El día del libro es como el día del aire. Celebramos que algo que necesitamos sigue estando ahí.
Es jueves y Juan Urbano se ha asomado a las páginas del periódico. Pero ya lo he dicho, en España hoy es el día del libro. Él es el protagonista, y él hoy es el libro que la editorial Tropo Editores y las bodegas Enate publican anualmente, en el que recogen relatos en los que aparentemente se muestra la relación existente entre el vino y la literatura. Benjamín Prado comparte cartel en "Historias para catar. 03." con Lara Moreno, Fernando Martínez Laínez, Elena Medel, Lorenzo Mediano, Pilar Zaldívar, Javier Pérez, Félix Romeo, Javier Casis y Daniel Gascón.
Quiero agradecer la gentileza y el estilo de Bodegas Enate y en particular de Ramón Justes Carrilla, su director de Imagen y Comunicación, quien sin conocerme de nada me ha enviado el libro solo porque le dije que lo quería para compartirlo con todos vosotros en el blog.
Es jueves y Juan Urbano se ha asomado a las páginas del periódico. Pero ya lo he dicho, en España hoy es el día del libro. Él es el protagonista, y él hoy es el libro que la editorial Tropo Editores y las bodegas Enate publican anualmente, en el que recogen relatos en los que aparentemente se muestra la relación existente entre el vino y la literatura. Benjamín Prado comparte cartel en "Historias para catar. 03." con Lara Moreno, Fernando Martínez Laínez, Elena Medel, Lorenzo Mediano, Pilar Zaldívar, Javier Pérez, Félix Romeo, Javier Casis y Daniel Gascón.
Quiero agradecer la gentileza y el estilo de Bodegas Enate y en particular de Ramón Justes Carrilla, su director de Imagen y Comunicación, quien sin conocerme de nada me ha enviado el libro solo porque le dije que lo quería para compartirlo con todos vosotros en el blog.
El relato de Benjamín Prado se llama
"La noche que yo amo es turbia como tus ojos"
y en sus primeras páginas dice así...
La música olía a tabaco y, al volver a casa, el silencio humeaba como el cañón de una pistola. En los colores oscuros se oían canciones de Lou Reed y los recuerdos dejaban en la boca un sabor a la vez amargo y dulce, parecido al de la fruta verde. La mayor parte de las palabras que decíamos y escuchábamos estaban como oxidadas y un poco deshechas, y según pasaban las horas se iban disolviendo en el aire caudaloso de los bares hasta convertirse en un idioma distinto, una lengua que sólo hablaban y entendían los súbditos del país de la noche aquel lugar lejano que pisaban nuestros pies, con sus ríos de alcohol, sus campos de amaplolas y sus madrugadas hechas de cristales azules. Cuando cerrabas los ojos, en los discos de Police se veía la luna y en los de los Sex Pistols había botellas rotas. La oscuridad tenía un tacto similar al del terciopelo.
Era así, exactamente todo y nada. Era sentirse como algo que arde, algo de bordes difusos y anaranjados. Era notar una luz roja en la punta de los dedos, sentir la sangre llena de mercurio, dormirse en una mina de diamantes y amanecer en un barco.
"Mira, te voy a ser muy franca - decía alguien, pero quién y cuándo-, porque yo soy una de esas personas que creen que las únicas cartas de las que te puedes fiar son las cartas boca arriba. ¿No estás de acuerdo? Yo es que no soporto la hipocresía, me pone enferma".
La música cambiaba, los focos se encendían, tú pensaste, por algún motivo, que mientras el hielo del vaso estaba entero parecía una pregunta y al fundirse se transformaba nada más que en una respuesta. Quizá sonreías, pero por qué.
"Y te aseguro - decía ese alguien a quien llamaremos, por ejemplo, igual que a ti, la mujer que lee ahora mismo estas palabras, o sea que la llamaremos unas veces Alicia y otras Matilde o Fátima o Nuria o Marta, y otras veces Carmen, Verónica o Elvira, y si eres un hombre pues igual, ponle la versión femenina de tu nombre, llámala Carlota, Enriqueta, Mariana o Luisa, o Antonia, o Ramona-; yo te aseguro", decía, "que ni te imaginas la cantidad de libidinosos que he tenido que quitarme de encima en la mayor parte de los congresos, semanas de autor, conferencias, simposios y demás a los que he asistido a lo largo de mi vida académica, que ya son unos cuantos. Pero es que a algunos me los he tenido que sacudir literalmente a raquetazos, porque hay por ahí auténticas lapas, hay que ver."
Alicia o Carlota o Mariana te decía todo eso al oído, para salvar el estruendo de la música de ahora que en realidad sonaba a la de antes, qué era, puede que P. J. Harvey aunque tú oyeses a Patti Smith, y olías su perfume, y ella dijo la palabra respeto y la palabra nunca, y tú pusiste la mano encima de uno de sus muslos, y ella, qué buena está, debería más bien haberse enfadado, para estar de acuerdo con su discurso, pero sonrió y te acarició la mano mientras decía "comprnderás que yo no soy, ni mucho menos, de esa clase, y conste que tampoco soy una monja, ¿eh?, no te dejes engañar por mi aspecto ni por mi currículum, te aseguro que he tenido mis aventuras, antes y después de casarme, pero en ningún caso se ha tratado de asuntos cutres o viscosos; ni hablar, eso no va con mi manera de ser, mira, te lo digo con toda claridad, a mi no me echa nadie un polvo en un cuarto de baño, ni detrás de una puerta, ni nada parecido", y entonces te tiraste a su boca, qué dulce, y ella respondió al beso, tu mano apretó un instante sus pechos, qué grandes, qué duros, y la suya hacía círculos en tu nuca.
Era eso, y desear cosas que no querías pero y qué; ir al mismo tiempo en dos direcciones y que ninguna de ellas fuera la dirección equivocada y llegar a la cumbre de qué más da dónde mientras te ibas hundiendo. Eso es, eso es lo que era: hundirse hacia arriba, justo de eso se trataba.
Era pretender que nada se moviese y todo fuera cada vez más rápido, más rápido, más rápido, qué demonios es antes y después, sí o no, correcto e incorrecto. Nevaba dentro de ti, tus calles se volvían tan hermosas, tan blancas.
"Nunca lo había probado", decía Antonia o Marta o Nuria. "Bueno", yo tampoco te había probado nunca a tí", decías tú, mientras el suelo del bar se volvía el suelo de un avión y todas las cosas que miraban daban vueltas como la espiral de un hipnotizador, yo no soy esto, no soy esto, no soy esto. "En fin, decía Ramona o Elvira, tan desnuda en tu cama, o en su cama, quién sabe, y además cuándo sera ya eso, cómo saber si aún era el mismo día o tal vez otro, pero qué más daba si en ese instante era tan hermosa y estaba allí, a tu lado, como un campo de girasoles junto a una carretera solitaria, y te dieron ganas de hacerle alguna promesa, la que fiera, una de esas que son parecidas a los primeros fascículos de una colección que nunca vas a terminar, oye, me gustaría volver a verte, dame tu teléfono, apunta el mío. Dos personas que saben que se mienten, nunca se hacen daño.
"En fin", decía Verónica o Carmen con un cigarrillo de qué encendido entre los dedos, tumbada boca arriba, "tengo un trabajo que me gusta, no me falta el dinero y, cuando me apetece, puedo permitirme ciertos caprichos, y soy guapa, ¿no?, le gusto a los hombres, o eso creo, de manera que lo tengo todo pero me falta algo, cómo es posible". Y tú guardabas un silencio que a lo mejor no significaba nada y a lo mejor quería decir: no, Fátima, no, Matilde, no es que te falte nada, sino que te sobra, eso es, te sobra lo mismo que a todos, la agustia de sabernos mortales, de saber que cuanto más te acercas a lo que quieres más te alejas de lo que necesitas. Jamás te olvidaré, seas quien seas.
Era todo eso, y caminar por una ciudad en la que hubieses jurado que en unas calles era de noche y en otras era de día, y saber que dentro de un par de meses lo que acababa de pasar nunca habría ocurrido, qué bar, qué mujer o qué hombre, qué nieve.
Y luego, de pronto, quién sabe cómo, ya era de día, y el barco estaba amarrado en el puerto, y cuando miraste un reloj, pensaste las dos y media de qué, de cuándo, para quién. Encendiste la radio. Abriste un grifo. La noche que yo amo es turbia como tus ojos, larga como el silencio, amarga como el mar, dijo alguien desde una canción.
Sigue el resto en el libro "Historias para catar". O aquí, si Benjamín nos da permiso para continuar y acabar con el relato...
Me suena el título...jejeje! Meadow, no tengo tiempo para ponerte el enlace, pero en www.rtve.es busca una sección dedicada a Bob Dylan donde han puesto un video de Estravagario con Benjamín Prado. Lo estuve viendo ayer y es buenísimo.
ResponderEliminarPor otro lado, te dejo por aquí unos versillos que escribí ayer por El día del libro. Abrazos
Juan José Millás, Otra vuelta de tuerca,
García Lorca, Arturo Pérez Reverte,
Por quién doblan las campanas, Javier Cercas,
El guardián entre el centeno, Gloria Fuertes.
Miguel Delibes, Luis García Montero,
Hemingway, Nick Hornby, Antonio Machado,
Chuck Palahniuk, El lápiz del carpintero,
Manolito Gafotas, Benjamín Prado.
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20090322/bob-dylan-extravagario-2005/485154.shtml
ResponderEliminarAquí tienes el enlace del vídeo del que habla Alfaro. Resulta que entraba al blog para comentártelo porque yo también lo he visto y es buenísimo, pero el gran V. Alfaro se ha adelantado.
Para el que le guste Dyan aparte de ese vídeo han colgado otros del archivo de TVE y RNE. Los iré viendo poco a poco.
Bulería (Bea)
Me ha gustado de este relato la imagen precisa de un hombre nevado adentro, con sus calles frías, goteadas de blanco. Me ha gustado La carretera perfilada con el amarillo de los girasoles, el suelo que se transforma bajo los pies en la inmensidad de un viaje. Me ha gustado la sentencia que separa, tal vez divide,lo que se quiere de lo que se necesita, la necesidad... tan sabia.
ResponderEliminarMe ha gustado el contraste de una ternura volcada atroz sobre una noche cualquiera.
Y hablando de mortalidad, he recordado una frase genial, que podría darle la vuelta a la angustia, o no... "La vida es demasiado mediocre para no ser también inmortal".