domingo, 13 de marzo de 2011

Vuelta a la crítica, hoy de Ida

Mientras esperamos Operación Gladio, seguimos leyendo los textos que Benjamín Prado escribe en El País, como el de la semana pasada en Babelia. Son más o menos habituales sus críticas en el especial de cultura del diario, y en esta ocasión se centró en Mella y Criba, el último libro de Ida Vitale.

La ausencia se paga por adelantado.

Poesía. Mira algo o lo recuerda, que es un modo de mirar lo que ya no está, le busca o, más bien, le elige el centro y lo filtra, lo depura y el resultado, en el que se mezclan "algo de Historia y algo / todavía sin nombre", es uno de sus poemas: así parece trabajar Ida Vitale (Montevideo, 1923), cuya poesía, siempre inteligente, refinada y certera, ha encontrado una buena definición en el título de este último libro, Mella y criba, con el cual vuelve a resumir en tres palabras lo que Álvaro Mutis llamó "la sabiduría decantada" que caracteriza su obra, como antes lo había hecho con Procura lo imposible, Cada uno en su noche o aquel centauro con cabeza de novedad y cuerpo de antología que fue Reducción del infinito y que cuando fue publicado en España por Tusquets abrió de par en par los ojos de muchos lectores que no conocían como es debido a esta discípula de José Bergamín -a quien frecuentó cuando éste estuvo exiliado en Uruguay- e integrante en su país de la famosa generación del 45, junto a Juan Carlos Onetti, Idea Vilariño o Mario Benedetti, que sin duda va en el barco de los escritores más notables de nuestro idioma.

En Mella y criba está todo muy claro, desde su apuesta por la inteligencia frente a los excesos sentimentales -"es inútil amar / lo que se ignora"-; hasta su falta de confianza no ya en la posteridad -"en su óvalo, quietas, las estatuas, / con su mirar de camposanto solo, / aguardan el desfile de la historia"- sino en el futuro: "No sabré lo que sigue", reconoce, con una melancolía distante, al final de un poema ocurrido en la ciudad nicaragüense de Granada. Al final, como dice en otro texto titulado 'Visión oscura', las cosas se vuelan igual que los pájaros y todo desemboca en "un silencio / que ya no oculta nada". Camino de los noventa años, la joven Ida está de vuelta y ve las cosas con cierto fatalismo: la vida, dice, "se engaña / hacia la rama alta /para allí desplomarse". En un creador que aún se siente "presa de la vida", el consuelo y la meta son lo mismo, coinciden en sospechar que tal vez "irse del mundo / pida dejar algo / en pago de la ausencia". Mella y criba está aquí para eso.

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