viernes, 29 de octubre de 2010

Lo que nos asusta

Muy felices no estaremos cuando algo como una invisible enfermedad nos mete el miedo en el cuerpo y muy listos no seremos, o no tanto como pensamos, cuando no somos capaces de dar con ella y erradicarla. Me refiero a la legionela, sí, pero también al cólera. Juan Urbano, local él, se centró en el brote madrileño este pasado jueves, pero puede leerse en clave internacional. "Entre los sentimintos colectivos, el más peligroso es el miedo". Eso sí, la de aquí tiene más fácil solución, y es menos peligrosa y triste que la de allá.


La legionela no tiene padre
Por Benjamín Prado. El País.

Lo invisible también se puede encontrar, pero solo tanteando, es decir, con una suma de persistencia, intuición y suerte, y eso es lo que hace muy complicado dar con la madriguera de esa enfermedad con nombre de sabandija, la legionela, que ha vuelto a Madrid, ha matado a dos personas y ha puesto su veneno en otras 31, hasta el momento. La gente de Sanidad sigue su rastro, pero la ciudad es grande y el foco mortal no aparece; lo buscan por los distritos de Centro y Retiro, han inspeccionado el sistema de aire acondicionado del Gregorio Marañón, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y otras doscientas y pico instalaciones, sin éxito, y uno empieza a ver su lucha contra la epidemia y contra el reloj como una mezcla de novela de detectives y ciencia-ficción. A las cosas que nos asustan les damos forma de monstruo, y la legionela es algo viscoso, frío y que repta; algo gris, con escamas húmedas, sangre verde, colmillos curvados y ojos que ven en la oscuridad. "Una amenaza tiene el tamaño de las personas que la temen", dice Juan Urbano, mientras tomamos nuestro desayuno enfrente de la oficina, "por eso hay que evitar que crezca y se haga gigante. Como dijo André Maurois, de entre todos los sentimientos colectivos, el más peligroso es el miedo".

Mientras leíamos las noticias, y comentamos lo complicado y desesperante que debe resultar el trabajo de los investigadores, a los dos nos ha llamado la atención que mientras ellos persiguen a la legionela la Asociación Nacional de Empresas de Frío y Refrigeración intente desmarcarse y emita un comunicado en el que exige, o sea, que no "solicita", ni "pide", ni "recomienda", sino que "exige" para estar a la moda, porque ese es el verbo del año entre los políticos, que todo el tiempo están exigiendo algo al rival, de manera que ellos también exigen a quien corresponda que se comprueben todas las instalaciones de riesgo, incluidas las duchas de piscinas, los gimnasios y los spas, puesto que la bacteria puede alojarse en cualquier lugar con una concentración de agua que esté a una temperatura de entre 30 y 40 grados. Y afilan la exigencia afirmando que "es absolutamente imposible que una torre de refrigeración en Centro o Retiro sea el foco". Por su lado, la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas también lanzó al aire un comunicado, qué menos, en el que "reclama" a los propietarios y usuarios de instalaciones con riesgo de dispersión de la enfermedad que cumplan la legislación. Ya lo ven, la legionela no tiene padre, es mala para el negocio y, por tanto, no hay quien la quiera en su familia.

"Lo bueno de los problemas es que siempre tienen dentro la solución", dice Juan Urbano, así que tal vez la gente del Ministerio de Sanidad y las autoridades locales podrían aprovechar que están inspeccionando la ciudad para obligar a las personas que no cumplen la legislación, esas a las que la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas acusa de ponerle una autopista a la legionelosis, a hacer más seguros sus negocios. Si eso ocurre, el peligro pasará de largo y la legionelosis volvería a los diccionarios de latín. No hay mal que por bien no venga, tal vez.

sábado, 23 de octubre de 2010

La ausencia de miedo

Uno querría ser tan faliz como Eduard Punset, pero a menudo nos vemos tan escépticos y tan realistas como Juan Urbano. Grandes jugadores no hacen un gran equipo, y sino que se lo digan a Florentino Onasis y sus etapas madridistas.

Y hablando del Madrid, cedo la palabra a un madridista de pro, que en este artículo se define como optético. "La crisis es una estado de ánimo", dijo una vez Zapatero, realmente no lo es, (y menos para ese millón de persona al borde de la desesperación), pero, con ojos de Punset, quizá tenía razón.

Un millón de pobres y cinco ministros
Por Benjamín Prado. El País.

Uno solo se deprime por falta de imaginación, y esa es una de las conclusiones a las que podrían haber llegado los asistentes al congreso sobre la felicidad que se ha celebrado en Madrid ayer y antes de ayer, y del que Juan Urbano salió igual que había entrado, absolutamente optéptico, que es la palabra de pega que él usa en broma para explicar su carácter paradójico, que es el de un optimista escéptico, alguien que sabe que, a pesar de todo, la alegría siempre merece la pena.

Mientras los filósofos le daban vueltas con sus cucharas a la felicidad, el presidente del Gobierno se la daba a sus ministerios; y aunque como es un buen lector de poesía sabrá que "no se sostiene la seda con cemento", como dijo el poeta Vicente Núñez en uno de sus Sofismas, esperamos que nos vaya a todos bien con esos trabajos de apuntalamiento. El camión de mudanzas que en el mundo de la política siempre está aparcado detrás del coche oficial se lleva a Trinidad Jiménez a Exteriores, y si lo hace ahí tan rematadamente bien como lo ha hecho en Sanidad, al final nos alegraremos mucho de que no haya salido candidata a presidenta de la Comunidad de Madrid.

Todo lo vertical amenaza ruina, y por eso vivir consiste en mantener el equilibrio; de manera que si las goteras del palacio de la Moncloa se arreglan, tal vez la crisis se atenuará, el horizonte volverá a ponerse recto y la angustia irá pasando. "La felicidad es la ausencia del miedo", dijo Eduard Punset en el congreso celebrado en Madrid, así que si dejamos de estar asustados, esto va a ser una juerga: imagínense, si en la situación que vivimos, cuando según un informe de la UGT, recién presentado en sociedad, solo en Madrid hay un millón de personas que viven al borde de la pobreza y sufre un grave riesgo de exclusión social; si en esas circunstancias el 58% de los españoles se consideran personas felices, es que este país es tan estupendo como Juan Urbano y yo siempre decimos que lo es. Y va a ser aún mejor si a nuestra vocación de felicidad, como la llamaba Jaime Gil de Biedma, y a esa ausencia de miedo de la que habla Punset, le sumamos la ausencia de Díaz Ferrán de la patronal, puesto que no se va a presentar a la reelección, y menos después de que el presidente de la CEIM dijese que necesitaban como jefe a "un empresario que haya pagado las nóminas".

Ahora ya solo falta que el cambio de ministros coincida con un cambio de política, para que empiecen a mermar las cifras que acaba de dar UGT-Madrid, que afirman que en el último año se han sumado al ejército de los pobres de nuestra Comunidad "alrededor de 200.000 personas". Si eso no desaparece, todo lo que se vea será mentira.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Acabaremos siendo argentinos

El domingo disfrutábamos de un extraordinario parlamento de Benjamín Prado sobre Julio Cortázar. Lo tengo enmarcado encima de la mesilla. Y para que no se acabe ese momento, disfrutemos de este coloquio en torno a Cortázar, con mucho bueno de los ponentes, y por supuesto, también de Benjamín. Al final, como dijo Prado, "acabaremos siendo argentinos".

Por cierto, son 3 partes... sobre distintos autores, interesante.






domingo, 17 de octubre de 2010

La repetición de un texto irrepetible sobre Cortázar

"Si tuviera que dar la vuelta a Julio en 20 minutos haría esto: en el primer minuto hablaría de cómo Cortázar ponía el oído encima de las palabras y oía dentro de ellas llegar un tren y cómo en ese tren nos quedamos atrapados todos sus lectores y cómo nos quedamos atrapados como si el tren fuera de juguete, dando vueltas una y otra vez, en el mismo sentido que Cortázar daba a las palabras que escribía.

En el segundo minuto diría que las llenaba de muelles y las estiraba y les rompía los cristales y las cascaba como si fuesen nueces para encontrarles dentro su almendra y les bajaba la cremallera para dejarnos a nosotros desnudos.

En el tercer minuto le llamaría algunas cosas. Le llamaría por ejemplo aprendíz de él mismo o cronopio en jefe o el gran domador que hizo pasar por el aro a los diccionarios y galopar alrededor de las pistas a las gramáticas.

Quedan 16 minutos de una brillante exposición que Benjamín Prado hizo en la casa de América de Madrid allá por el mes de abril de este 2010. Podéis darle al play en este vídeo, o seguir leyendo más abajo. Haced como prefiráis, pero no dejéis de leer, no dejéis de escuchar, no dejéis de aprender, no dejéis de disfrutar.



"En el cuarto minuto diría que cuando Cortázar encendía su pipa, la pipa se ponía en forma de saxofón y el humo olía a música de jazz, olía a Charlie Parker, olía a Miles Davis.
El 5º minuto lo utilizaría para asombrarme por el modo en que todas las palabras que escribía Julio Cortázar forman un solo lenguaje, igual que si dentro de sus frases estuviesen en un jam session.
En el sexto minuto me arrodillaría ante él por ser un explorador que solo buscaba y buscaba por darse el gusto de huir de lo encontrado como hace por ejemplo en el libro de Manuel.
En el septimo minuto le aplaudiría por contarnos todas las mentiras de lo visible y por contarnos todas las verdades de lo inventado, que es lo único en lo que merece la pena confiar.
En el octavo minuto querría explicar cómo al contrario que esos que por alguna extraña razón se llaman a si mismos conservadores mientras lo destruyen absolutamente todo, al contrario que ellos él rompía el idioma para restaurarlo, lo desataba, le desataba los nudos a la semántica, le abría los grifos a la ortografía, le abría las cercas a los adjetivos, como quien deja libres a unos caballos, como hace en el corral de Rayuela, por ejemplo.
En el noveno minuto confesaría que al leerlo, lo que aprendí no es más que la tapadera de lo que se ignora, o a veces la sombra de lo que se teme.
En el décimo minuto recordaría que lo conocí una noche y que en la mesa estaba sentado Rafael Alberti y que él me preguntó si yo quería escribir, y que cuando yo le contesté que sí, que quería escribir él me dijo, ¿y puedes escribir al lado de Rafael Alberti? Hombre, al lado de Rafael Alberti es un poco difícil, y él me dijo, no te preocupes, apilá, apilá no más. Y yo intentaba apilar todos estos años.
En el undécimo minuto lo llamaría mago por la manera en que dibuja la geometría de lo irregular, de lo desigual, y de lo distinto.

En el minuto número 12 me convertiría en él y os preguntaría, por qué escribir lo que se puede inventar, y les diría, lean otra vez Las Babas del diablo o La noche boca arriba, o lean por ejemplo casa tomada.
En el minuto doce más uno me dejaría crecer su barba, igual que él se dejó crecer la barba del Ché y me dedicaría a descubrir las amenazas de lo inocente, los infiernos que oculta lo que parece inofensivo.
En el minuto número 14 me pondría su camisa de explorador y buscaría la frontera de cada palabra, y la cruzaría y quemaría su bandera.
En el minuto número 15 les convencería en que no hay equilibrio más hermoso que el equilibrio de lo que se tambalea.
En el minuto número 16 encontraría dentro de Julio el lujo y dentro de Cortázar el azar y diría que eso y todo lo demás que esconden su nombre y su apellido son eso, el lujo del azar, o el azar cortado en dos Julios.
En el minuto 17 les contaría que cuando doy con lo que encontraba al escribir bailo tregua y catala, igual que los conopios y las famas.
En el minuto 18 afirmare que el que después de leer a Julio Cortázar no se haya vuelto argentino es que no tiene corazón .
En el minuto 19 diré que si tuviese que elegir un libro para llevármelo a una isla desierta lo habría escrito él y además soñaré que por esos azares cortazarianos algún día, dentro de mucho tiempo, en algún lugar, quizás las cuatro personas a las que les he dado los cuatro trozos de este texto irrepetible, porque lo he escrito esta tarde en mi casa con un rotulador verde quizá se encuentren entre ellas, quizá tengan que compartir su vida, quizá tengan que compartir su vida conmigo, quien sabe. Sino el texto no volverá a estar completo nunca más.
Y en el minuto veinte pensaba decir que es imposible hablar de Julio Cortázar en 20 minutos, pero como veo que lo que ha pasado es lo contrario, que me sobra tiempo, me daré cuenta de que a los minutos de Julio Cortázar quitándole los veinte segundos a cada minuto de la realidad tienen unos treinta y tantos o cuarenta segundos uno se vuelve cada vez mucho más, y mucho más jóven.
Gracias".
Y así repetimos en tinta negra y letra de imprenta, aquellas cuatro hojas de boli verde que un día Benjamí esparció y que ahora hemos vuelto a reunir. Para Julio Cortázar.

jueves, 14 de octubre de 2010

Soltar lastre

Juan Urbano, acompañado por Benjamín Prado, reflexionan en la sección de Madrid de El País, aunque desde Colombia sobre si el ladrón que devuelve el dinero y suelta lastre aligera la conciencia o solo los bolsillos.


Los ladrones no son gente honrada.
Por Benjamín Prado. El País.

Los ladrones no son gente honrada, a pesar de que Enrique Jardiel Poncela dijese lo contrario en una de sus obras, pero al menos pueden dejar atrás la parte en metálico de su delito, devolviendo lo que han robado. No suele ocurrir, aunque parezca mentira, y uno siente un tanto por ciento de lástima cuando uno se pone a pensar en las personas que prefieren hundirse en la ciénaga de la cárcel a soltar sus fortunas, gente del pasado, como el antiguo director de la Guardia Civil, Luis Roldán, o de ahora mismo, el del cabecilla de la trama Gürtel, Francisco Correa, que sigue en prisión mientras esconde en el extranjero los millones de euros que logró amontonar recibiendo comisiones y sobornando a cargos públicos del Partido Popular en nuestra Comunidad, sobre todo en Madrid, Alcalá de Henares y Boadilla del Monte, y también en Valencia y Castilla y León. "Es curioso que les importe tanto enriquecerse y se valoren en tan poco a sí mismos", dice Juan Urbano, y tiene razón, porque hay algo tristísimo en la imagen de esa gente para la que todo tiene un precio y nada tiene valor, ni siquiera sus propias vidas. Se puede ser al mismo tiempo un hombre rico y un pobre hombre, dice el refrán, y no parece que esté equivocado.

Alfonso García Pozuelo, implicado en el 'Gürtel', ha vendido su empresa para devolver el dinero
Todo esto lo hablamos Juan Urbano y yo a la hora del desayuno, como siempre, pero esta vez en un bar de Cartagena de Indias, Colombia, donde nos han traído a dar una conferencia, y después de leer las noticias sobre ese empresario implicado en el caso Gürtel que acaba de darle a Hacienda el dinero que debía. Se llama Alfonso García Pozuelo, era dueño de la empresa Constructora Hispánica y ha tenido que vender a la firma Assignia la empresa que tenía desde hace 20 años, para saldar su deuda. Un hombre inteligente, por suerte para él, y muy original, por desgracia para todos sus antiguos compañeros, que siguen sin aportar las fianzas que les pide el juez y sin traer de vuelta a este lado de la ley los millones que se llevaron. Es imposible no pensar en esos tipos mientras uno ve en este país y en este lugar cómo tanta gente hace lo mismo que en el resto del mundo: trabajar mucho a cambio de muy poco, unos 800.000 pesos al mes, que es menos de 400 euros.

Ese hombre, García Pozuelo, a quien el juez Pedreira imputa delitos de cohecho, tráfico de influencias y contra la Agencia Tributaria, ha vendido su empresa, pero Constructora Hispánica nunca llegó a pedir un ERE ni a despedir a ninguno de sus 2.000 trabajadores, a diferencia de otras implicadas en Gürtel, como la Teconsa o Begar, que han despedido a todos sus trabajadores por quiebra. Además, desde el principio, mostró su decisión de abonar las deudas que le reclamase el fisco y acortar en lo posible el juicio por delito fiscal que se celebró contra él en el Juzgado de lo Penal número 20 de Madrid. Su abogado habló con el fiscal y ofreció pagar todo lo que Hacienda le reclamase: 19,7 millones de euros tal vez no puedan lavar una conciencia, pero sí pueden saldar un error y ser un ejemplo.

No creo que el simple hecho de rectificar te convierta en sabio, ni devolver lo que no es tuyo te convierta en una persona honrada, pero sí te quita una mancha de encima y hace pensar que el viejo dicho francés de que se puede evitar que alguien robe pero no que sea un ladrón, no es del todo justo: parece que hay ladrones vocacionales y ocasionales, y a Juan Urbano y a mí nos apetece pensar que García Pozuelo pertenece a la segunda categoría y hasta desearle suerte. Ojalá algunos de sus antiguos compinches lo quisieran imitar, aunque, por lo que se ve, no hay muchas posibilidades de que así sea.

domingo, 10 de octubre de 2010

Lo contrario del olvido es el conocimiento

Los apuntes hispanoamericanos vuelven al blog, en esta ocasión con el editorial de Benjamín Prado de la revista 694, de abril de 2008. En él nos habla de la importancia de rendir culto a los clásicos, entre los que mencionaba, ya entonces, lógicamente, al "actual" Mario Vargas Llosa.

Editorial. Cuadernos Hispanoamericanos. nº694. Abril 2008
Por Benjamín Prado.

Por fortuna, los sellos Galaxia Gutemberg, del Círculo de Lectores, Trotta y la Biblioteca Castro, decidieron ya hace tiempo tomar el testigo de editoriales emblemáticas como Aguilar, Eslicer o Plaza & Janés, y reemprender la aventura de publicar las obras completas de los autores más importantes de la historia y, especialmente, de los maestros de nuestro idioma. La tradición y el mercado dicen que es una empresa ruinosa, que deja números rojos y facturas sin pagar a ambos lados del Atlántico, y que el destino de quien la emprende es el endeudamiento y la desaparición, porque los volúmenes son caros y los lectores pocos; pero también es una empresa necesaria, porque un país no puede prescindir de esa especie de museo portátil y a domicilio que son los sucesivos tomos de nuestros clásicos que van formando la Biblioteca Castro, de Lope de Vega, Calderón de la Barca o Góngora a Tirso de Molina y de Clarín, Larra, Benito Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán a Gabriel Miró y Álvaro Cunqueiro; o la suma literaria de Américo Castro o Luis Rosales en Trotta; o la inmensa obra de Ramón Gómez de la Serna, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Pío Baroja, Rubén Darío y tantos otros creadores esenciales como está publicando Galaxia Gutenberg en sus bellos libros azules y blancos, donde también tienen cabida autores vivos de la magnitud de Francisco Ayala, Mario Vargas Llosa, Miguel Delibes, Nicanor Parra, Jua Goytisolo... Si son libros esenciales, quizá cabría preguntarse si no sería lógico que iniciativas como ésa tuviesen un importante apoyo económico del Gobierno, a través del Ministerio de Cultura, que podría consistir, por ejemplo, en comprar ejemplares de todas esas obras para abastecer las bibliotecas públicas, los institutos Cervantes, las sedes de la AECID en toda Iberoamérica e, incluso, la bibliotecas de las Universidades y de los Institutos de Enseñanza Secundaria. ¿Me arriesgo a que me llamen utópico si digo que con un pequeño tanto por ciento de lo que se gasta en Defensa se podría afrontar ese gasto?

Las obras completas son lo contrario a la cultura de la novedad que tan a menudo llena las librerías de productos para leer y olvidar. Enfrentarse a esos tomos de paginación intimidatoria demanda sosiego, paciencia y verdaderas ganas de conocer a un autor, su época y la evolución de su trabajo. En definitiva, es un proceso que requiere calma y ganas de aprender, no de consumir y estar a la última, como a veces sucede en este mundo donde la publicidad lo gobierna todo y la prisa nos obliga a correr para todo, incluso para obtener placer y atesorar conocimientos.

Ojalá que la vida de esas empresas, sin duda algo quijotescas, sea larga y sus tomos de obras completas sigan saliendo a la calle para poner a mano de los lectores lo mejor de nuestra cultura y también de la literatura universal. Es una labor admirable y que impide que las cosas caigan en el olvido o se conozcan sólo de modo fragmentario. Lo contrario del olvido es el conocimiento, y eso es lo que debemos alentar y proteger.

jueves, 7 de octubre de 2010

El ministerio de Madrid

No tardaremos en conocer qué opina Benjamín de Vargas Llosa, de hecho esperamos el perfil que hará de Don Mario (eso deseo, al menos), con ganas. Él sabrá, mejor que muchos, con lápices de colores, trazarnos el perfil del recien proclamado Nobel de Literatura.

Haremos la espera más liviana con el análisis en cabroncillo de la política madrileña.


Y si pierdes Madrid, te hacen Ministro. Por Benjamín Prado. El País.


Si hay algo difícil para un ganador es saber compartir su victoria con los vencidos. Los golpes duelen y las cicatrices nos los recuerdan. La cicatriz que en lugar de en la piel está en la memoria se llama rencor, y no hay cirujano en el mundo que pueda hacerla desaparecer. Con todo eso, el ganador de las elecciones primarias del PSOE entre candidatos a la Comunidad de Madrid, al que sus rivales han hecho tan famoso que hasta los que no saben cómo se llama saben que es Tomás Gómez, tendrá que montarse un sistema filosófico y elegir una carta de la baraja. No le será fácil, porque cuando tus camaradas y tus enemigos no son fáciles de distinguir, nada está claro y nunca sabes de qué lado va a soplar el viento, si desde la derecha o desde la izquierda. El fuego amigo defiende la misma bandera, pero también mata.

"Imagínate cuando llegue ese hombre a tocar el timbre del palacio de la Moncloa", dice Juan Urbano, mientras apura su segundo café de la mañana. "La cara de he visto un fantasma con la que le va a mirar el presidente del Gobierno al abrirle la puerta. Porque, claro, es que lo de ese hombre es una tragedia. Pide un portafolios y le dan una maleta. Pide su coche y le llevan un camión de mudanzas. Le tira una pelota a sus perros y le devuelven una granada de mano. Pide una cuchara y le traen una pala. Pide un traumatólogo que reduzca la fractura de su partido y aparecen José Bono y José Blanco vestidos, respectivamente, de teólogo y tocólogo. Y él, naturalmente, se pregunta si estarán intentando decirle algo, y mientras lo hace, pide a Trinidad Jiménez y le llevan a Tomás Gómez. Y todo eso con los secretarios generales de Comisiones Obreras y la UGT en la acera de enfrente, vestidos de Cobrador del Frac, y algunos ministros haciendo carreras al volante de un furgón fúnebre. Les está bien empleado, por no darse cuenta de que la democracia y la disciplina de voto hacen muy mala pareja".

Juan Urbano lo explica a su modo, y ya lo conocen: en su argumentación abundan las parábolas; pero yo creo que se le entiende muy bien y que el resumen que hace de la situación es bastante certero. Yo soy más claro, y me parece que lo que ha ocurrido en estas primarias en las que Tomás Gómez ha llegado arriba saltando por encima de su partido, exactamente igual que lo hizo el propio presidente del Gobierno, es que vuelve a quedar claro que en nuestro país la mayor parte de los políticos no se merece a la mayor parte de los ciudadanos. Por eso es de temer que en esta ocasión tampoco encajen ni la derrota ni el triunfo, y que de aquí a mayo, que es cuando se van a enfrentar a Esperanza Aguirre y a Alberto Ruiz-Gallardón, se dediquen más a hacerse la cama unos a otros que a pasarse el balón y se les mueran los peces en las urnas. La única razón de que sus rivales no se froten las manos es que tienen dentro la navaja que usan para pincharse las ruedas entre ellos.

En cualquier caso, aquí son otros los que se juegan el porvenir a cara o cruz, y Tomás Gómez tan contento y sin nada que perder: si fracasa en Madrid, lo hacen ministro, como a la propia Trinidad Jiménez y a Miguel Sebastián, que aún debe de llevar en la cartera de Industria lo que encontró en la basura del alcalde. De momento, a Gómez lo conocíamos tan poco que aún no hemos tenido tiempo de olvidarlo, y Juan Urbano y yo creemos que ha conseguido un buen papel en la obra: el Quijote siempre es el más simpático de los personajes.