Empecemos, por lo menos en mi caso, la obra por el tejado, critiquemos antes de leer, pero leamos.
Una vida cualquiera es todas las demás
Por Benjamín Prado en Babelia, El País
Poesía.
El primer poema de Acta del juicio ya lo dice todo: "Elegid una vida al azar y estudiadla. / Cualquier libro sería interminable / si hubiera de seguir todas las ondas, las huellas / de una vida cualquiera". Edgar Lee Masters (Garnett, Kansas, 1868-Melrose Park, Pensilvania, 1950) inventa la de Elenor Murray y su historia es la metáfora de un país con el que no estaba de acuerdo, porque era un vigoroso anti-imperialista que, entre otras cosas, criticó ácidamente la guerra de Estados Unidos contra España. Para componer esta parábola de la hipocresía y la doble moral, Masters sigue un modelo muy similar al de su Antología de Spoon River (1915), que le hizo una celebridad y le amargó la existencia, porque nunca pudo huir de su éxito, ni siquiera intentando repetirlo con The New Spoon River (1924), con su autobiografía, Across Spoon River (1936), o con cualquier otro de sus casi sesenta libros, entre los que hay poemarios, dramas, novelas y biografías de Abraham Lincoln, Mark Twain o Walt Whitman. Amargado, Edgar Lee Masters acabó sus días escondido en el hotel Chelsea de Nueva York y viviendo de la caridad de sus amigos. Acta del juicio es una novela en verso que narra las misteriosas vida y muerte de Elenor Murray a través de una serie de personajes: el cazador que encuentra su cuerpo junto al río y el juez que investiga el caso; sus amantes de ambos géneros, entre ellos Alma Bell, con quien descubrió que "no importa / de dónde llega / un amor al corazón" y que sin ella se siente "como una llama separada del combustible", o Barrett Bays, torturado por las infidelidades de Elenor y dispuesto a "beber de cualquier copa para saber la verdad", pero a quien ella acusaba de no intentar retenerla: "nunca reclamaste / como tuyo lo que habías ganado".
También dan su versión de los hechos el padre, un fracasado que se describe a sí mismo como alguien que no sabe dónde ir y a ella como alguien que "parecía conocer los caminos de este mundo"; y la madre, que lo único que ha aprendido en su matrimonio es que "ninguna mujer puede saber / si un hombre es su pareja hasta / que se une a él", y que se considera rehén de "la tiranía / de la superstición, las costumbres, las leyes, las normas, / la tiranía de la Iglesia, la tiranía / del matrimonio, la tiranía de las creencias / la tiranía de los tabúes, ese despotismo / que domina nuestros espíritus con órdenes y amenazas, / fantasmas de religiones y doctrinas muertas, fantasmas del pasado, / la tiranía que mata de inanición y encadena, / la que encarcela y flagela y crucifica a las almas / que sólo piden una oportunidad para vivir y amar / en libertad". Para darle la razón, también hablan el forense, que expone al jurado el corazón de Elenor en un frasco de cristal, y el reverendo Percy Ferguson, para quien "la historia de Alma Bell y Elenor Murray se desliza" sobre su ciudad "como una nube venenosa", pero también se acusa a sí mismo de haber servido "a Dios y al dinero". Su parte y la de Barrett Bays son las más hermosas de este Acta del juicio que en la versión antológica de Teresa y Andrés Barba muestra lo dura que fue la batalla de Edgar Lee Masters contra el cinismo de la sociedad en la que vivió y contra su obra maestra, la Antología de Spoon River. Este libro, sin embargo, es una derrota que merece la pena leer.
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