Comunidad de Madrid había
prometido comprar el Albéniz para salvarlo pero no tenía noticia de que hubieran hecho
absolutamente nada, llegó a la conclusión de que esta vez, como tantas otras, lo único que pretendían
es que pasara el tiempo, se atenuasen las protestas y se pudiera llevar a cabo el derribo. "Luego,
Aguirre jurará sobre siete biblias que las actividades del Albéniz se van a multiplicar por diez en el
futuro teatro del Canal, y asunto arreglado", pensó. "Qué fácil. Cualquier día van a tener que incluir en el Diccionario de la Real Academia Española la palabra 'recalificar', que a día de hoy no existe, y
darle esta acepción: 'Tomar a los ciudadanos por imbéciles'. O si no, al tiempo". A lo mejor es que
Juan es un tipo demasiado susceptible, pero en eso tiene razón: ¿No es raro que lo que enriquece a
tantos especuladores sólo se pueda definir con una palabra inexistente: recalificar? Pues eso.
Y es que las sospechas sobre oscuras tramas político-inmobiliarias en Madrid cada vez eran un poco
menos sospechas y un poco más certezas. Por ejemplo, qué mal le sonaba a Juan Urbano la dimisión
del director general de Urbanismo de la Comunidad, Enrique Porto, tras ser acusado de autorizar un
plan parcial en Villanueva de la Cañada que incluía más de 20.000 metros cuadrados, parte de ellos
de su propiedad y otros de una sociedad suya y de algunos de sus familiares; lo que, hablando en
plata, significaba que compró las fincas por 87.000 euros y las ha vendido por 4,3 millones. Un gran
negocio, hecho en sólo tres pasos: recalifica, toma el dinero y corre.

Al ver que algún compañero de Porto en el PP declaraba que su renuncia al cargo era "una prueba de
honorabilidad", Juan exclamó: "¡Claro, y la invasión de Polonia demostró el amor que Hitler le tenía
al río Vístula!".

Juan recordó ciertas sospechas del pasado, vertidas sobre la propia Esperanza Aguirre y algunos de
sus familiares, que supuestamente habrían hecho otro gran negocio al promover la construcción de
9.000 viviendas cerca de Guadalajara, aprovechando que el AVE Madrid-Lleida pasa por el Henares y que el Gobierno del PP decidió, en 1998, colocar la única estación del tren en esa provincia en el
pequeño municipio de Yebes, donde, según se dice, el esposo de la presidenta y otros familiares
poseen miles de hectáreas, repartidas en cinco fincas. Los terrenos de la futura urbanización, que la
gente llama Avelandia, fueron recalificados en 2001 en un plan de ordenación urbana. Juan Urbano
había leído en la revista Interviú que ese suelo era propiedad de unos primos de Esperanza Aguirre, y
que sus ganancias eran de alrededor de 48 millones de euros. Y también que el arquitecto municipal
de Yebes era Jaime de Grandes, hermano de Luis de Grandes, diputado del PP, y de Lorenzo de
Grandes, jefe de Prensa de la Asamblea de Madrid. Y también que otros primos y tíos de Aguirre
habían visto crecer su patrimonio tras la venta de parcelas incluidas dentro del Plan General de
Ordenación Urbana de Tres Cantos, con lo que habrían ganado más de ocho millones de euros...
Miró el Albéniz con nostalgia preventiva. Tantos millones y que ninguno de ellos valiese para salvarlo. ¿Qué por qué los especuladores definen lo que hacen con una palabra que no existe? Vaya estupidez de pregunta.

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