martes, 23 de diciembre de 2008

Feliz Navidad a todos. Contra viento y marea

Existen críticos literarios o cinematográficos, pero Juan Urbano ha usado la columna de El País, para erigirse en un crítico navideño. El texto de hoy sigue siendo atemporal y aunque crítico y contrario a la Navidad, no deja de ser un caballero y acaba deseándonos a todos una Feliz Navidad (felicitación a la que me sumo, entre otras cosas, porque no me cuesta un euro).

Presos de los precios
Benjamín Prado. El País. 21/12/2006


"Un mercado libre es una suma de ciudadanos presos", se dijo Juan Urbano, que como todo aspirante a filósofo tiene una inclinación natural a la paradoja, aunque la practica con prudencia porque sabe que su abuso volvió majara a Zenón de Elea, que para demostrar que la razón no siempre tiene la respuesta, se pasó media vida explicando que, desde el punto de vista teórico, una persona no puede cruzar una plaza, porque primero llegará sólo a la mitad de ella, y luego a la mitad de la mitad, y después a la mitad de la mitad de la mitad, y así hasta el infinito. O sea, que tengan cuidado y ya saben: si se les acerca, por ejemplo, un tipo llamado Russell y les plantea su famosa pregunta de si existe un conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos; o se encuentran con un tal Hempel que les pida que opinen si una manzana roja incrementa la probabilidad de que todos los cuervos sean negros, no les hablen, dense la vuelta y corran.


La sentencia paradójica que esta mañana se le vino a la cabeza a Juan Urbano, se le ocurrió mientras hacía la compra para la cena de Nochebuena, lo cual en esta época del año ya no consiste en mirar los alimentos, sino los carteles que tienen clavados, porque como todo el mundo sabe pero nadie parece querer impedir, el precio de todas las cosas, y especialmente de la comida, se dispara de tal manera por Navidad, que casi extraña que el pescado o la carne no se vendan en las joyerías o que a los bancos no se les haya ocurrido ya ofrecer microcréditos al 6% para comprar marisco. A Juan le dieron ganas de hacerse un menú subversivo a base de verdura y huevos con patatas, para salirse de las vías en que nos ponen estas fiestas entrañables cuyo espíritu se resume con la palabra "indigestión". Pero no se atrevió y tuvo que dejarse timar hasta que su cartera se quedó tan vacía que tuvo eco. Qué le vamos a hacer.


Mientras volvía a casa, temiendo que en cualquier esquina lo asaltara una banda de ladrones de merluza para revenderla en el mercado negro, se preguntó hasta qué punto la libertad de precios, y el abuso que esa libertad generaba en este momento del año, no era una forma de especulación tan viscosa como la inmobiliaria, sólo que cambiando ladrillos por corderos. A fin de cuentas, la comida de diciembre no es más que eso: gambas o pavos recalificados. "Pero cuál es la razón", se dijo, "de que todo se regule y los precios vivan al margen de la ley. Por ejemplo, la Consejería de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid ha puesto en marcha una campaña de inspección del transporte de alimentos para garantizar que se realiza a temperatura regulada y, según dicen, habrá inspectores que controlen las sedes de las empresas, las rutas de reparto, los muelles y las plataformas de distribución, además de vigilar las estaciones de trenes y autobuses para evitar la entrada de productos transportados en vehículos destinados a viajeros y no acondicionados para mercancías. Me parece fantástico, pero ¿por qué no vigilan también los precios?", exclamó, volviéndose hacia una señora que iba a su lado y que asintió con la cabeza y, después de meditar unos segundos, dijo, llena de sabiduría popular: "Y más en Madrid, que ya es la ciudad más cara de España, con lo cual, en esto como en casi todo, aquí llueve sobre mojado".


"Es curioso", terminó de razonar Juan Urbano, mientras entraba en un bar a tomar un café, "que la libertad de mercado consista en subir más los precios de las cosas que más se compran en cada época, cuando lo lógico sería todo lo contrario: a más demanda, menos precio. Pero si así es como funciona el negocio, qué le vamos a hacer". Y con esa resignación entró en la cocina de su piso y metió su cena de Nochebuena en la nevera como quien guarda una fortuna en la caja fuerte. Luego se puso a mirar por la ventana y Madrid le pareció una ciudad maravillosa, con esta luz de invierno que, sin duda, la hace uno de los lugares más bellos del mundo. Las calles estaban llenas de personas encadenadas a sus bolsas que intentarían llegar a febrero cruzando enero, lo cual es imposible, como ya vio Zenón, porque cuando llegas a la mitad de la nómina, comienza el infinito. Feliz Navidad para todos, contra viento y marea.

3 comentarios:

  1. Me gustan las teorías filosóficas de Juan Urbano,suelen ser tan reales......
    Pues a mí me encantaría comer en Nochebuena una tortilla de patatas exquisita que hace un buen amigo mío, y un caldito de puchero calentito.
    Es una solución para la crisis y el consumismo.

    Igualmente Feliz Navidad a todos, aunque sea contra viento y marea

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  2. Ummmm, Karmela, huele bien ese menú y, además, me suena mucho... A algunos niños que conozco, les encantaría tomarlo juntos hoy. Bueno, os deseo una cena de Nochebuena fantástica, a todos.

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