lunes, 9 de marzo de 2009

Así se escribe un poema

La clase magistral de Vallecas, en la que Benjamín Prado habló largo y tendido de poesía, no había dicho su última palabra. Tras su lección llegaron los ruegos y preguntas, que dieron pie a que nos explicase, por ejemplo, qué debe tener un poema y cómoe escribirlo.

El mayor éxito de un poema, de una canción, no es tanto el que le arranca al lector un "joé" o un "ole", como el que le arranca un "es verdad". Eso es lo mejor de un poema. Cuando tú lees algo y dices, es verdad, así es como estoy yo cuando estoy triste, deprimido, alegre, cabreado, indignado, lleno de ira... a veces un poeta encuentra la manera de dejar algo definido, con lo que va a estar de acuerdo casi todo aquel que lo lea.

No hay nada más fácil en este mundo que ser complicado y utilizar palabras de cinco o seis sílabas sin saber lo que significan. Cuentan una anécdota del poeta Francisco Villaespesa, que vivía en la grandilocuencia, y un día fue a visitar los jardines de la granja, miró al lago y preguntó a la persona que le acompañaba "y esas cosas que flontan en el agua, ¿qué es?". Maestro, son nenúfares, de esas plantas de las que habla en sus poemas.

Eso le pasa a quienes se dejan dominar por la sonoridad, por la supuesta excentricidad, eso es fácil. Lo realmente complicado es encontrar el misterio en las cosas. No inventarse. No creo que la literatura exista para complicar las cosas, sino para aclararlas. Eso no quiere decir que la buena literatura tenga que ser clara. No hay poema sin algo de misterio, algo de rareza, algo de escepcional, porque eso son las poesías, no son un espejo. Sí se trata de encontrar el misterio exacto de las cosas.

Contar no es hacer literatura, contar es una habilidad que tiene todo el mundo. Los de las cuevas de Altamira querían contar algo cuando hicieron sus bichitos. La necesidad que tenemos la gente de contar es algo tan natural, tan común, que tú vas al cine con alguien y cuando sales te empieza a contar la película. Pero si ya la he visto.

Hacer literatura es, crear, indagar, es cavar dentro de las cosas y encontrarle algo.
Preguntado por su momento ideal para escribir contesta...
Sí, en los huecos que me deja el divertirme. Yo soy muy de andar por ahí y salir. Yo confío mucho en apilar cosas. Una vez cenando con Julio Cortázar, a quien admiro muchísimo, estaba Alberti, y en un momento en el que se levantó me preguntó, ¿y vos también escribís? Estar al lado de un gran artista como Aberti... dije yo. No os preocupéis, replicó Cortazar, vos apilá, apilá. Y yo confío mucho en apilar cosas. En que las cosas me vayan empapando y en que se queden ahí.
Una excentricidad mía, quizá, es que cuando llego a casa, si es que llego, tengo una idea... no la apunto, pienso que si es lo suficientemente buena me voy a acordar al día siguiente y que si no me acuerdo es que no era tan buena como me pareció con dos copas de más, pero una hora de sueño de menos.

No tengo horarios y como me paso la vida metido en trenes, en aviones, escribo en estaciones, aeropuertos, hoteles, salas de espera... El portatil para eso es maravilloso, ahí llevas tu música, una peli, tus poemas, lo que te dé la gana. Puedes trabajar en todas partes.

Lo que sí he tenido siempre ha sido una capacidad de aislamiento absoluta. Es una virtud. Luego estoy lleno de defectos, pero soy capaz de estar en medio de una guerra y escribir un capítulo de una novela. Me aislo, no oigo nada, igual es que soy sordo.

A mi me cuesta mucho empezar. Pero una vez que empiezas es más fácil. Un poema es como un cubo de Rubick, le vas dando vueltas hasta que te coincidan las caras, no tiene más vuelta de hoja. Hay una anécdota curiosa que cuentan de Baroja, que cuando va a unas escaleras y están allí Azorín y no sé quién más y le preguntan si es que no puede dormir. Dice, que no, soy incapaz de dormir porque tiene que bajar un personaje por esta misma escalera en mi novela y no consigo saber si baja en zapatillas, con zapatillas... Se trata de eso de encajar las cosas, de buscarle la mejor respuesta a las cosas.

Si tú empiezas un poema y quieres escribir algo lo primero que le haces es una pregunta a ese poema, basada en qué quieres decir, cómo quieres decirlo, qué tipo de lenguaje, en qué tipo de ritmo, y luego el poema te va dando su respuesta, te va guiando. A veces una palabra te abre un camino, a veces te encierra, a veces tienes que renunciar a la misma cosa. Intento pasar por un sitio y no puedo, doy la vuelta vuelvo a intentarlo y tampoco puedo. Cuando parece que la solución es imposible y estas a punto de tirarlo, una tontería, una palabra, te puede dar la llave, la respuesta. Pero si él no quiere, no lo escribes.

Tengo la sensación de que muchas veces las respuestas se generan desde dentro del poema. Puedes o no puedes, pero a veces no te deja. Por eso me cabrea ver que otro lo ha hecho.

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