Benjamín Prado hace muchos, muchos años, escribía artículos de opinión... en la sección de deportes y siempre hablaba de fútbol. Ha vuelto a recaer en algún texto, pero se prodiga menos. No por ello me resulta más curioso, y por eso lo traígo al blog, que le busquen para que hable de la marcha el que fue futbolista del Real Madrid, Raúl.
(La verdad es que, personalmente, me encantaría que Benjamín volviera a escribir de fútbol. Fútbol es fútbol, pero con mirada poética es otra cosa. Si no le dejan espacio en El País, siempre puede, ahora que empieza la liga, desahogarse aquí... :-)
Mucho más crítico con el 7 madridista es Benjamín Prado: "Detrás de él hay mucha leyenda, no estoy seguro de que Raúl haya tenido todo ese poder que se le atribuye. Lo cierto es que muchas veces ha jugado en lugar de futbolistas que merecían mucho más que él salir al campo". Y sentencia: "A estas alturas, lo que más voy a echar de menos de Raúl es a Guti". El escritor dice preferir "un pase de Guti a un gol de Raúl" y defiende al jugador de Torrejón de Ardoz ante la imagen mediática que según él es completamente equivocada. "Guti me parece un genio y fuera del campo es un tío fantástico, adorable y cariñoso".
sábado, 28 de agosto de 2010
viernes, 20 de agosto de 2010
Benjamín, y Meadow, en la SER
Un día me pasó una cosa muy curiosa. Me llegó un mail a la cuenta de este blog, prados.urbanos@gmail.com. El remitente era un periodista. Creí que sería uno más de los varios que se confunden creyendo que este es el mail de Benjamín. Iba a contestarle cuando leí más a fondo. No querían hacerle una entrevista a Benjamín. Me la querían hacer a mi...
Hablé con el periodista, quien me dijo que había visto el blog y le había parecido curioso. Al día siguiente iban a entrevistar a Benjamín en directo en la cadena Ser, con motivo de su colaboración con Sabina en el disco Vinagre y Rosas, y querían que yo le saludase (en diferido) y que le hiciese una pregunta. El periodista, precavido (e hizo bien, pues no soy muy ducho en esto del lenguaje hablado y me pongo "nervosio") prefirió grabarme que meterme en directo. Me presenté, y le pregunté. Para saber qué dije y qué me respondió tendréis que darle al play en la segunda parte de la entrevista, nada más empezar. (tras la publi, es el peaje que hay que pagar para poder usar la tecnología...)
Cometeríais un grave error si no escucháis la entrevista entera con Benjamín. Seguramente muchos le conozcáis y os habrá embaucado por sus letras, pero es tan bueno, o más, con las palabras.
Es una entrada algo egocéntrica, pero curiosa, ¿no?
Primera parte de la entrevista (comienza tras la publi)
(Si no funciona el gadget, id aquí http://www.goear.com/listen/86697a8/benjamin-prado-cadena-ser-benjamín-prado)
Segunda parte de la entrevista (comienza tras la publi)
http://www.goear.com/listen/438301a/benjamãn-prado-cadena-ser-2-benjamãn-prado
jueves, 19 de agosto de 2010
In corpore sano
Me quedo con el aviso de Benjamín de que ahí está la Casa de Campo, para quien quiera andar, pasear, correr, y sobre todo redescubrirla, pues nada tiene que ver con lo que fue no hace mucho. La zona verde más grande de Madrid y está casi en el centro, menudo tesoro.
La culpa es del mando a distancia. O tal vez de los ordenadores portátiles, de Internet, del teléfono móvil... Porque antes uno se levantaba a cambiar de canal en la televisión o de disco en el aparato de música o a por folios; y si había necesidad de escribir una carta, era necesario ir a comprar el sello al estanco y el sobre a una papelería, y luego acercarse a Correos o a un buzón. Ahora las cosas a por las que había que ir vienen hacia ti y de pronto abres el periódico y te muerde una serpiente larguísima que se llama Estudio de Hábitos de la Actividad Física, Deporte y Calidad de Vida de la Comunidad de Madrid, y que te inocula el veneno de la pereza, aunque también podría matarte por asfixia si tratas de pronunciar sus siglas: EHAFDCVCM. En cualquier caso, no me digan que inocular no es un verbo temible.
La serpiente es un oráculo y, por lo tanto, habla para decir que uno de cada cuatro madrileños no camina ni siquiera 10 minutos al día, y para recordarnos que la falta de actividad física es un factor de riesgo que causa dos millones de muertes al año en el mundo, según dice la Organización Mundial de la Salud, contra la que en España, por increíble que parezca, siempre acabamos dándonos un golpe: ¡OMS!
Si a Juan Urbano, a mí y al 90% de ustedes nos parece increíble que exista esa legión de vagos, porque damos por hecho que en ese estudio no se incluye a las personas que no pueden moverse a causa de una enfermedad, es por muchas razones. La primera es que si no te has muerto hace dos horas o estás disecado, parece toda una hazaña al revés, o sea, parecida a la del alpinista de esa canción que solo sabe bajar montañas, que en una ciudad como Madrid alguien no ande 10 minutos de media al día. Vamos, que uno lee eso y se lleva las manos a la cabeza como cuando el delantero echa fuera la pelota a puerta vacía y los hinchas exclamamos: ¡Pero si era más fácil meter el gol que fallarlo!
La segunda razón es que España ya no es el país de zoquetes bajitos que siempre fue, ese "intratable pueblo de cabreros" del que habla Jaime Gil de Biedma en uno de sus poemas: ahora hablamos idiomas y en los deportes somos unos jefes, llevamos la estrella de campeones del mundo en la camiseta de la selección, a Nadal en la raqueta, a Contador en la bici y a Alonso en la carrocería del coche, eso para empezar, y todavía podemos tirar del baloncesto si nos provocan. De modo que los inmovilistas, o autoinmovilistas, porque esa gente suele tirar de coche para todo, van en sentido contrario al del país, o al menos eso parece. O igual es que después de leer ese informe y ver los resultados del sondeo que nos han hecho, ¡OMS!, convendría repetir la frase de Mark Twain: "Hay tres tipos de mentiras: las patrañas, los embustes y las encuestas".
Como se acaba el verano y ya empezamos todos a tomar carrerilla hacia la gran ciudad, se acerca el momento de los buenos propósitos y no se me ocurre otro mejor que poner boca abajo esa tendencia a quedarnos quietos que parece que nos acecha, dejar nuestro vehículo aparcado, cortarle la cabeza a la anaconda EHAFDCVCM, perder el mando a distancia a propósito, dejar de echarle la culpa de todo al Gobierno, porque uno no se queda quieto por falta de polideportivos y ahí está la Casa de Campo y, de propina, pasar de largo por los locales donde venden comida-basura. En noviembre, todos suecos.
¡OMS!
Por Benjamín Prado. El País.
La culpa es del mando a distancia. O tal vez de los ordenadores portátiles, de Internet, del teléfono móvil... Porque antes uno se levantaba a cambiar de canal en la televisión o de disco en el aparato de música o a por folios; y si había necesidad de escribir una carta, era necesario ir a comprar el sello al estanco y el sobre a una papelería, y luego acercarse a Correos o a un buzón. Ahora las cosas a por las que había que ir vienen hacia ti y de pronto abres el periódico y te muerde una serpiente larguísima que se llama Estudio de Hábitos de la Actividad Física, Deporte y Calidad de Vida de la Comunidad de Madrid, y que te inocula el veneno de la pereza, aunque también podría matarte por asfixia si tratas de pronunciar sus siglas: EHAFDCVCM. En cualquier caso, no me digan que inocular no es un verbo temible.
La serpiente es un oráculo y, por lo tanto, habla para decir que uno de cada cuatro madrileños no camina ni siquiera 10 minutos al día, y para recordarnos que la falta de actividad física es un factor de riesgo que causa dos millones de muertes al año en el mundo, según dice la Organización Mundial de la Salud, contra la que en España, por increíble que parezca, siempre acabamos dándonos un golpe: ¡OMS!
Si a Juan Urbano, a mí y al 90% de ustedes nos parece increíble que exista esa legión de vagos, porque damos por hecho que en ese estudio no se incluye a las personas que no pueden moverse a causa de una enfermedad, es por muchas razones. La primera es que si no te has muerto hace dos horas o estás disecado, parece toda una hazaña al revés, o sea, parecida a la del alpinista de esa canción que solo sabe bajar montañas, que en una ciudad como Madrid alguien no ande 10 minutos de media al día. Vamos, que uno lee eso y se lleva las manos a la cabeza como cuando el delantero echa fuera la pelota a puerta vacía y los hinchas exclamamos: ¡Pero si era más fácil meter el gol que fallarlo!
La segunda razón es que España ya no es el país de zoquetes bajitos que siempre fue, ese "intratable pueblo de cabreros" del que habla Jaime Gil de Biedma en uno de sus poemas: ahora hablamos idiomas y en los deportes somos unos jefes, llevamos la estrella de campeones del mundo en la camiseta de la selección, a Nadal en la raqueta, a Contador en la bici y a Alonso en la carrocería del coche, eso para empezar, y todavía podemos tirar del baloncesto si nos provocan. De modo que los inmovilistas, o autoinmovilistas, porque esa gente suele tirar de coche para todo, van en sentido contrario al del país, o al menos eso parece. O igual es que después de leer ese informe y ver los resultados del sondeo que nos han hecho, ¡OMS!, convendría repetir la frase de Mark Twain: "Hay tres tipos de mentiras: las patrañas, los embustes y las encuestas".
Como se acaba el verano y ya empezamos todos a tomar carrerilla hacia la gran ciudad, se acerca el momento de los buenos propósitos y no se me ocurre otro mejor que poner boca abajo esa tendencia a quedarnos quietos que parece que nos acecha, dejar nuestro vehículo aparcado, cortarle la cabeza a la anaconda EHAFDCVCM, perder el mando a distancia a propósito, dejar de echarle la culpa de todo al Gobierno, porque uno no se queda quieto por falta de polideportivos y ahí está la Casa de Campo y, de propina, pasar de largo por los locales donde venden comida-basura. En noviembre, todos suecos.
lunes, 16 de agosto de 2010
Not only fire is...
Este vídeo es raro, raro, raro...
Nos lo envío hace ya un tiempo Rocío (quién sino.. :-) y no me había animado a colgarlo hasta ahora.
En él, un joven Benjamín presenta su libro No Solo el fuego, en inglés... no tiene desperdicio, sobre todo porque es una de las cosas más raras que ha caído en nuestras manos. (Podéis leer un completísimo análisis que colgamos, en su día, en el blog)
No está de más explicar que este tipo de vídeo son práctica habitual en la página www.meettheauthor.co.uk, donde podréis ver muchos autores hablar de su obra, y también el vídeo de Benjamín en su ubicación original.
jueves, 12 de agosto de 2010
El día 12 cae en jueves
Cita ineludible cada jueves: ir al kiosco, comprar El País, abrir la página de la sección de Madrid y leer el artículo de opinión de Benjamín Prado y Juan Urbano.
Hoy, a falta de sección de Madrid (que no de periódico), debo conformarme con leerlo vía on line.
Si tú también quieres leerlo y no tienes la sección de Madrid a mano, solo tienes que clicar aquí, y disfrutar.
"Un banco es un atraco al revés, de dentro afuera, en el que en lugar de quitarte los ladrones el dinero, vas tú a dárselo, y en el que la policía no los persigue, sino que los defiende. O sea, que si te preguntan en un examen a qué distancia está la realidad de un banco, responde que a años luz, y sacarás sobresaliente en economía", dice esta mañana Juan Urbano, mientras saca 20 euros de un cajero automático y, a continuación, hace lo que hacemos la mayor parte de las personas en ese caso, que es quedarse mirando el recibo como las vacas miran pasar el tren, y no poder creérselo: ¿día 11 y ya solo me queda esto? Y después maldice la comisión que le ha cobrado la entidad a la que le ha metido la tarjeta, que no es la suya, porque no había ninguna en los alrededores, es tarde y necesita dinero para volver a casa: tres euros.
O sea, que no hace falta ser Einstein, que por otra parte es el sabio que dijo que el problema del hombre moderno es que cada día sabemos más y entendemos menos, para darse cuenta de que Juan Urbano tiene toda la razón del mundo: el banco de la esquina ya es otro planeta, en el que la única ley es la ley del embudo y donde todo se mira con lupa a la hora de dar y con telescopio a la hora de recibir. Por eso te secuestran tres euros por sacar 20 de un cajero, te cobran dos por hacer tú mismo una transferencia a través de internet, otros tantos por ingresar un cheque, 14 o 15 por abrir una cuenta y otro millón de cosas que todo el mundo sabe.
No me digan que no es inexplicable que el mismo Ayuntamiento de Madrid, al que no le tiembla la mano si se trata de ponerle tasas de basura y otros mil impuestos a los ciudadanos, sea tan prudente a la hora de ponérselos a los bancos. Hay que oír para creer, en este caso al concejal de Hacienda, que nos hace pagar a todos por el espacio público que consumen nuestras casas o nuestros coches, pero no quiere cobrarle a las entidades financieras por el que ocupan sus cajeros automáticos. Dice que eso daría lugar a un litigio muy caro, pese a que esa tasa está avalada por una sentencia del Tribunal Supremo, de febrero de 2009, y como en su partido todos corean el mismo discurso, tal vez porque llevan la repetición en las siglas, una pe el eco de otra pe, le echa la culpa al Gobierno, "que arreglaría el problema si modifica la ley, para permitir a los Ayuntamientos que suban o bajen la tarifa local del impuesto de actividades económicas que se cobra al sector financiero, que supondría que las entidades bancarias pasarían de pagar 30 millones de euros a 90". Y luego añade que esa ley no se modifica desde 1996, olvidando sin duda que ese año empezaron a gobernar ellos, y que lo hicieron hasta el 2004. ¿En ese tiempo no pudieron hacer lo que ahora piden, según Juan Urbano y yo con buen criterio, que hagan sus sucesores?
Mucho nos tememos los dos que aquí va a pasar lo de siempre, y por tanto esta volverá a ser la historia del asno de Buridán, que murió de inanición porque no fue capaz de decidirse entre la hierba que tenía a su izquierda y el agua que tenía a su derecha. Es decir, que como unos no cambian esa Ley de Haciendas Locales, los otros no aplicarán esa tasa, que dependiendo de la fórmula que se utilizase llevaría a la caja fuerte del Ayuntamiento entre un millón y medio y siete millones de euros. Lo que les va a costar recaudar eso mismo a base de ponernos multas por ir a más de 50 en un túnel, que es lo que ahora hacen. "El loro se está quedando sin chocolate, pero el pavo real tiene la cola más abierta que nunca", sentencia Juan Urbano, y a mí me parece que está clarísimo lo que quiere decir.
Hoy, a falta de sección de Madrid (que no de periódico), debo conformarme con leerlo vía on line.
Si tú también quieres leerlo y no tienes la sección de Madrid a mano, solo tienes que clicar aquí, y disfrutar.
Me gustan los textos en los que Benjamín dice fácilmente lo que es tan complicado de expresar. El de este jueves es de ellos, y además, es de los que le salen cuando se cabrea por algo, le sale esa ironía literaria, esos juegos de palabras, que te sacan una sonrisa mientras afirmas con la cabeza.
Un banco es un robo al revés
Por Benjamín Prado. El País.
"Un banco es un atraco al revés, de dentro afuera, en el que en lugar de quitarte los ladrones el dinero, vas tú a dárselo, y en el que la policía no los persigue, sino que los defiende. O sea, que si te preguntan en un examen a qué distancia está la realidad de un banco, responde que a años luz, y sacarás sobresaliente en economía", dice esta mañana Juan Urbano, mientras saca 20 euros de un cajero automático y, a continuación, hace lo que hacemos la mayor parte de las personas en ese caso, que es quedarse mirando el recibo como las vacas miran pasar el tren, y no poder creérselo: ¿día 11 y ya solo me queda esto? Y después maldice la comisión que le ha cobrado la entidad a la que le ha metido la tarjeta, que no es la suya, porque no había ninguna en los alrededores, es tarde y necesita dinero para volver a casa: tres euros.
O sea, que no hace falta ser Einstein, que por otra parte es el sabio que dijo que el problema del hombre moderno es que cada día sabemos más y entendemos menos, para darse cuenta de que Juan Urbano tiene toda la razón del mundo: el banco de la esquina ya es otro planeta, en el que la única ley es la ley del embudo y donde todo se mira con lupa a la hora de dar y con telescopio a la hora de recibir. Por eso te secuestran tres euros por sacar 20 de un cajero, te cobran dos por hacer tú mismo una transferencia a través de internet, otros tantos por ingresar un cheque, 14 o 15 por abrir una cuenta y otro millón de cosas que todo el mundo sabe.
No me digan que no es inexplicable que el mismo Ayuntamiento de Madrid, al que no le tiembla la mano si se trata de ponerle tasas de basura y otros mil impuestos a los ciudadanos, sea tan prudente a la hora de ponérselos a los bancos. Hay que oír para creer, en este caso al concejal de Hacienda, que nos hace pagar a todos por el espacio público que consumen nuestras casas o nuestros coches, pero no quiere cobrarle a las entidades financieras por el que ocupan sus cajeros automáticos. Dice que eso daría lugar a un litigio muy caro, pese a que esa tasa está avalada por una sentencia del Tribunal Supremo, de febrero de 2009, y como en su partido todos corean el mismo discurso, tal vez porque llevan la repetición en las siglas, una pe el eco de otra pe, le echa la culpa al Gobierno, "que arreglaría el problema si modifica la ley, para permitir a los Ayuntamientos que suban o bajen la tarifa local del impuesto de actividades económicas que se cobra al sector financiero, que supondría que las entidades bancarias pasarían de pagar 30 millones de euros a 90". Y luego añade que esa ley no se modifica desde 1996, olvidando sin duda que ese año empezaron a gobernar ellos, y que lo hicieron hasta el 2004. ¿En ese tiempo no pudieron hacer lo que ahora piden, según Juan Urbano y yo con buen criterio, que hagan sus sucesores?
Mucho nos tememos los dos que aquí va a pasar lo de siempre, y por tanto esta volverá a ser la historia del asno de Buridán, que murió de inanición porque no fue capaz de decidirse entre la hierba que tenía a su izquierda y el agua que tenía a su derecha. Es decir, que como unos no cambian esa Ley de Haciendas Locales, los otros no aplicarán esa tasa, que dependiendo de la fórmula que se utilizase llevaría a la caja fuerte del Ayuntamiento entre un millón y medio y siete millones de euros. Lo que les va a costar recaudar eso mismo a base de ponernos multas por ir a más de 50 en un túnel, que es lo que ahora hacen. "El loro se está quedando sin chocolate, pero el pavo real tiene la cola más abierta que nunca", sentencia Juan Urbano, y a mí me parece que está clarísimo lo que quiere decir.
domingo, 8 de agosto de 2010
Ríos con tinta
Maestro de ceremonía, decían las crónicas de aquella noche. Y sí, Benjamín Prado condujo el homenaje/premio que se le concedió al cantate español el pasado 22 de julio en Santander, donde también estuvieron otros escritores como Luis García Montero, Javier Rioyo, Felipe Benítez Reyes... Allí recibió el premio "Trastienda", como reconocimiento a su carrera que pone fin. Como dijo Benjamín "los escenarios van a enviudar".+info
Así le dió pasó para que subiera a recoger el Premio, "El Gran Miguel Ríos".
Así le dió pasó para que subiera a recoger el Premio, "El Gran Miguel Ríos".
jueves, 5 de agosto de 2010
Hoy es jueves
Y como cada jueves, podrás encontrar el artículo de Juan Urbano, quien, acompañado por Benjamín Prado escriben en la sección de opinión de la edición de Madrid de El País.
Se acordó de esa frase genial de Woody Allen que dice que el movimiento se demuestra huyendo, y a él, al que como a tantas personas cobardes pero honradas de este mundo define mejor que ninguna otra cosa ese verso de Sabina que dice "mi manera de comprometerme fue darme a la fuga", le dio pereza salir corriendo del hospital de La Paz, en el que está ingresado por un asunto menor, una quemadura en la córnea que le produjo la visión accidental de tres minutos de telebasura, y decidió seguir su rutina de paciente de sanatorio. Así que se incorporó en su cama, fingió que tenía una galleta maría en la mano y la hundió en su café con leche también imaginario, no mucho, para que no se empapase demasiado y se quedara dentro de la taza, porque eso también tiene su técnica, ¿no se acuerdan de aquella película de Frank Capra titulada Sucedió una noche, en la que Clark Gable le enseñaba a Claudete Colbert a mojar magdalenas, con lo cual le daba a entender que los ricos se pierden lo mejor de la vida con tantas normas de comportamiento? Pues eso, Juan Urbano se tomó su merienda virtual y luego volvió a la lectura, porque si dijese que no se había tomado esa merienda sería un embustero, ya que cuando la noticia de que La Paz había empezado a ahorrar quitándoles el refrigerio a los enfermos llegó a los medios de comunicación, tanto desde el propio de la Seguridad Social como desde la Consejería de Sanidad se ha dicho, de viva voz y en un comunicado, que eso "es totalmente falso". Así que ya ven, los ciudadanos que están ingresados allí tendrán que responder, si alguien les pregunta por ese tema, lo mismo que dijo un hombre al que alguna televisión de esas que salen a la calle a ver qué piensa la gente de tal o cual cosa: "Si te dijera la verdad, te mentiría". No era Woody Allen, pero qué genialidad, ¿no?
Si es que en algunas ocasiones y sobre todo en esta época del año, con el calor que hace, lo mejor es reírse a la defensiva, porque de lo contrario habría que ponerse de un humor de perros, con lo que eso sube la temperatura, ya que bastante es que a uno lo maltraten como para que además le llamen cínico por quejarse. ¿Qué es lo que esos asusórdenes de la Comunidad de Madrid se atreven a calificar de rotundamente falso? ¿Que a los pacientes les han quitado la merienda? A falta de argumentos, volumen, deben de pensar, porque otras veces funciona; pero es una mala costumbre la que han adquirido muchos de nuestros políticos, desde que descubrieron que la retórica es al discurso lo que la caja de resonancia a la guitarra, y se han dado cuenta de que cuanto más huecas están las palabras, más suenan al golpearlas con un micrófono. Aunque les dé lo mismo, porque es obvio que se lo da, lo cierto es que resulta muy irritante que hagan eso, por la dosis de evidente desprecio que siempre va en el lote de la negación: al menos, si te molestas en buscar una disculpa, parecerás igual de mentiroso pero más respetuoso.
El hecho de quitarles la merienda a los pacientes de La Paz no es que en sí mismo parezca tan grave, pero sí lo es como indicio de la forma en que algunos quieren salir de la crisis, que es quitándole el chocolate al loro, y sobre todo es otra demostración, que podemos poner en la lista, de que cuando los poderosos han errado el tiro lo solucionan pintándoles una diana a los pobres cerca del corazón, a la altura de la cartera.
Juan Urbano y yo, que en estos precisos instantes, mientras ustedes leen esta columna, estamos jugando a las cartas en su habitación de La Paz, creemos que el teléfono rojo debería de sonar en el despacho de los que, otra vez, han pretendido culpar a perjudicados de los problemas que les causan y aplacarlos a voces, como tienen por costumbre, dado que la mayor parte de las veces su idea de la política sigue siendo que no hay que convencer sino aplastar: no deja de ser sintomático el modo en que, después de cualquier sesión parlamentaria, los periódicos publican una carrera de galgos, que es lo que parecen esas encuestas que intentan demostrar qué candidato ha ganado el cara a cara, sobre todo porque se considera más victorioso al que más haya sabido ridiculizar al oponente, desarmarlo de un latigazo verbal. Naturalmente, no tengo ni que decir que le he traído a Juan un bocadillo, porque estaba muerto de hambre. No era un bocadillo rotundamente falso, sino de jamón.
Si te dijera la verdad te mentiría.
Benjamín Prado. El País.
Se acordó de esa frase genial de Woody Allen que dice que el movimiento se demuestra huyendo, y a él, al que como a tantas personas cobardes pero honradas de este mundo define mejor que ninguna otra cosa ese verso de Sabina que dice "mi manera de comprometerme fue darme a la fuga", le dio pereza salir corriendo del hospital de La Paz, en el que está ingresado por un asunto menor, una quemadura en la córnea que le produjo la visión accidental de tres minutos de telebasura, y decidió seguir su rutina de paciente de sanatorio. Así que se incorporó en su cama, fingió que tenía una galleta maría en la mano y la hundió en su café con leche también imaginario, no mucho, para que no se empapase demasiado y se quedara dentro de la taza, porque eso también tiene su técnica, ¿no se acuerdan de aquella película de Frank Capra titulada Sucedió una noche, en la que Clark Gable le enseñaba a Claudete Colbert a mojar magdalenas, con lo cual le daba a entender que los ricos se pierden lo mejor de la vida con tantas normas de comportamiento? Pues eso, Juan Urbano se tomó su merienda virtual y luego volvió a la lectura, porque si dijese que no se había tomado esa merienda sería un embustero, ya que cuando la noticia de que La Paz había empezado a ahorrar quitándoles el refrigerio a los enfermos llegó a los medios de comunicación, tanto desde el propio de la Seguridad Social como desde la Consejería de Sanidad se ha dicho, de viva voz y en un comunicado, que eso "es totalmente falso". Así que ya ven, los ciudadanos que están ingresados allí tendrán que responder, si alguien les pregunta por ese tema, lo mismo que dijo un hombre al que alguna televisión de esas que salen a la calle a ver qué piensa la gente de tal o cual cosa: "Si te dijera la verdad, te mentiría". No era Woody Allen, pero qué genialidad, ¿no?
Si es que en algunas ocasiones y sobre todo en esta época del año, con el calor que hace, lo mejor es reírse a la defensiva, porque de lo contrario habría que ponerse de un humor de perros, con lo que eso sube la temperatura, ya que bastante es que a uno lo maltraten como para que además le llamen cínico por quejarse. ¿Qué es lo que esos asusórdenes de la Comunidad de Madrid se atreven a calificar de rotundamente falso? ¿Que a los pacientes les han quitado la merienda? A falta de argumentos, volumen, deben de pensar, porque otras veces funciona; pero es una mala costumbre la que han adquirido muchos de nuestros políticos, desde que descubrieron que la retórica es al discurso lo que la caja de resonancia a la guitarra, y se han dado cuenta de que cuanto más huecas están las palabras, más suenan al golpearlas con un micrófono. Aunque les dé lo mismo, porque es obvio que se lo da, lo cierto es que resulta muy irritante que hagan eso, por la dosis de evidente desprecio que siempre va en el lote de la negación: al menos, si te molestas en buscar una disculpa, parecerás igual de mentiroso pero más respetuoso.
El hecho de quitarles la merienda a los pacientes de La Paz no es que en sí mismo parezca tan grave, pero sí lo es como indicio de la forma en que algunos quieren salir de la crisis, que es quitándole el chocolate al loro, y sobre todo es otra demostración, que podemos poner en la lista, de que cuando los poderosos han errado el tiro lo solucionan pintándoles una diana a los pobres cerca del corazón, a la altura de la cartera.
Juan Urbano y yo, que en estos precisos instantes, mientras ustedes leen esta columna, estamos jugando a las cartas en su habitación de La Paz, creemos que el teléfono rojo debería de sonar en el despacho de los que, otra vez, han pretendido culpar a perjudicados de los problemas que les causan y aplacarlos a voces, como tienen por costumbre, dado que la mayor parte de las veces su idea de la política sigue siendo que no hay que convencer sino aplastar: no deja de ser sintomático el modo en que, después de cualquier sesión parlamentaria, los periódicos publican una carrera de galgos, que es lo que parecen esas encuestas que intentan demostrar qué candidato ha ganado el cara a cara, sobre todo porque se considera más victorioso al que más haya sabido ridiculizar al oponente, desarmarlo de un latigazo verbal. Naturalmente, no tengo ni que decir que le he traído a Juan un bocadillo, porque estaba muerto de hambre. No era un bocadillo rotundamente falso, sino de jamón.
lunes, 2 de agosto de 2010
Tsvietáieva, su poeta
En Babelia, el pasado día 24 Benjamín volvió sobre una poeta a la que admira sobremanera, poeta que ha aparecido en sus poemas, pero sobre la que también ha escrito parte de un ensayo (Los nombres de antígona) y ya escribió sobre ella en las páginas de ese suplemento cultural (21/09/2008)
Ahora viene para contarnos que "ella y Mandesltam llegarían tarde al futuro", o que " " y que nos presenta, en definitiva el libro que la hija de Marina, Adriana, ha publicado sobre su madre y sobre su dispersa obra. Seguro que las dos obras, la de Tsivitáieva y la de su hija merecen la pena. Aquí, por ahora, no conformamos con el artículo de Benjamín.
Poesía. Marina Tsvietáieva nunca pudo seguir un camino recto para llegar a una librería, y la existencia llena de obstáculos que caracterizó su vida y que la llevó al suicidio en 1941 también vale para su obra, que se abrió paso hasta nosotros a cámara lenta y en editoriales menores, aunque contase desde el principio con la admiración de autores como Rilke o Borís Pasternak. Tal vez la tendencia de cierta crítica a reducir los países a unos cuantos nombres, para hacerlos abarcables, la perjudicó: en el reparto, la Unión Soviética le tocó al propio Pasternak y, en todo caso, a la admirable Anna Ajmátova. Ella, igual que Ossip Mandelstam, llegaría más tarde al futuro, doble víctima de la incomprensión y del estalinismo, que la destrozó a ella y aniquiló a su familia.
Gran parte de su poesía, dispersa en publicaciones remotas, cartas y manuscritos regalados a diferentes amigos, o extraviada en los traslados forzosos que tuvo que hacer Tsvietáieva a lo largo de sus sucesivos exilios en Alemania, Checoslovaquia o, el último, en la ciudad tártara de Yelabuga -donde había sido evacuada por el avance nazi hacia Moscú-, se habría perdido de no ser por la perseverancia de su hija Ariadna, víctima ella misma de la represión, que se dedicó a reunirla con una fe infinita y que, cuando lo consiguió, al menos en parte, quiso contar su historia en este libro, Marina Tsvietáieva, mi madre, donde pone en claro a una mujer oscurecida por la escritora que era y por el drama que sufrió, de modo que la persona que describe su hija, tan real en el círculo de sus costumbres domésticas, resulta emocionante precisamente a causa de su normalidad.
Aunque no es eso todo, porque también tenemos un relato pormenorizado de sus devociones literarias por personajes como Block o Pushkin; de sus lecturas, sus desencuentros con primeras espadas como Maiakovski o Esenin, y su merodeo por los ambientes culturales de las ciudades en las que estuvo. No vivió nunca, según su propio plan, "con paciencia, como se parte la piedra; / con paciencia, como se espera la muerte; / con paciencia, como se acaricia la venganza"; pero escribió de un modo febril algunas obras esenciales como Poema del fin, Carta de año nuevo, Cazador de ratas o Poema de la montaña. Ariadna Efron nos enseña cómo, dónde y por encima de cuántas cosas lo hizo.
Ahora viene para contarnos que "ella y Mandesltam llegarían tarde al futuro", o que " " y que nos presenta, en definitiva el libro que la hija de Marina, Adriana, ha publicado sobre su madre y sobre su dispersa obra. Seguro que las dos obras, la de Tsivitáieva y la de su hija merecen la pena. Aquí, por ahora, no conformamos con el artículo de Benjamín.
Madre y escritora
Por Benjamín Prado. Babelia. El País.
Poesía. Marina Tsvietáieva nunca pudo seguir un camino recto para llegar a una librería, y la existencia llena de obstáculos que caracterizó su vida y que la llevó al suicidio en 1941 también vale para su obra, que se abrió paso hasta nosotros a cámara lenta y en editoriales menores, aunque contase desde el principio con la admiración de autores como Rilke o Borís Pasternak. Tal vez la tendencia de cierta crítica a reducir los países a unos cuantos nombres, para hacerlos abarcables, la perjudicó: en el reparto, la Unión Soviética le tocó al propio Pasternak y, en todo caso, a la admirable Anna Ajmátova. Ella, igual que Ossip Mandelstam, llegaría más tarde al futuro, doble víctima de la incomprensión y del estalinismo, que la destrozó a ella y aniquiló a su familia.
Gran parte de su poesía, dispersa en publicaciones remotas, cartas y manuscritos regalados a diferentes amigos, o extraviada en los traslados forzosos que tuvo que hacer Tsvietáieva a lo largo de sus sucesivos exilios en Alemania, Checoslovaquia o, el último, en la ciudad tártara de Yelabuga -donde había sido evacuada por el avance nazi hacia Moscú-, se habría perdido de no ser por la perseverancia de su hija Ariadna, víctima ella misma de la represión, que se dedicó a reunirla con una fe infinita y que, cuando lo consiguió, al menos en parte, quiso contar su historia en este libro, Marina Tsvietáieva, mi madre, donde pone en claro a una mujer oscurecida por la escritora que era y por el drama que sufrió, de modo que la persona que describe su hija, tan real en el círculo de sus costumbres domésticas, resulta emocionante precisamente a causa de su normalidad.
Aunque no es eso todo, porque también tenemos un relato pormenorizado de sus devociones literarias por personajes como Block o Pushkin; de sus lecturas, sus desencuentros con primeras espadas como Maiakovski o Esenin, y su merodeo por los ambientes culturales de las ciudades en las que estuvo. No vivió nunca, según su propio plan, "con paciencia, como se parte la piedra; / con paciencia, como se espera la muerte; / con paciencia, como se acaricia la venganza"; pero escribió de un modo febril algunas obras esenciales como Poema del fin, Carta de año nuevo, Cazador de ratas o Poema de la montaña. Ariadna Efron nos enseña cómo, dónde y por encima de cuántas cosas lo hizo.