lunes, 2 de noviembre de 2009

La lesbiana

Benjamín Prado escribió en El País, el día 19 de septiembre, un artículo de los que aúnan su faceta de periodista, que la tiene, y la de narrador y biógrafo extraordinario, sobre todo de escritores. O de escritoras. Sobre todo de estas últimas (uno de sus libros, Los nombres de Antígona, es solo eso, biografías de escritoras).

Quizá por ello sea capaz de escribir un artículo en el que habla de la revelación y la conmoción que ha supuesto en su país descubrir que Gabriela Mistral era lesbiana, y acabes el texto pensando, qué lastima no haber leído aún nada de ella.


Gabriela era Lesbiana, ¿qué hacemos?
Por Benjamín Prado
La correspondencia de la Nobel chilena con Doris Dana, reunida en Niña errante, se lee como si fuera una novela que cuenta la hermosa historia de amor de estas dos mujeres, que compartieron parte de sus vidas en equilibrio entre el amor, el deseo, los celos y la distancia.
En su país, Gabriela Mistral está por todas partes, tal vez porque así se puede esconder a Neruda detrás de ella: a la hora de elegir escritor nacional entre los dos premios Nobel de Literatura, la autora de Tala o Lagar, que lo ganó en 1945, es menos comprometedora que el de Residencia en la tierra, que lo obtuvo en 1971 y que sigue siendo un personaje controvertido a causa de su militancia comunista. Así que mientras él parece algo recluido en sus casas-museo de Isla Negra, de Valparaíso y de la capital, su colega y amiga mantiene una presencia pública extraordinaria. Como ejemplo, podemos decir que su cara protagoniza los billetes de 5.000 pesos y que el Centro Cultural que se acaba estos días en Santiago de Chile, construido para celebrar el bicentenario del país en el año 2010 y que presume de ir a ser el más grande de América, también lleva su nombre. Que, por cierto, era tan falso como el del propio Pablo Neruda: en realidad, uno se llamaba Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto y la otra Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga. Si pronuncias seguidos esos once nombres y apellidos, te sale un equipo de fútbol entero.

Ahora, la parte más reaccionaria de la sociedad chilena, la que aún pasea con orgullo por la céntrica avenida 11 de Septiembre, en Santiago, bautizada de ese modo para conmemorar la fecha en que los militares golpistas derrocaron a Salvador Allende, se hace cruces ante la polémica que ha propiciado la aparición del libro Niña errante. Cartas a Doris Dana, en las que quedan claras las preferencias sexuales de la autora de Desolación. Hace poco, el semanario The Clinic incluyó en su portada una foto a toda plana de Gabriela Mistral y este titular irónico: "¡Era lesbiana! ¿Qué hacemos?". Y no parece que ése vaya a ser el último episodio que obligue a replantear su biografía, porque se sabe que la parte inédita de su poesía, que también estaba en poder de su novia y albacea norteamericana, fallecida en el año 2006 en Florida, duplica la publicada y es muy explícita en sus contenidos.
La correspondencia reunida en Niña errante, que ha salido en Chile en el sello Lumen, se lee como si fuera una novela que cuenta la hermosa historia de amor de estas dos mujeres, que se conocieron en Nueva York tras una conferencia que dictó allí Mistral, al año siguiente de haber sido galardonada por la Academia Sueca, y que compartieron parte de sus vidas en equilibrio entre el amor, el deseo, los celos y la distancia, esto ultimo porque la joven Dana, que también escribía poesía, aunque de forma esporádica, tenía que pasar gran parte de su tiempo en Estados Unidos, lo cual desesperaba a su famosa amante, quien al final consiguió que el Gobierno de su país la nombrase cónsul en Nueva York, para poder estar juntas.
En el libro, conocemos los problemas de salud de la pareja, que hacía difícil que la preciosa Dana, una joven que guardaba un parecido asombroso con la actriz Katharine Hepburn, acompañase a Mistral a sus viajes, como ella quería. También vemos cómo crece su amor. "Desde que te fuiste yo no río y se me acumula en la sangre no sé qué materia densa y oscura. Yo no puedo saber aún, amor mío, lo que ocurra conmigo a lo largo de los sesenta días de nuestra separación. (...) Estoy viviendo la obsesión, amor. (...) Yo no sabía hasta dónde eso -lo vivido- ha cavado en mí, hasta dónde estoy quemada por ese punzón de fuego, que duele igual que la brasa ardiendo sobre la palma de la mano", escribe Mistral a Dana, y ésta responde: "Mi amor. Todo lo bonito me habla de ti. ¡Siempre tú estás conmigo! (...) Veo el cielo y pienso: este mismo cielo toca la cabeza de mi querida. (...) Yo me pongo en el viento y en la lluvia para que puedan abrazarte y besarte por mí".
También hay momentos de desconfianza, y reproches con los que Gabriela le hace saber a Dana "el infierno puro que ha sido para mí tu silencio de siete o más días", o le dice: "En cuanto a tu miedo de perderme, tu falta completa de confianza, yo no me merezco eso, que me da un poco de cólera y un mucho de tristeza, casi de amargura. Yo no soy una sinvergüenza, no, mi amor, yo no soy eso que tú imaginas. Soy una desgraciada si tú sigues sin tener fe en tu Gabriela". Las cartas siempre están firmadas así, pero es curioso que en muchas de ellas Mistral hable en masculino: "Soy arrebatado, recuérdalo, y colérico, y torpe. Por favor, no vuelvas nunca a sufrir así, a padecer por mi culpa, tienes que saber que así me das una enorme vergüenza de mí mismo".
La poeta ayudaba económicamente a su compañera, y parte del epistolario lo ocupan los cheques que le anuncia Mistral que va a mandar o la oferta de que se quede con la renta que produce una casa que tiene alquilada en Monrovia. Pero, sobre todo, Niña errante demuestra la desesperación de un amor acosado por las separaciones. "Tengo ganas de morirme, porque dudo de que vuelvas", le escribe Mistral a Doris Dana; y hacia el final del libro, cuando demasiados asuntos domésticos rodeaban ya su paraíso, le da instrucciones para que cuide sus cuentas, y le dice: "Te encargo que tú veles porque yo tenga siempre en caja el valor de lo que cuesta un entierro en tu país. No quiero cargarte a ti con ese gasto grande".
Gabriela Mistral murió en Nueva York, en febrero de 1957. Su novia la sobrevivió cincuenta años, y custodió su legado hasta su fallecimiento. Sólo entonces su sobrina donó al Gobierno chileno los cuarenta mil documentos que forman el legado inédito de la autora de Lagar, en el cual estaban incluidas estas cartas.

1 comentario:

  1. http://www.cadenaser.com/actualidad/audios/entrevista-joaquin-sabina-hoy-hoy/csrcsrpor/20091103csrcsr_11/Aes/

    BEA

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