domingo, 28 de abril de 2013

Atención, más obras

Como decíamos el otro día. Desde el pasado mes de marzo Benjamín colabora con RTVE en un programa cultural llamado Atención Obras. En él se mezclan las distintas obras artísticas y de cada campo se encarga un experto, que es quien traslada a la audiencia sus recomendaciones. Ese experto es Benjamín Prado, que cada vez aparece más por televisión (colabora también en un coloquio sobre actualidad en La Sexta) y sobre el que seguimos haciendo foco en su faceta más literaria.

Por eso, hoy, rescatamos las tres recomendaciones que nos dejó para este mes de abril y que nos facilita el blog del programa (¡gracias, y enhorabuena, amigos!)

Prohibido entrar sin pantalones,

Juan Bonilla

Una novela construída alrededor del poeta ruso Vladimir Maiakovski, un genio que lo tuvo todo pero nada que le hiciera sentir que sus ambiciones literarias y políticas se habían hecho realidad. Acabó suicidándose, seguro de que la Revolución de 1917 nunca se pareció al lo que él y muchos como él habían soñado que fuese.

En tiempos de luz menguante,

Eugen Ruge

Una saga familiar que retrata la vida en la República Democrática Alemana, la caída del muro y junto a él de las certezas que tuvieron muchas personas que creyeron que esa pared les protegía, hasta que vieron que en realidad les encerraba. Le encantará a la gente que disfrutó de la película La vida de los otros.

Misterios de las noches y los días,

Juan Eduardo Zúñiga

Un escritor secreto, delicioso, siempre inquietante y unos relatos que dejan al lector lleno de preguntas y la seguridad de que eso que llamamos la realidad puede cambiar tan deprisa como el hielo que al ser pisado se transforma en un agua helada y sin escapatoria.

jueves, 25 de abril de 2013

Atención Obras

Cuántas buenas noticias juntas leiamos hace unos días de la mano de RTVE: arrancaba un nuevo programa cultural en La2,lo presentaba Cayetana Guillén Cuervo, hablaría de obras de música, de teatro, cine... e incluso libros. Y para esta sección contaría con las recomendaciones de Benjamín Prado...
 
El logo del programa tiene tres lados, pero yo lo veo redondo.
 
Atención Obras comenzó el mes pasado, y Benjamín ya nos ha dejado 6 recomendaciones de libros... en dos distintas apariciones.
 
Vayamos poco a poco. Empecemos por el pasado. En marzo. Como dicen en el blog del programa (imprescindible), no solo lo dijo, sino que lo dejó por escrito, aquí van las tres obras sobre las que Benjamín nos llama la atención.

Venganza, de Benjamin Black
El escritor John Banville ya era muy reconocido y había logrado premios como el Booker y el Kafka con sus novelas, cuando decidió escribir, con el pseudónimo de Benjamin Black, una serie de novelas policíacas protagonizadas por un médico forense, el doctor Quirke, tan perspicaz en su trabajo de investigador como torpe en su vida privada.
La última, Venganza, es una absorbente historia sobre las luchas de poder en una empresa, las traiciones, secretos y rencores que existen entre dos familias que siempre han estado juntas pero nunca al lado, sino una arriba, al mando del negocio, y la otra abajo, a sus órdenes.

La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides

El autor de Las vírgenes suicidas y Middlesex ofrece ahora una historia de campus, de esas que tan bien se les dan a los autores norteamericanos e ingleses, protagonizada por jóvenes universitarios que intentan saber dónde van mientras corren hacia allí a ciegas, en busca de su sitio en la vida.
La trama nupcial habla de la tragicomedia de los amores adolescentes y recuerda cómo a menudo lo que deseamos nos aleja de lo que queremos. Un gran escritor, que mantiene el interés desde las primeras líneas hasta la última.

Las identidades, de Felipe Benítez Reyes

Un libro magnífico de uno de nuestros mejores poetas, capaz de guardar como pocos el equilibrio entre la nostalgia y la ironía. Felipe Benítez Reyes recuerda que conocerse es recordar todas las personas que se pudo ser y no se logró o no se quiso ser, y demuestra que la mejor poesía consiste en unir emoción y reflexión.
"Quemaste el paraíso para ver cómo ardía", dice uno de sus versos", y de eso trata fundamentalmente esta obra: de lo que deja atrás el paso del tiempo.

miércoles, 24 de abril de 2013

Acrobacias por Ángel y Jaime

Este fin de semana el festival Acróbatas llegó a Rivas. Y en lo que nos toca más de cerca, por aquello del tema central del blog, tuvo dos días cumbre. El viernes 19, en el que Rubén Pozo, Rebeca Jiménez y Benjamín Prado tenían cita en un escenario en el que, en palabras del poeta "la mezcla funcionó".

Y el día 20, en el que Benjamín participó, junto con otros artistas, como Pedro Guerra, Alejandro Martínez, Estel Solé y Sonia San Román, en el homenaje a Ángel González y a Jaime Gil de Biedma.

Era una cita imprescindible e ineludibe a la que no pudimos asistir, por lo que no podemos opinar. Parece ser que tampoco hubo demasiada gente, pero sí es seguro que hubo mucha clase, poesía, música... y si a eso le unes la incuestionable calidad de los artistas y la buena organización, como siempre, de la gente de Acróbatas, el éxito es seguro.

No quiero convencer a nadie. Vedlo por vosotros  mismos, que para eso nos lo han grabado, para disfrutadlo en diferido y en replay, porque son para escucharlos varias veces... :-)

miércoles, 27 de marzo de 2013

Acróbatas con pentagrama por red

Que tenía yo ganas de ver el gran Festival Acróbatas de cerca y mira por dónde del 17 al 26 de abril lo vamos a ver de regreso en Rivas... y el 20 con homenaje a Gil de Biedma y Ángel González. Con Benjamín Prado. Lo contamos ahora, y lo narraremos después.

 

lunes, 25 de marzo de 2013

De martillos y razones

Nada tiene que ver su libro Los Nombres de Antígona en el que nos cuenta la historia de poetas fantásticas con este artículo de opinión publicado en El País el pasado 25 de febrero en el que nos cuenta como la infamia tiene un alto precio también para quienes la cometen.

Antígona en La Moncloa
Por Benjamín Prado, en El País
 
Hay un extremo de la injusticia en el que quien la sufre tenga autoridad moral para incumplir la ley? ¿Es hoy más justificable que nunca la desobediencia civil que promulgaba Thoreau en 1849? En una situación como la que vivimos, ¿quién puede ser considerado más ejemplar: el ciudadano que acata todo aquello que le mande su Gobierno, o el que practica una “insumisión ética”, como la llama el filósofo Miguel Abensoun en su libro La democracia contra el Estado, que le permita enfrentarse a los abusos de cualquier tipo de poder, haya salido de las urnas o no? Son diferentes modos de hacerse una pregunta que tiene 2.500 años, pero sigue sin encontrar respuesta. Uno de los primeros que la buscó fue Sófocles, hacia el año 441 antes de Cristo y en su obra Antígona,donde cuenta la reacción contraria de las dos hijas de Edipo, el difunto rey de Tebas, ante la muerte de su hermano Polinices y la orden del nuevo monarca, el feroz Creonte, de dejar su cadáver insepulto, a las afueras de la ciudad: la menor, Ismene, decide someterse al edicto y no desafiar al déspota, en parte por miedo y en parte por sentido de la disciplina; pero su hermana no, porque lo considera humillante, inhumano y opuesto a la ley de los dioses. Así que se atreve a robar el cuerpo y enterrarlo. Su rebeldía la llevará a la tumba, pero la tragedia que va a desencadenar la decisión del tirano provoca que se suiciden su mujer y su hijo, y nos hace creer que al final la infamia tiene un alto precio también para quienes la cometen. La obra de Sófocles, que George Steiner definió, en un estudio clásico de ese mito, como una reflexión “sobre la lucha entre el mundo de los vivos y el de los muertos y, sobre todo, entre la sociedad y el individuo”, es también, según el profesor Francisco Rodríguez Adrados, “un aviso de adónde podría conducir la inflación de la idea del Estado”. Aquí y ahora, sin ir más lejos, no parece que pueda ser a otra cosa que a este totalitarismo de guante blanco que ha propiciado la mayoría absoluta de la derecha en las últimas elecciones. Lo malo de las victorias aplastantes es que convierten las banderas en martillos y sustituyen las razones por decretos.
¿Qué hacer en un país como España, donde por una parte crecen el desempleo, el hambre y los desahucios, y por la otra se suceden las noticias sobre un Partido Popular que ya no parece corrupto sino corrompido, y en el que muchos sujetan en una mano las tijeras de los recortes sociales y en la otra un maletín lleno de dinero negro? ¿Qué respeto a las normas nos pueden exigir quienes a la vez que nos piden sacrificios cobran cientos de miles de euros y mientras predican la austeridad se reparten sobres invisibles llenos de billetes de color violeta? ¿Cómo se atreven a hablar de honradez, patriotismo y solidaridad quienes defraudan a Hacienda, blanquean capitales, reciben regalos de tramas mafiosas, son financiados bajo cuerda o se suben el sueldo un 27% en plena crisis, como este periódico ha revelado que hizo el actual presidente del Gobierno?
“La cuestión, en realidad”, dice la novelista india Arundanathi Roy, la autora de El dios de las pequeñas cosas, “es esta: ¿Qué le hemos hecho a la democracia? ¿En qué la hemos convertido? ¿Qué sucede cuando se la vacía de significado? ¿Qué sucede cuando todas sus instituciones se han vuelto algo peligroso? ¿Qué va a ocurrir ahora que ellas y los mercados se han fundido en un solo organismo depredador, dotado de una imaginación limitada, estrecha, que prácticamente solo gira en torno a la idea de incrementar al máximo los beneficios? ¿Se puede dar marcha atrás a este proceso? ¿Puede algo que ha mutado volver a transformarse en lo que era?”. No está nada claro que todo eso lo pueda contestar el famoso yes, we can de Barack Obama, pero sí que la única oportunidad de pararle los pies al monstruo es la unión de todas sus víctimas. Aunque solo sea por dignidad, como dice en su último libro, El cuaderno de Bento, otro de los intelectuales más respetados de Europa, el escritor y artista John Berger: “Toda protesta política profunda es un llamamiento a una justicia ausente, y va acompañada de la esperanza de que en el futuro se terminará restableciendo esa justicia; la esperanza, sin embargo, no es la primera razón para llevar a cabo la protesta. Protestamos porque no hacerlo sería demasiado humillante”. Las quejas, como vemos, llegan de todas partes, desde París y Nueva Delhi a Londres, y lo mismo del pasado que del presente, pero ¿hay alguien dentro de los palacios que esté dispuesto a oírlas? En este momento, parece que no.
Sin embargo, las cosas han empezado a cambiar, porque el veneno ya está en casi todos los vasos y, como escribe Fernando Savater en su obra dramática El traspié, “podemos disfrutar asistiendo a una tragedia como la de Antígona, pero por nada del mundo quisiéramos ser ninguno de sus personajes”.
Ahora que nos han obligado a interpretar ese papel, mucha gente ha vuelto a prestarle atención a aquella teoría de la desobediencia civil que formuló hace siglo y medio Thoreau para explicar por qué se negaba a pagar impuestos a una Administración norteamericana que, por entonces, era partidaria de la esclavitud y de invadir México. Y, como consecuencia, algunos actos de objeción y rebeldía ante el atropello han dado su fruto: la tasa del euro sanitario que se quiso imponer en algunas comunidades ha sido suspendida cautelarmente por el Tribunal Constitucional; el Congreso ha aprobado por unanimidad la Iniciativa Legislativa Popular impulsada por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas para frenar la usura implacable de los bancos; cientos de médicos de familia se han acogido a la objeción de conciencia para seguir atendiendo en sus ambulatorios a los inmigrantes, pese a la normativa que los dejaba sin protección sanitaria; y las movilizaciones infatigables de los trabajadores de la Sanidad y la Justicia públicas han logrado que los prepotentes políticos que las quisieron imponer, se vean obligados a negociar…
Eso, de momento y mientras crecen las sospechas sobre los partidos políticos, cuya arrogancia nos hace cuestionar, como dice una vez más el pensador francés Miguel Abensoun “si son unas organizaciones que fomentan el ejercicio real de la libertad o van en contra de la misma lógica de la democracia, ya que las constituyen oligarquías elitistas y dominantes”. ¿Cómo evitarlo? Su maestra, la alemana Hannah Arendt, lo tenía muy claro: “Hay que situar la desobediencia civil no solo en el lenguaje político, sino en nuestro sistema político”.
En España, uno de los autores que reflexionó a menudo sobre ese asunto fue el poeta José Ángel Valente, que en un artículo publicado en 1997, advertía de que cuando se traspasan las líneas rojas de la convivencia del modo en que ahora se está haciendo, siempre es posible que se produzca “una confrontación con el Estado de derecho, contra cuya posible arbitrariedad, rigidez o solidificación excesiva puede alzarse, en último término, el espíritu de libertad y creación que caracteriza y hace existir las formas de ciudadanía democrática”. Por suerte o por desgracia, parece que ese espíritu ha vuelto a despertarse. Antígona ha regresado y ya está a las puertas de La Moncloa.

jueves, 21 de marzo de 2013

Una poesía en su día

Una poesía al día, rezaba un lema de fomento de la lectura. Una poesía para celebrar el Día Mundial de la Poesía, una que hoy nos ha regalado Benjamín a través de Facebook.

Felicidades poetas. Felicidades lectores.

CUESTIÓN DE PRINCIPIOS
Por Benjamín Prado

Un poema que diga también lo que no dice.
Un poema que escuche a quien lo lee.
Un poema que nunca olvidarán
las palabras con las que lo haya escrito.

Un poema que sabe lo que piensas.
Un poema que busque tinta verde en tus ojos.
Un poema que tenga las llaves de tu casa.
Un poema que ponga en tu piel mi cicatriz.

Un poema que sea raro que no existiese.
Un poema que ladre a los desconocidos;
Un poema que diga que el que cierra los ojos
es cómplice del crimen que no ha querido ver.

Un poema que sea capaz de repetir
justicia y corazón,
libertad
y alegría.

jueves, 14 de marzo de 2013

Sanidad pública, sólo que privada

Cuando mezclamos ironía, realidad, sueño, pasado, presente, sonrisa y tristeza. Nos viene dando, casi siempre, realidad.

Es lo que sucede con este artículo de Benjamín Prado del año 2006, (sí, de hace 7 años), en el que nos habla de las tijeras, los recortes en la sanidad, la privatización, el copago.... Siempre con lo mismo y siempre con los mismos.

Sanidad pública, sólo que privada
Por Benjamín Prado en El País 09/03/2006
 
Llamaron a la puerta y cuando Juan Urbano abrió, tuvo tal sobresalto que dio un paso atrás, se le
pusieron ojos de koala adicto al hachís y se le cayeron las cosas que tenía en las manos, que eran un
lápiz, el periódico y La voluntad de la naturaleza de Schopenhauer. Porque allí estaban, en el umbral
de su casa, la presidenta de la Comunidad de Madrid y dos miembros de su Consejo Económico y
Social, armados con tijeras y oscuros maletines. "Buenas tardes", dijeron, haciendo sonar un par de
veces las tijeras en el aire, con ademán de peluqueros habilidosos, "que veníamos a privatizarle algo,
si no tiene inconveniente".

Juan miró a su espalda, como si esperase encontrar allí al amor de su vida, porque lo cierto es que se
había quedado dormido con Schopenhauer y, justo cuando sonó el timbre, estaba soñando con ella,
pero al no verla, les hizo a sus visitantes el gesto de que entraran y los precedió en el pasillo.
¿Estaría despierto o dormido? Mientras conducía a los intrusos a su salón, Juan intentó reconstruir
los acontecimientos: había leído el diario y a continuación a Schopenhauer; después dijo el nombre de su amor, que sonaba igual que el eco de una campana, y de pronto ella estaba a su lado, le dio uno de esos besos suyos que saben a la suma de todas las cosas dulces del mundo y... Nada, luego ya no hubo nada parte del timbrazo inoportuno y la extraña visita. Le apretó un poco la mano a Esperanza
Aguirre, para ver si era real, y ella dijo mecánicamente "Zapatero irresponsable". La cosa, es obvio,
encajaba.

Entonces se dio cuenta de que lo último que había leído en el periódico era la noticia de que un
informe publicado por el CES de la Comunidad de Madrid proponía que los usuarios de la Seguridad
Social asuman parte del coste de la asistencia que reciben, porque lo que no se paga, dicen los autores, se usa de un modo abusivo. "O sea", se dijo Juan Urbano, "del mismo modo en que los políticos usan, en general, sus cargos, solo que a ras de suelo". Y, ya preso de la ira, añadió: "Es más, se me ocurre una cosa: ¿Por qué en lugar de cobrarnos a nosotros la mitad de las aspirinas no les cobran a ellos un porcentaje del coche oficial o de los viajes en helicóptero?". Lo iba a haber dicho en voz alta, pero la visión de las tijeras lo retuvo. Eso sí, cuando ya estaban los cuatro sentados, volvió a apretar uavemente una mano de la presidenta, y ella reptió su cantinela favorita sobre este asunto: "Mi eoría es que a coste cero, demanda infinita". Estaría fuera o dentro de un sueño, pero era ella, sin
duda. Mire usted", dijo uno de los asesores, "que los fármacos se los tenemos que cobrar, pero sólo un poquito y por su propio bien. Y como eso está fuera de discusión, de lo que ahora veníamos a hablarle es de sus sueños. Sin ir más lejos, del que tenía usted hace unos instantes, ese en el que salía una chica tan bonita". Juan se quedó hecho un Kierkegaard y balbuceó unos cuantos pero qué, pero cómo... No le dio tiempo a más, porque el otro asesor lo detuvo con uno de esos gestos imperiosos de la gente muy ocupada, abrió el maletín para sacar unos folletos y dijo: "Oiga, nada de discusiones y vayamos al grano. Si usted nos deja privatizar sus sueños, nosotros le garantizamos rentabilidad y una serie de patrocinadores. Saldrá ganando y no se dará ni cuenta. Por ejemplo, ese mismo que ahora tenía, ¿no? Pues lo tiene igual, sólo que en él aparecen un par de marcas de refrescos y un anuncio de coches. Nosotros lo gestionamos, usted cobra, y santas pascuas".

"Ya, pero, ¿y ustedes qué ganan?", se atrevió a preguntar Juan. Y el otro, poniéndose en pie, contestó:
"¿Nosotros? Caballero, ¡nos ofende usted! Esto es un servicio público, sin ánimo de lucro. Hombre, la única cosa que usted pone es su sueño a disposición de los demás. Por ejemplo, si alguien no tiene una chica como la suya para soñar con ella, pues nos la pide y nosotros se la prestamos. ¿Me explico?".

Juan Urbano los echó a patadas y se entregó a la meditación. ¿Qué tenía que ver su pesadilla con la
Seguridad Social? Lo fue a mirar en las obras completas de Freud, que tardó diez segundos en
responderle: "¿Qué tiene que ver? ¡Pues que es lo mismo, estúpido!" Y se quedó toda la noche en vela,
reflexionando sobre el mensaje lanzado por su subconsciente.