sábado, 3 de diciembre de 2011

El Barry Gifford poeta

Pese a que El País nos privó de Juan Urbano, parece que no están tan ciegos como para prescindir de Benjamín Prado. El lunes pudimos leer una doble página, imprescindible, en la sección Arte&Vida, y hoy leemos en Babelia una crítica sobre el poeta Barry Gifford.

Que la muerte contenga tus fantasmas
Por Benjamín Prado, Babelia, El País.

Aunque sea más conocido por novelas como Corazón salvaje o Perdita Durango y por las adaptaciones al cine que han hecho de ellas los directores David Lynch y Álex de la Iglesia, Barry Gifford es también un poeta muy interesante, que escribe a menudo con la nostalgia de quien hubiese preferido ser otro y vivir en una época distinta. Ambas cosas las demuestra este libro, Back in America, donde el autor de La vida desenfrenada de Sailor y Lula reúne una serie de poemas magníficos entre los que destacan poderosamente aquellos en los que se presenta como un discípulo de la Generación Beat, en cuyas filas le hubiese gustado militar.
Por supuesto que en Back in America hay poemas muy notables que hablan de otras cosas, como 'Eurídice en Rumanía', donde nos recuerda cómo se puede echar de menos lo que nunca has tenido, al observar a una desconocida que pasea por Bucarest e imaginarse cuánto va a "odiar no volver a verla jamás"; o algunos de los más sentimentales, como 'Amor verdadero' y 'Recuerdo', protagonizados por una mujer parecida a "una flor / caída / perfecta". Pero los más impactantes son aquellos en los que cuenta cómo ve expuesto en un bar el manuscrito de En el camino, según él escrito por Jack Kerouac "desde el ardiente corazón egipcio de América"; o habla de Allen Ginsberg; o de uno de los músicos que le marcó con su piano el ritmo a la prosa beat, Thelonious Monk, cuyo sonido calcan él y su magnífica traductora, Blanca Tortajada, en este alejandrino bebop: "La música de Monk se ha robado a los sueños"; o le hace un sentido homenaje a Gregory Corso, enterrado en Roma, muy cerca de Shelley, y al que recuerda envidiando al propio Kerouac por saber morir tan joven y despide de esta forma: "Oh, Gregory, ojalá te lleves la eternidad / igual que capturaste / el tiempo en la tierra, sabiendo desde el principio / que en realidad no había nada que perder. / Apártate, Capitán Poesía, / dile al viejo Percy lo que hay".

La capacidad de Gifford para escribir relatos dentro de sus poemas, queda clara en 'El día que murió Allen Ginsberg', que recuerda en su comienzo la famosa elegía de Auden a Yeats: "Me levanté temprano / miré por la ventana / las mercancías que cruzaban / por el Hudson / el sol saliendo / reacio, un día más frío / del esperado. / Había escuchado la noche anterior / que Allen estaba enfermo y se moría (...) / y era extraño encontrarme / en Nueva York, su ciudad (...) / El periódico decía / que hacía poco había terminado / un nuevo libro (...) / Muerte y fama". Gifford imagina al autor de Aullido encontrándose con Kerouac "en un cielo budista", y decide no asistir a su funeral, pero a la hora en la que el sepelio debía de estarse celebrando, alguien llama al timbre de su casa y él está seguro de que cuando vaya a abrir se encontrará a Ginsberg, "de pie, junto a la puerta / diciendo: no me he muerto, / pero no quería perdérmelo". Y acaba contando cómo ese genio beat que le había ordenado a su propio miedo, en alguna ocasión, "que la muerte contenga sus fantasmas", había sido, junto con Kerouac, su mayor inspiración cuando empezó a escribir: "Me dieron la esperanza / de que se podían hallar / la belleza y el sentido / en mitad del caos. / Se lo dije / una vez / y Allen dijo: / ¡Mantén la esperanza!".

Hay dos buenas razones para leer Back in America: descubrir a Barry Gifford como poeta y recordar los buenos que fueron el Kerouac de Mexico City blues o Big Sur, el Ginsberg de La caída de América o el Gregory Corso de Gasolina. Releer es un modo de lograr que a la muerte se le escapen algunos de sus fantasmas. -


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