jueves, 29 de mayo de 2008

La ración del jueves

Cada jueves Juan Urbano, ciudadano de Madrid, piensa en alto en las páginas de El País. ¿Nunca habéis tenido la sensación de que lo que alguien está diciendo es lo mismo que tu sientes pero que no sabes expresar? Con un lenguaje sencillo, urbano, con unos temas de los que ya no hay, de los que nos interesan a todos, de los que están en la calle, el autor, por mente de Juan Urbano nos cuenta, pero también nos obliga a pensar (¡cómo se atreve!).

Cada jueves tomaré prestada de El País su columna para presentarla en este escaparate.

¿Qué fue de la ordenanza?
Por Benjamín Prado

Tenía que llegar y, de momento, ha llegado a Japón. Después hará el camino de siempre: de allí saltará a Estados Unidos, luego a Europa y, una vez en nuestro continente, empezará por Londres, se extenderá a Italia y, un par de meses más tarde, la tendremos en Madrid. No se preocupen, o preocúpense lo justo, porque no les estoy hablando de un reptil gigante que vaya a invadirnos, sino de una nueva moda que ya causa furor en Tokio y que consiste en llevar ropa que simula ser transparente, faldas y pantalones en los que están pintados la hipotética lencería y el trasero teórico del que la lleva.

El Ayuntamiento sacó una ley que prohibía la colocación de luminosos y lonas publicitarias
Como el nombre de la norma era tan largo, debieron dormirse antes de acabar de escribirlo
Sin duda, la idea no es mala desde el punto de vista de la autoestima, porque con ese invento uno puede darle al mundo una versión mejorada de sus zonas más intrigantes, ya me entienden; pero ¿y desde el punto de vista de la estética?

Pues que se va a superar lo que parecía insuperable, que es esa horterada de llevar los pantalones por la rodilla y tres cuartas partes de los calzoncillos asomando por arriba, lo cual, según Juan Urbano, no es más que un síntoma de la falta de imaginación de nuestro tiempo: como a nadie se le ocurre nada realmente nuevo, las novedades sólo son lo de siempre dado la vuelta.

Primero fue la camiseta de manga corta sobre la de manga larga; luego, el polo Lacoste del revés, y ahora mismo, mientras ustedes leen esta columna, alguien debe de estar a punto de salir a la calle con la corbata anudada a la nuca y colgando por la espalda, o con los calcetines por encima de los zapatos. ¿Qué se apuestan?

La vida es un continuo dentrofuera, como dice el premio Cervantes Juan Gelman, pero de dentro y fuera a privado y público hay tan poca distancia que a menudo salvarla es cometer una invasión, apropiarse del espacio de todos.

En este instante, sin ir más lejos, Juan Urbano está paseando por Madrid y tomando nota de los mil horrores que salen de las fachadas y los tejados de nuestros edificios como los dedos de los muertos salen de las tumbas en las películas de zombies: aires acondicionados, toldos, cierres para las terrazas, verjas inverosímiles, tendederos, antenas de televisión y de teléfonos móviles, carteles y anuncios de toda clase... Qué de agresiones a la vista, cómo empobrecen el horizonte de la ciudad y qué poco control se ejerce sobre ellas.

El asunto de los letreros es muy llamativo. El Ayuntamiento de Madrid sacó hace más de dos años una ley según la cual se prohibía la colocación de anuncios luminosos y lonas publicitarias en el centro de la ciudad, se obligaba a los comerciantes a limitar el tamaño de los carteles, se proscribían los neones que sobresalieran de las fachadas, incluidas las cruces verdes de las farmacias, exigiendo que los rótulos se iluminasen con un haz de luz descendente, y se impedía, salvo en casos excepcionales, la circulación de vehículos dedicados a la propaganda.
Llamaron a eso Ordenanza Reguladora de la Publicidad Exterior, y se ve que como el nombre es tan largo, debieron dormirse antes de acabar de escribirlo, porque lo cierto es que quedan miles de tiendas y negocios que vulneran por todas partes esa normativa.

Entonces, el alcalde alardeó de la nueva ley diciendo que con ella iba a poner fin a "la sobresaturación y la excesiva heterogeneidad del espacio dedicado al mensaje publicitario" y se lograría "proteger los valores y la sostenibilidad del paisaje urbano".

Supuestamente, se iba incluso a acotar una "zona de especial protección" que comprendería áreas o edificios de interés histórico-artístico dentro del anillo que forman la plaza de la Independencia, la calle de Alcalá, el paseo de Recoletos, la plaza de Colón, la calle de Génova, la glorieta de Bilbao, las calles Alberto Aguilera y Princesa, la plaza de España, la calle de Ferraz, el paseo de la Virgen del Puerto, la Puerta de Toledo, la ronda de Valencia, la plaza de Carlos V y la calle Alfonso XII.

Sonaba bien, pero lo cierto es que Juan Urbano anduvo toda la mañana por esos lugares y encontró una infracción de esa normativa cada 50 metros.
O sea, que al final la ley es muchas veces como esa moda que está a punto de llegar desde Japón: está pintada sobre la realidad, pero es falsa, una mera maniobra de distracción.
A ver si hay suerte y alguien del Ayuntamiento lee este artículo y se acuerda de la Ordenanza Reguladora de la Publicidad Exterior que, sobre el papel, parecía estupenda.

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