Leiva fue el primero que pasó por su página de MarieClaire. Ahora le ha tocado el turno a Miguel Poveda.Todo aquel que siga a Benjamín o haya leído alguna de sus novelas sabrá que es un genio describiendo personas. Los retratos de los demás, a grandes rasgos, con punta fina, en detalle o en latigazo, son dignos de más de un post (que me anda rondando la cabeza, por cierto). Por eso los retratos que leemos, en hojas huérfanas que nos regalan las amigas, son dignos de cualquier museo.
Voz de poesía
Sobre Miguel Poveda. Por Benjamín Prado, en Marie Claire
Miguel Poveda es un purista innovador, y esa contradicción es el origen de su arte. A la hora de buscar un repertorio, le gusta, según dice, "abrir el abanico" para ser coherente a base de no descartar nada, que es otra paradoja que lo define, porque él admira por igual a heterodoxos y revolucionarios como Camarón de la Isla, "con su forma de cantar tirando muros", o Enrique Morente, "que tenia un Picasso en la garganta"; a los intérpretes más raciales y a los más dulces, "con Antonio Marchena a la cabeza". Así que lo mismo se adentra en la copla y multiplica por mil su público con un disco como "Las cosas del querer", que se pasa varios meses en el barrio de Santiago, en Jerez de la Frontera, para "meterse en el pozo del flamenco" y empaparse "de una gracia que está en Moraíto Chico, pero también en el modo de decir las cosas de la gente de la calle.
Cante a Fondo
Ahora regresa por su propia puerta de entrada a ese mundo que ya había pisado en "Viento del este" o "Suena flamenco", con un disco llamado de tres formas con una sola palabra "ArteSano" (Universal), en el que vuelve a mezclar técnica y pasión con el objetivo de "aprender cada cante hasta el fondo y después echarlo fuera de forma que te parta el cuerpo". Su apuesta por el mestizaje vuelve a quedar clara en canciones como "Convivencia", que habla de lo poco que debiera importar "si uno se pone la gorra / y el otro gasta sombrero,/ si tiene soníos negros/ o la voz de caramelo". Para escribir algunas de las letras ha buscado un consejo en la posía que más le gusta, que es la de Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Gil de Biedma o Rafael de León. Y para la música se ha rodeado de los mejores guitarristas, entre ellos Manolo Sanlúcar y Paco de Lucía, a quien siempre hay que oír de usted: "Lo suyo es de otro planeta, sus dedos lo saben todo". Eso lo dice Poveda como sin querer ser visto: no parece él cuando no está en un escenario, sino un joven tímido y respetuoso que habla con veneración de sus maestros y con modestia de sí mismo.
Clásico futuro
estamos en un café-librería de Madrid que se llama Tipos Infames, y si le preguntas cuál es, en su opinión, el "toque Poveda", ese que hace que artistas tan distintos entre sí como Sabina, Leiva o Carmen Linares se vuelvan iguales a la hora de hablar de él y coincidan en que hoy es extraordinario y el día de mañana va a haber sido uno de los más grandes, abre unos ojos enormes, agrandados por la incredulidad, se sonroja, mira los tres o cuatro libros de poemas que ha comprado para tener una coartada que le permita bajar los ojos, y te pregunta, con una frase que parece tener las palabras muy pequeñas y las interrogaciones muy grandes: "¿De verdad te han dicho eso de mí?". Una hora más tarde, cuando nos despedimos, nos hacemos una foto juntos, le deseo suerte con "ArteSano", salgo a la calle, echo a andar y cuando he dado unos pasos, oigo que me llama. Me doy la vuelta y veo que señala un libro mío que tiene en la mano y me dice: "Bueno, y a ver si una vez canto algo de aquí, ¿no?". Le contesto que son poemas de verso blanco, sin rima, difíciles de convertir en canción, y me responde: "Ya veremos, todo se puede". Si eres Miguel Poveda, seguro que sí.